Texto: Cibergolem /Heterónimo del simbionte teórico dedicado a la cibercultura crítica, formado por Andoni Alonso e Iñaki Arzoz/

Patxi Aldunate (Pamplona/Iruña, 1965) y Alfredo Murillo (Pamplona/Iruña, 1973), artistas que ocasionalmente trabajan juntos en el ámbito del artivismo, se han propuesto en su última instalación, titulada Cabeza de artista, convertir en arte la revisión de su trabajo conjunto.

Dos artistas perfectamente reconocibles y distinguibles en sus actitudes vitales y en su obra personal, pero que desde 2004 han producido instalaciones de vocación social tan rotundas como Dogeatdog (2006) sobre la migración, 9mm. (2007) sobre el tráfico de armas o Zura lurra (2009) sobre la ecología, han decidido con Cabeza de artista convertir su singular relación colaborativa en un motivo de reflexión para el público y los artistas.

Cabeza de artista supone transformar el ... replanteamiento de su particular modus operandi en obra de arte a la vista del público. Proponer, en sus propios términos, el reseteamiento de su sistema de colaboración, para examinarlo, cambiarlo, reforzarlo y acaso intentar un salto cualitativo, acercando este proceso interno a la curiosidad del espectador como nuevo factor de la ecuación.

No obstante, lo primero que hay que advertir es, para quien no conozca su trayectoria, que Patxi Aldunate y Alfredo Murillo no son los Gilbert & George navarros. Aunque en esta instalación nos presenten grandes cubos como efigies de sus cabezas, no pretenden proyectarse como superficial icono pop o prepotente marca creativa. A diferencia de la pareja británica, lo importante (o lo inquietante) ocurre en el interior de la instalación y el tamaño está justificado por su planteamiento procesual.

Para visualizar esta encrucijada creativa ha sido necesario montar una escenografía engañosamente épica; ya que las dos grandes cajas-cabeza con las diferentes vistas de sus rostros discretamente dibujadas con láser (enfrentadas, como en un duelo entre rivales), posibilitarán que cada artista intervenga, durante el tiempo que dure la exposición, en el interior de la caja-cabeza del compañero.

No se trata de 'hurgar en cabeza ajena', sino de trabajar de manera coordinada en la representación espacial de la cabeza del otro, para recrearla y adaptarla a un propósito común. Sin duda, una metáfora del conflicto creativo que nutre su trabajo conjunto. Aquel que hace posible que entre el diálogo y la discusión, la aportación y el bloqueo, la curiosidad y el desconcierto, surja, finalmente, el consenso estético.