No es difícil encontrar el verde en el monte verde. No es más difícil asomarse a la realidad, encontrarla fabulosa, y amañar una mentira. Lo difícil es encontrar la forma del verde, la forma de la mentira, la forma del paseo, la del banquete, la forma del final del banquete, cuando ya no queda monte, cuando ya no queda verde. Escuchar lo que suena cada vez que acaba una fiesta y ya no queda gente: todos creen que se lo han pasado bien y algunos aman la vida. La aman por lo que les da. Entonces, ¿por qué habrán de amar la pintura?

Están también los que no temen la muerte: "Dadme la vuelta que por este lado ya estoy hecho" y "hermano fuego" fueron las expresiones de dos santos, San Lorenzo y San Francisco, al ser cocinados. Fue su forma de participar del banquete. Sin duda serían expresiones aun más ... exóticas en un comensal, satisfecho a pesar de lo inevitable del final del convite, momento en el que el invitado corre la misma suerte que una taza de café abandonada, cuando el café se ha quedado frío y ya no hay dios que se lo tome.

Cuando el anfitrión se queda solo con todo por recoger, es el momento de ordenar todos los trastos, de alisar el mantel respetando lo arrugado, de dejar caer un plato recordando las delicias que han pasado por el, de, estrujando una copa de cristal, recuperar lo que se haya derramado. Ese es el mejor momento de la comilona, el más propicio al descubrimiento, es el mejor momento del perro que se come los despojos de lo que se han comido otros, rebuscando entre las sillas, por debajo de las mesas, olisqueando lo que queda, que después de todo esto, son mis cuadros.