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Artemio Alisio buscó interpretar, a lo largo de una obra exigida y rigurosa, aspectos que hacen a nuestras tradiciones telúricas, a nuestros orígenes étnicos, a ciertos pronunciamientos de culturas milenarias. La Amerindia -ese continente de síncopas profundas y de milagros recurrentes- alimentó sus sueños de creador, aligeró sus fatigas, fortificó su énfasis para alcanzar los valores plásticos necesarios y obtener una expresión valedera.

Artista de revelaciones, su arte trepó territorios de memoria. Y en verdad, a lo largo de centenares de telas, de barro horneado, de papeles y otras carnaturas materiales, cifró con inocultable talento los signos y los símbolos que sustentan algo más que las vivencias de la Pachamama, de Pachacamac, el Viracocha andino o esa inquietante biblia de la región de quiché que conocemos por el Popol Vuh. Hombre de la cultura, generoso y pródigo, sembró en todo ... el país sus acciones movilizadoras, tras los caminos del arte.