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Bienvenidos a Mohenjo-Daro

Exposición / La Caja Negra Ediciones [ESPACIO TRASLADADO] / Fernando VI, 17 - 2 Izq. / Madrid, España
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Cuándo:
06 may de 2023 - 14 jul de 2023

Inauguración:
06 may de 2023 / 12:00

Precio:
Entrada gratuita

Organizada por:
Galería La Caja Negra

Artistas participantes:
Rodrigo García

       


Descripción de la Exposición

Es un teatro que fui poblando de a poco, durante la primavera, el verano y hasta el otoño pasado, a fuerza de reciclar e intervenir pequeños objetos sin valor que acumulé intencionadamente durante tres años en el garaje de casa. Son viejos conocidos míos. El criterio de selección fue azaroso, no correspondió a una idea preconcebida. Me decía: este vale, este otro no me sirve. ¿Para qué? No sabía. Intervine de a poco cada uno de los objetos procurando ser lo más económico (evitando el barroquismo, que ya llegaría más tarde, cuando el objeto forme parte de un todo) a fin de descubrir su potencialidad gestual. Me impuse alterarlos lo mínimo siempre que consiguiese dotarlos de cierta expresividad, por qué no, cercana al animismo. Tal vez por esto Bienvenidos a Mohenjo-Daro se revela, en parte, como universo infantil. Luego los vínculos, las relaciones, las conexiones, aparecieron casi sin mi ayuda, los nuevos objetos se unieron y repudiaron por sí solos. Trabajando, sentí que estaba dentro de una ficción arqueológica, ante restos de una civilización olvidada en un paisaje excavado en mi garaje. “Una cuadrícula de calles bien planificada y un elaborado sistema de drenaje sugieren que los ocupantes de la antigua ciudad de la civilización del Indo de Mohenjo Daro eran hábiles planificadores urbanos con reverencia por el control del agua. Pero quién ocupó la antigua ciudad en el actual Pakistán durante el tercer milenio antes de Cristo sigue siendo un enigma. La ciudad carece de palacios, templos o monumentos ostentosos. No hay una sede central obvia del gobierno o evidencia de un rey o una reina. Aparentemente, se prefería la modestia, el orden y la limpieza. Se estandarizaron la alfarería y las herramientas de cobre y piedra. Los sellos y los pesos sugieren un sistema de comercio estrictamente controlado.” (National Geographic) Rodrigo García (Buenos Aires, 1964). Es uno de los dramaturgos y directores más destacados de la actual escena posmoderna y experimental, tanto en España como en el resto del mundo. Sus piezas se han representado, siempre acompañadas de polémica, en los principales festivales de Europa y América, como el de Aviñón, el de Atenas y la Bienal de Venecia, y son reconocidas como potentes revulsivos éticos, políticos y artísticos. De origen familiar humilde y criado en uno de los barrios más conflictivos de la capital argentina, su interés por el arte, en general, y por el teatro, en particular, lo lleva a emigrar a España en 1986, donde desarrolla el grueso de su carrera escénica. Influido por los grandes renovadores de los años 70 –especialmente por Tadeusz Kantor y Pina Bausch, pero también por su compatriota Eduardo Pavlovsky– y emparentado con colectivos como The Wooster Group o Periférico de Objetos, su obra encuentra acomodo en salas independientes del entorno madrileño como Teatro Pradillo o la Cuarta Pared. Hasta principios del nuevo milenio combina la investigación teatral con su trabajo como publicista; de esta experiencia profesional saca buena parte de su inspiración para piezas contestatarias como Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba (2002) o Historia de Ronald, el payaso de McDonald’s (2002). Entre sus títulos más significativos, cabe citar, aparte de los mencionados, Prometeo (1992), After Sun (2000), Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo (2003), Versus (2008), Muerte y reencarnación en un cowboy (2009) o Gólgota pícnic (2011). Desde 1989 dirige la compañía La Carnicería Teatro, con la que produce todas sus creaciones y que cuenta con colaboradores incondicionales como el actor Juan Loriente y el iluminador Carlos Marquerie, que a partir de 1990 abrió en el Teatro Pradillo de Madrid un espacio para la creación interdisciplinar, favoreciendo los cruces con las artes plásticas y la música, especialmente los encuentros entre el teatro y la danza, y con la intención de establecer relaciones de intercambio y diálogo con los teatros y artistas escénicos internacionales más avanzados. A finales de 2013 es nombrado director del Centro Dramático Nacional de Montpellier-Languedoc-Rosellón, convirtiéndose en el primer creador no galo en ocupar este cargo. Además de su trayectoria en el mundo teatral, ha mantenido actividad en el campo de la creación literaria y artística, destacando las instalaciones y su trabajo performativo. ------------------------------------ La génesis del apocalipsis. Y la teoría de las cuerdas. Sobre la instalación de Rodrigo García: Bienvenidos a Mohenjo-Daro Cristina Santamarina Dice Wikipedia que Mohenjo Daro fue una ciudad de la antigua cultura del valle del Indo. Sus ruinas se encuentran en territorio del actual Pakistán. Se desconoce su nombre antiguo. El actual nombre de Mohenjo Daro significa literalmente ‘montículo de la muerte’. Fue habitada durante el tercer milenio antes de nuestra era (entre el 2600 a. C. y el 1800 a. C.) a orillas del río Indo. Para varias corrientes antropológicas - no para todas - y también algunas arqueológicas, se trata de uno de los primeros vestigios de convivencia verdaderamente colectiva. No era solo