Descripción de la Exposición
La presente muestra expone los modos de entender la ausencia de una selección de artistas que manifiestan, a través de sus obras, este complejo e inabarcable concepto. La ausencia puede analizarse desde diferentes perspectivas, hablamos de ausencia en el silencio, en la omisión de la imagen, en los espacios vacíos y en la muerte -quizás la más imponente y temida de las ausencias-. En cualquiera de sus connotaciones, la ausencia siempre la entendemos como un elemento antagónico, siendo el paso del tiempo lo que modifica la condición de lo que existe -la presencia- en lo que deja de existir -ausencia-. Estas obras son el ejemplo más claro de la presencia impalpable, de lo que fue y ya no es, de lo que permanece pero de otra manera, más allá del umbral de la existencia. Bajo estas nociones podemos entender obras como Lucía y Luis, obras de Joaquín Cociña, Cristóbal León y Niles Atallah. Su trabajo consta de dos vídeos construidos en stop motion donde los protagonistas relatan sus propias historias. Las secuencias no se disponen en un orden lógico en el tiempo, sino que son narrativas fragmentadas con voz en off; Lucía y Luis no conocen el modo de verbalizar las emociones que les invaden y se expresan con toda la pureza e intensidad que sólo un niño es capaz de sentir. El espectador deberá convertirse en su cómplice e intentar reconstruir la verdadera historia. Por otro lado, Eduardo Nave nos trae la ausencia en los espacios, de aquellos que fueron habitados y en los que ya sólo retumba el eco de las voces en el olvido. En su trabajo SOLO VOL.IV. muestra algunos de los escenarios de la antigua cárcel de Segovia, captando la esencia original del lugar y permitiendo al espectador imaginar el modo en que podía desarrollarse la vida en su interior; precisamente por su ausencia, se advierte el peso de las historias que entre esos muros y tras esas puertas acontecieron.
Si la fotografía surge como un modo de aligerar el proceso de plasmación de la imagen, Martínez Bellido aniquila este principio de instantaneidad para convertir la fotografía en dibujo. El artista se sirve del halo del que están dotadas antiguas fotografías pertenecientes tanto al archivo familiar como a otros completamente ajenos a él y las modifica, creando una suerte de punctum barthesianos que convierten a cada fotografía en una incógnita. En ocasiones, esos punctum o sugestivos detalles residen en la escena, y otras en los rostros de quienes parecen estar enterrados en el recuerdo, como un fantasma que no traspasa la vida, pero tampoco el linde de la muerte; como diría Alberto Ruiz de Samaniego, son «seres en el dominio de lo espectral». En las obras de Francisco Reina la ausencia reside en lo innecesario de la representación en la fotografía y en la demostración de la carga expresiva que puede albergar un solo detalle, enfrentándonos ante un modo de comunicación que, aunque no verbal, es toda una declaración de intenciones. Su serie de fotografías tiene una base de intencionalidad política, manifestando la sutil agresividad encubierta de los métodos de persuasión que ejercen políticos y demás cargos de poder sobre la población. El artista ha descontextualizado no sólo el momento de lo que parece ser un discurso, sino también la propia imagen, negando la identidad del sujeto para potenciar un rasgo de su psicología y de su propósito a través de los gestos.
El trabajo de Andreas von Gehr es una reivindicación del recuerdo, un alegato en defensa de la memoria. La dictadura de Chile dejó tras de sí un gran número de desaparecidos cuyo paradero aún se desconoce. Actualmente, en las manifestaciones donde se reclama justicia, los rostros de las víctimas son los que aparecen impresos, como un modo de hacerlos hablar a través de la imagen. Sin embargo, von Gehr modifica este orden y muestra el rostro de una mujer viva en el lugar que debería ocupar un desaparecido, manifestando de este modo el dolor que sienten por "ese vacío eterno entre no saber si está vivo o muerto" los que permanecen. Un detalle revelador será la estrella -símbolo de la bandera chilena- que explosiona y se derrama sobre el rostro de quien sigue soportando la ausencia de sus seres queridos.
Por último, la obra de Rodríguez Silva revela el antitético paisaje de una naturaleza no visible pero sí envolvente. «La obra de arte es un rincón de la naturaleza visto a través de un temperamento» mencionaba Zola en El naturalismo en el teatro, frase que perfectamente podría definir este paisaje antagónico que, precisamente por la ausencia de imagen, multiplica sus posibilidades evocadoras. La serie de texturas que se observan dentro del juego matérico son denominadas por el propio autor como accidentes, y son producto de una gestualidad donde la forma se configura según el capricho de la pintura -donde el autor pierde, voluntariamente, todo control-.
El peso de lo que no es visible o palpable puede llegar a ser mucho más poderoso sensitiva y emocionalmente que el sujeto u objeto cuya presencia sea un hecho. Por esta misma condición contradictoria, Ausencias cuestiona la esencia del propio concepto, mostrándose como un proyecto donde la paradoja está servida, ya que será la ausencia la responsable de inundar todo el espacio.
Texto: María Arregui Montero
Exposición. 26 ene de 2017 - 10 mar de 2017 / misterPink [ESPACIO CERRADO] / Valencia, España
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