Descripción de la Exposición
“Quiero decir, (…), que en el hombre de nuestros días, se esconde subrepticiamente una nostalgia, una elegía, del hombre del séptimo día de la creación. La justificación de eso último no está solamente en ese “malestar de la cultura” que hoy nos atenaza, ni en ese rechazo de la “civilización del consumo” (…), sino en ese grito previo a la melodía- prehistoria de toda melodía- con que la parte más verídica de la humanidad de hoy, la juventud, trata de identificarse, en cualquiera de sus malestares, no solo las musicalidades”.
José María Moreno Galván, “Joan Miró y su mundo prehistórico”
Triunfo, 1968, pg. 30
En una sociedad cada vez más urbanita, cegada por las necesidades y los problemas propios de la vivencia en la gran ciudad y alejada cada vez más del entorno natural, de nuestro hogar original (la tierra), surge en la colectividad una añoranza y anhelo intenso de volver a estar en comunión con la naturaleza primigenia y con sus leyes.
La necesidad de realizar un viaje introspectivo a la condición humana y sus orígenes ancestrales está muy presente en una nueva generación de artistas españoles, creadores que toman como punto de partida para su trabajo artístico lo atávico, palabra que proviene del termino latino atavus y que significa ‘antepasado’.
Volver la mirada a la naturaleza originaria y a las ideas, formas de vida y materiales propios de nuestros antepasados, hace que surja una Memoria Atávica que nos retrotrae a nuestros predecesores históricos y a su manera de entender la existencia. Desde los orígenes del arte, los artistas han acudido a la naturaleza, ya sea para buscar los soportes y materiales (tierras, minerales, vegetales...) o porque el arte ha encontrado en la naturaleza la más importante fuente de inspiración para la representación (ritual, sagrada, simbólica, conceptual, entre otras).
En los distintos trabajos de los artistas participantes en esta exposición -Álvaro Albaladejo, Cristina Ramírez, Moreno & Grau, Alegría & Piñero y Fran Pérez Rus- observamos como esa esencia arcaica se ha convierto en el centro temático y espiritual. La cúspide puntiaguda de la “Aguja” (2018) del granadino Álvaro Albaladejo nos atraviesa con sus múltiples sentidos simbólicos. Por una parte, nos traslada a un paisaje natural, quizá de cumbres montañosas, y por otra, nos recuerda a los materiales primitivos creados por el primer hombre. La técnica de esta escultura, haya carbonizada, nos habla del uso de ciertos recursos naturales (la madera o el fuego) con el objetivo de obtener esas herramientas primitivas que sustentaban la supervivencia humana. También el fuego es protagonista en la obra fotográfica de Moreno y Grau, quienes van más allá, aproximándose al mundo de los opuestos en la naturaleza: la cueva es un espacio cóncavo, es hogar; la montaña presenta un perfil convexo, un paisaje a explorar. Su trabajo siempre encuentra en el ámbito natural las metáforas precisas para hablar de los conceptos enfrentados, que además son el origen de la comprensión del universo para el ser humano (lo femenino y lo masculino, la lluvia y el fuego, el Sol y la Luna). En esa línea simbólica se mueve también el trabajo de Cristina Ramírez, quien en sus dibujos nos ofrece una amalgama de iconos primitivos (huesos, ramas, hojarasca...) que además, son representados dentro de formas geométricas de carácter ancestral (la punta de flecha, el cuadrado y el círculo). En estas tres piezas, Cristina explora los ciclos de la vida y la muerte y cómo éstos se entrelazan para generar un circuito infinito. El equipo artístico Alegría y Piñero ahonda, por su parte, en el ámbito del sonido experimental. Presentan en esta exposición un fragmento de su “Espectro Vocálico”, un conjunto de 8 piezas hechas con madera, caña y cera virgen que, al ser sopladas, reproducen unos sonidos vocálicos de naturaleza primitiva. Aunque el sonido emitido por estas trompetillas fabricadas con materiales naturales haga referencia a los componentes más básicos del lenguaje humano, la vocal, su vibración hace que éste se confunda con el bramido de un animal. Los artilugios que diseñan Alegría y Piñero son muy elementales, quizá por ello también lo es el sonido que producen. Todos estos símbolos (el fuego, la madera, la cueva, la montaña, los primeros gruñidos humanos...) son una huella que a pesar del paso del tiempo no se diluye, pues forma parte de nuestro origen como seres humanos, incluso podríamos decir que ésta se proyecta en el futuro. Así lo muestra la obra del jiennense Fran Pérez Rus, quien recrea digitalmente la imagen de un árbol en llamas. Esta pieza, que es una evidente proclamación ecologista, nos habla de un distópico panorama futurista en el que el único resquicio natural que nos queda son las distintas recreaciones virtuales que el ser humano ha llevado a cabo, un modo de mantener viva esa memoria atávica a la que, a pesar de las circunstancias, seguiremos unidos.
Exposición. 31 oct de 2024 - 09 feb de 2025 / Artium - Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo / Vitoria-Gasteiz, Álava, España