una comunidad, un clan, una tribu… se trataba de una verdadera ciudad en el sentido moderno del término. Una ciudad de la que apenas, a principios del siglo XX, se tuvo noticias de ella, gracias al hallazgo de restos, residuos fosilizados, desechos y escombros. Así es. Con esta calderilla de lo social que son las sobras de las culturas, se construye la historia antigua: se le buscan sentidos, se intenta pensar en sus gentes, en sus formas de vida y de relaciones, en sus mitos y obsesiones, en sus miedos y deseos. También podríamos decir que estas reconstrucciones que dan sentido a las disciplinas señaladas, son formas de escatología, de estudio sobre los desperdicios, sobre las “realidades últimas” o, mejor aún, sobre cómo recuperar los acabamientos de la vida antes de la muerte. Muchos siglos más tarde, casi cuarenta y cinco siglos después, Jheronimus Bosch, El Bosco, que nada sabía de Mohenjo Daro, pintaba El Jardín de las Delicias. Al abrirse, el tríptico presenta - desde este código de lectura de occidente que nos orienta de izquierdas a derechas - una génesis de la creación donde ya se intuye que el bien (un drago estrafalario y casi en sombras), está equidistante de una palmera, símbolo de la ciencia, en la que se presenta enroscada y disimulante, la serpiente del mal. En el panel central, el más inquietante de la pieza, el tema monográfico es la locura desatada por la simultaneidad de muchos presentes en el que todos - indefectiblemente - aluden a la lujuria del exceso, o al exceso de la lujuria como prueba de que el hombre perdió la gracia en su devenir hacia el hacerse humano. Finalmente, en el tríptico, tenemos la tabla donde se representa la condena en el infierno; un escenario cruel en el que el que todos somos condenados. La instalación de Rodrigo García con este título tan cordial y a la vez, provocador, Bienvenidos a Mohenjo-Daro, es todo un guiño de su mirada a la historia de las culturas revisitadas desde el presente. Quizá porque no hay otra forma de acercarse al pasado que hacerlo desde la exhibición de las condiciones en las que vivimos, la instalación da cuenta del entreverado narrativo que hoy nos sostiene. Si desde la biblia, como gran canon expresivo hemos entendido que todo relato, grande o pequeño, tiene un origen y se proyecta hacia un final o conclusión, que desde una génesis avanzamos hacia un apocalipsis, tal como lo plantea el tríptico de El Bosco, hoy sabemos que esa linealidad se ha entramado hacia lo centrípeto. Y ambos conceptos, lejos de excluirse, o al menos de mantenerse a distancia, se interceptan. La cultura ya no es camino en progresión, es un laberinto en el que presentimos que no hay salida y en el que se está fraguando la génesis del apocalipsis, o el apocalipsis del génesis. Y esta instalación, osada en su desenfado, sugiere un escenario que da cuenta de ello. Imaginariamente es como si El Bosco, se hubiera paseado por la cultura del consumo, nunca más expresiva que cuando se la mira en sus residuos, en la banalidad conmovedora del sistema de objetos con los que convivimos para dar cuenta del final del principio, o del principio del final. Lo mismo da. Aquí están desplegados, más que un universo de restos, de despojos, un verdadero pluriverso de manifestaciones triviales (trivial viene de trívium que es “donde se confluye”) de nosotros mismos, de todo aquello que nos vincula, aunque no nos relacione. Y utilizo la idea de pluriverso porque la instalación también da cuenta de la Teoría de Cuerdas, esa teoría o hipótesis científica de la física teórica que intenta demostrar cómo las partículas subatómicas, aparentemente puntuales, son en realidad estados vibracionales de un gran objeto extendido más básico llamado “cuerda” o “filamento”. Esas mismas cuerdas que están presentes - y en este caso visibles - en la instalación. De conformidad con esta teoría, un objeto o "punto" no sería solo un sí mismo, - aunque también - sino una cuerda minúscula en forma de lazo vibrando en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Mientras que un punto simplemente se movería por el espacio, una cuerda podría hacer algo más: vibrar de diferentes maneras. Si vibrase de cierto modo, veríamos un electrón; pero si lo hiciese de otro, veríamos un fotón, un quark o cualquier otra partícula del modelo estándar, dependiendo de la forma concreta en que estuviese vibrando. Y aquí vibran, sugieren narrativas diferentes, críticas desmesuradas, enmiendas a la totalidad. Y su argumento es la poética de las partículas y del conjunto. Y la apertura ensayística sobre la emoción del trasiego que nos lleva a descubrir diferentes posibilidades de lectura a través de las cuales, vibrar de emoción. El montaje - es fácil imaginarlo - da cuenta de la mirada desmesurada de Rodrigo García. Una mirada que es capaz de ver a un mismo tiempo la enjundia de cada elemento que recupera, para transformarlo en un artilugio, es decir, según el diccionario de Corominas, en una habilidad que puede hacernos llorar. Pero más aún, emociona el sistema de vinculaciones que alcanzan estos trastos para construir un escenario de imposibles que a la vez es un homenaje a El jardín de las delicias, al origen de la cultura, al caos del presente, los restos excluidos de nuestro apocalíptico estilo de vida, la violencia de los deshechos sin miramientos, al espejo del pluriverso que somos. Todo a la vez y en todas partes. Cristina Santamarina


Imágenes de la Exposición
polaroid Mohenjo-Daro

Entrada actualizada el el 23 may de 2023

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