Descripción de la Exposición
Noticias del Inframundo
(Obra de Bayrol Jiménez a propósito de la última morada de dos grandes emperadores del México antiguo)
Guillermo Fadanelli
La crónica de las hazañas, vida y cosmogonía de los antiguos mexicanos ha supuesto, antes y después de la conquista española, una constante relación y convivencia entre la historia y el mito, entre la realidad y su conversión en ambigüedad onírica. En las crónicas más célebres acerca del México prehispánico, los hechos reales habitan en un limbo eterno al lado de los mitos acerca de las batallas, las peregrinaciones y los héroes. Los dioses no sólo reinan sobre los mortales, sino que se hallan presentes, sufren y transforman la vida de los seres humanos teniendo como escenario una nebulosa mitología de sueños, sucesos históricos e interpretaciones.
Los historiadores contemporáneos estudian los códices antiguos y a los cronistas de Indias —principalmente a Fray Diego Durán; a Fray Bernardino de Sahagún; a Hernando Alvarado Tezozomoc, o al jesuita Juan de Tovar entre varias y numerosas fuentes o historias emanadas a lo largo del México antiguo y de la colonia española— con el propósito de edificar una versión coherente, novelesca o sólida de un pasado cuyo natural titubeo es también un aliciente para la imaginación y la investigación acuciosa. La cultura Tolteca ha sido no solamente la más importante e influyente en el centro de México, sino es el antecedente directo de los mitos, del saber artesanal, la arquitectura y la fundación de la antigua Tenochtitlan, hoy transformada en la Ciudad de México. La antigua Tollan, ciudad de los toltecas, fue la semilla que posteriormente dio lugar al poderoso imperio azteca, cuyos vestigios, cultura y temperamento vivimos aún en el México contemporáneo.
Uno de los héroes trágicos y último rey de los toltecas fue Huemac, amante de las anchas caderas, quien, agobiado como consecuencia de la decadencia de su pueblo y de sus propias equivocaciones marcha al exilio y se refugia en la cueva de Cincalco, una especie de olimpo lacustre, pero también un purgatorio donde se sufre a causa de los actos cometidos en vida. Cincalco se encuentra en Chapultepec y es allí donde Huemac comete suicidio para comenzar así su reinado en el inframundo: un lúgubre y lastimero exilio, según fray Diego Durán y otros historiadores de Indias. El declive tolteca, que tiene en Huemac a su último y conflictivo monarca, dará lugar más tarde al esplendor mexica, a la estirpe de los aztecas que comienza con su primer rey, Acamapichtli, y culmina con el guerrero y valiente Cuauhtémoc, quien libra las últimas batallas contra los españoles.
Varios siglos después del exilio de Huemac, el poderoso y también polémico tlatoani o rey azteca, Moctezuma Xocoyotzin, desesperado y humillado por los aventureros y guerreros españoles, atormentado por sus visiones y sueños de derrota, y despreciado por su propio pueblo va en busca de Huemac a la cueva de Chapultepec donde el tolteca reside eternamente. La desgracia y poder erosionado de Moctezuma Xocoyotzin sólo obtendrán sosiego al lado del glorioso emperador tolteca, al cobijo de ese mundo mítico y teológico que gobierna sobre las vicisitudes mortales.
El relato anterior, su esbozo, ha servido al artista mexicano, Bayrol Jiménez, para imaginar y crear un conjunto de oleos de gran formato que nos da noticias de este cruel y fantástico mito y que, al mismo tiempo, provocan en el espectador la sensación de vivir la tragedia prehispánica desde la perspectiva de un pintor atento a las crónicas de la conquista y del inframundo mexicano. Las pinturas de Bayrol son la recreación de un mito y de un encuentro desgraciado entre los conquistadores españoles y la teocracia mexicana, pero sobre todo transmiten, de una manera icónica y gestual, la epopeya cotidiana y actual de la desesperación, la traición y la muerte. Su expresionismo es denso, colorido y también maniático; no describe los hechos, sino que los lleva a un límite o interpretación estética en que los trazos del artista viven un martirio y también crean una elegía, una historieta trascendental, popular e incluso festiva. Los personajes que aparecen en sus óleos son seres y símbolos indispensables de la antigua historia mexicana; sin embargo, cada cuadro posee un aura de exhibición y destierro de vida, de fiesta funeraria y de dolor sobrenatural. Los símbolos despojados de una interpretación canónica y la creación de retablos fantasmagóricos y singulares nos dicen que, en esta serie, Bayrol Jiménez ha dado lugar a un códice propio, a una colección de retablos que provienen del relato mitológico y de la imaginación pictórica del artista.
Tenemos el mito indígena, la natural convivencia entre los muertos y los vivos, entre los dioses y los emperadores y sacerdotes, las desalmadas visiones de futuro, el presentimiento de la catástrofe, la conquista y la sangre derramada, pero no precisamente el color de esa realidad, ni la consecuencia actual y trastornada de los crueles actos que la intuición del artista oaxaqueño sospecha, pinta y nos describe dueño de una libertad creadora inusitada. Bayrol Jiménez no se sujeta sólo al mito histórico, lo asume como un destino ritual afectado por una gravedad mortal que puede ser sugerida, o representada, desde su temperamento estético y a partir de la encarnación de sus propias y personales visiones.
Si bien el tema de esta muestra es el drama del emperador Moctezuma II, quien duda entre marchar al lado del antiguo rey tolteca, Huemac, y habitar el inframundo, o simplemente huir y darse muerte como cualquier mortal, la pintura de Bayrol Jiménez se expresa y expande más allá de la crónica ilustrada. La urdimbre maliciosa, minuciosa, de cada uno de los elementos de su obra (huesos, cráneos, rostros, águilas, pieles, formas), el color desinhibido y cínico, su imaginación en apariencia desbocada, pero construida con paciencia y sabiduría (el óleo Seiscientas artes de nigromancia es un buen ejemplo de ello) nos dan certeza de la presencia de un artista singular e inesperado. Los cuadros que forman esta serie son similares a capítulos de un terror que proviene del inconsciente y del conocimiento de la pasión humana, de la historia de la conquista y de la mitología, culta, social y cotidiana de los mexicanos. En estos lienzos se ilustra el desasosiego y sufrimiento, el destierro físico y moral, las oscuras profecías que asolaron al gran emperador azteca Moctezuma II, cuya cortesía y benevolencia extendida a los extraños y conquistadores no lo eximió de la desgracia y el descrédito ante sus súbditos ni ante sus mal agradecidos huéspedes (es Cuauhtémoc quien se lleva el prestigio de defender a una Tenochtitlan tomada y sorprendida por el destino trágico y la codicia de los conquistadores).
La obra de Bayrol Jiménez, en el caso de esta muestra, hace explícita su relación con artistas como Francis Bacon, Leon Golub, Roberto Matta o Jörg Immendorff, así como cierta afinidad con los grotescos dramas de Goya o con la imaginería enloquecida de El Bosco. Los vasos comunicantes se multiplican, pero la pintura de Bayrol continúa creciendo a partir de un mismo tronco: el que nace de su inédita comprensión de la realidad, del color que es figura y símbolo, y de su conocimiento acerca del temperamento humano traducido en explosión visual. La actualidad mexicana, sus crímenes cotidianos y ansiosos de nueva sangre, fluyen hacia el pasado reencarnados en el desasosiego culposo de Moctezuma Xocoyotzin y en su ansiedad por reunirse con el exiliado Huemac, tlatoani y rey de la que probablemente fue la sociedad más culta y trascendente del México meridional, esa que ofreció a los mexicanos actuales su ser y su saber: la cultura Tolteca.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España