Descripción de la Exposición
Este año se cumple el centenario del nacimiento de Eduardo Chillida Juantegui (San Sebastián, 10 de enero 1924), tercer hijo de Pedro Chillida y la soprano Carmen Juantegui.
Su dimensión de escultor, que es la más celebrada, tal vez fuera el origen de que Eduardo fuera un hombre de mil interrogantes ante la forma interior, haciendo que se cuestionara continuamente como creador intuitivo. Ese afán de investigación posiblemente fuera lo que, le impulsó a experimentar con diversos materiales, en la búsqueda inagotable de una expresión plástica diferenciadora.
El texto escrito más conocido de Chillida es El límite y el espacio, publicado en la revista Derriere le Miroir (1970), donde tras sus aserciones y reconocimientos palpita de nuevo una pregunta.
Así sobre sus esculturas opina que, son respuestas a preguntas qué él desconocía. Y continua ese interrogatorio: “me pregunto con asombro - atestiguaba - sobre lo que no sé”. E igualmente se interrogaba: ¿no será el límite una frontera no sólo entre densidades sino también entre velocidades?
Estos días lo rememoro en su estudio, sentado frente a una extensa mesa de altura establecida, donde tenía ubicados papeles, rotuladores, tijeras… de dónde surgirían dibujos, proyectos y collages.
Eduardo fue un artista acompasado, que gustaba asimismo de interrogar a los materiales, sabedor de todo lo que estos condicionan e influyen en el aspecto formal de la obra.
Su matizada intención de involucrarse con los lugares, la naturaleza, o los límites formales en su escultura, lo llevó a interesarse por la materia, el espacio, el tiempo, la filosofía y la música, que él evocó e interpretó, aunando otras formas de creación y pensamiento.
En sus dibujos y grabados están latentes poemarios mudados o canalizados a su forma visual. Y se aprecia de igual modo en préstamos poéticos, que dan nombre a sus esculturas como Lo profundo es el aire.
En sus esculturas se da una madurez en el proceso, una condensación, emergiendo unas formas esencialmente dinámicas, donde se aprecian el tiempos, movimiento y luz. Están desarrolladas en la escultura, trazando una trayectoria discontinua, un grafismo intrincado en el espacio.
Entre 1960-1965 se interesa por la madera para proyectos monumentales.
Será imbuido en la tradición artesanal vasca, donde la sobriedad y austeridad le orientan hacia el desarrollo de escalonamiento y de volúmenes prismáticos, cultivando otras variedades de relieves.
Las esculturas iniciales de alabastro (1965), fue donde Chillida descubre la inmaterialidad de la luz utilizada como una dimensión más de la escultura. La luz atrae al escultor. Los Elogios de la luz y Elogios de la arquitectura, son piezas donde la propia materia caliza hace que pueda pensarse cómo la luz emana del interior.
Esta serie propiciara la idea del proyecto en Tindaya canario. Espacio vacío en el interior de la montaña.
El cemento y el hormigón armado serán a partir de 1971 los que propiciaron sus esculturas monumentales y la vocación urbanística.
En una primera fase trabaja sobre la idea de levitación donde el espacio envuelve la escultura: Lugar de encuentros.
Una segunda fase a partir de 1976 y más arquitectónica como: Elogio del horizonte o la Casa de Goethe, que entroncan con los alabastros.
En el Peine del viento donostiarra aúna escultura, con naturaleza, arquitectura y música.
Su último sueño será Chillida Leku, un lugar con un caserío, cuyo espacio supone una experiencia estética, que va más allá de un museo, al ofrecer naturaleza, historia, y tradición, junto con un conjunto de piezas escogidas, compendio de su trayectoria.
Iñaki Ruiz de Eguino