Descripción de la Exposición
Arsenal: Se aplica a un conjunto numeroso de ciertas cosas útiles, herramientas, datos, noticias o conocimientos, o al sitio donde están o donde se obtienen. [María Moliner, Diccionario del uso del español]. Es la acepción del término que prefiere Nacho Bolea, cuando lo elige para titular su exposición individual en La Casa Amarilla. Sin obviar la que lo identifica como depósito de armas y municiones. De hecho, Bolea trabaja desde 2013 en la serie de ensamblajes "Armas de Juguetes" con el propósito de desactivar esas armas, transformando la amenaza y peligro inherente a ellas en juguetes de utópicas quimeras que no ocultan el paisaje herido de la guerra. Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan, decía Susan Sontag, convencida como estaba de que aunque no consigan abarcar la mayor parte de la realidad a que se refieren, cumplen una función esencial: esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer y quizá se ofrezcan a hacer, con entusiasmo, convencidos de que están en lo justo. No lo olvides. Y Nacho Bolea toma nota en sus ensamblajes, collages y objetos. Los desastres de la guerra abren su exposición, para no olvidar, porque como escribió Sontag: recordar es una acción ética y la memoria es la única relación que podemos sostener con los muertos. No teme Nacho Bolea a las sombras ni tampoco a las ruinas, para dar a ver, en compañía de escritores como Arno Schmidt, Gustav Meyrink, Hans Lebert o Rainer Maria Rilke.
Nacho Bolea comparte mucho con Rilke. Su interés por las cosas, su visión casi sacralizadora de las cosas, y su trato no apropiador ni consumista de ellas sino atento, solícito, humanizado y humanizador, al decir de Antonio Pau. "Esas cosas que viven alejándose [...] Quieren que las transformemos del todo en el corazón invisible, en nosotros, infinitamente", escribió Rilke. Tarea que ocupa a Nacho Bolea. Y de las cosas surgen paisajes heridos, y paisajes soñados, paisajes vividos y paisajes evocadores de universos poéticos.
Fue en el siglo XX, tiempo de devastaciones, destrucciones y construcciones cuando nacieron el collage y el fotomontaje, innovaciones revolucionarias en las artes plásticas que condujeron a la ruptura y a la destrucción del objeto, y de las relaciones hasta entonces mantenidas con el sujeto. El final de la Primera Guerra Mundial marcó el regreso del interés por la ruina que, sin embargo, considera Antoni Marí "no muestra ninguna memoria del pasado, es una ruina del presente, de un presente inmediato que tenemos frente a nosotros, y no remite a otra cosa que a ella misma". Desde entonces una milicia de artistas se convirtieron en traperos que van, corren y buscan por entre los paisajes de ruinas los restos con los que reconstruir nuevos escenarios flotantes y dispersos, siempre discontinuos y, como los jardines, imposibles de ser aprehendidos de un solo golpe de vista. Nunca se percibe dos veces el mismo paisaje, anota Michael Jakob. Lo mismo sucede con los paisajes de Nacho Bolea. Que eso son sus obras.
La actitud de Nacho Bolea, como la de tantos otros artistas que eligieron vagabundear y pasear por los alrededores en busca de los restos, está teñida de deseo y melancolía. Lo imagino justo en el momento en que una hermosa mañana, Robert Walser sintió la necesidad de escribir que "le vino en gana dar un paseo", abandonar "el cuarto de los escritos o de los espíritus". Aunque, como escribe David Le Breton, la única ligazón de Walser con el mundo está en la escritura; en ella desaparece. Frente a la urgencia del individuo hipermoderno, Nacho Bolea se refugia en los paseos y en su taller, donde se dedica a construir vínculos entre las cosas del mundo, cuyos fragmentos atesora. Como Baudelaire, Bolea confía en la imaginación, cualidad casi divina que le permite percibir las relaciones íntimas y secretas de las cosas, las correspondencias y las analogías; la imaginación además, señala Didi-Huberman, no sólo acepta lo múltiple, sino que goza con lo múltiple para detectar nuevas relaciones íntimas y secretas, nuevas correspondencias inagotables capaces de poner en juego las cosas del mundo. Desde muy temprano Nacho Bolea quiso saber cómo era el mundo y confió en la imaginación para ver mejor y hacer las preguntas oportunas. El resultado es la construcción de una geografía emocional, organizada según un orden que le ayuda a sistematizar y organizar las imágenes elegidas en cada obra, aunque será su confianza en lo irracional el impulso que activa las relaciones secretas entre las cosas, responsable de la tumultuosidad y plasticidad de las imágenes, siempre en continua mutación, y del anuncio de la posibilidad de una segunda vida de las cosas, secreta y huidiza, como intuyera el estudiante Törless creado por Musil.
Para su exposición en La Casa Amarilla, Nacho Bolea ha seleccionado un arsenal de obras, pertenecientes a distintas series, que configuran un paisaje emocional integrador de los universos creadores de Ramón Acín, Djuna Barnes, Ingmar Bergman, Ian Curtis, Maya Deren, Emily Dickinson, John Ford, Jasper Johns, Hans Lebert, Gustav Meyrink, Georges Perec, Lotte Reiniger, Rainer Maria Rilke, Arno Schmidt... Y Robert Walser, a quien La Casa Amarilla celebra en este año con motivo del centenario de la publicación de su libro El Paseo.
[Chus Tudelilla]
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España