Descripción de la Exposición
La invitación que la Galería Magnolias Fine Arts ha realizado a los creadores Bruno García (Punto Fijo, Edo. Falcón, Venezuela, (1965) y Eduardo Azuaje (1967) Edo, Anzoátegui, Venezuela, no ha podido ser más afortunada, y ello debido al hecho no sólo de reunir a dos entrañables amigos y colegas sino, también, a propósito de las afinidades de corte plásticos, estéticos y conceptuales que mantienen entre sus producciones, aspectos que nos ha permitido realizar una exposición coherente y museo-gráficamente estimulante para los sentidos.
En efecto, en el universo creador de Bruno García y Eduardo Azuaje se cruzan temáticas que atienden a la idea de memoria, de paso del tiempo, al poder de lo telúrico. Del mismo modo, la noción de mito civilizatorio como espacio fundante y el aprecio por la forma como signo que hace referencia a la huella cultural del ser en el cosmos, son otros tantos puntos de contacto en los principios que motivan a estos artífices.
Al unísono, sus lenguajes formales atienden, también, a tratamientos de corte expresionistas, en los que destacan el acto lírico de pintar desde una intimidad ritual exaltadora de la gestualidad cromática en su valor simbólico, elemento plástico cuyo uso metafórico alude a la noción de la marca del tiempo o, de otro modo, a una arqueología de lo visivo, que puede ser asumida como poética de lo memorioso, todo ello recurriendo en ocasiones a un color sugerente, vibrante, pleno de emoción y sensualidad.
Así, entre el grafismo y sus posibilidades representativas, ejecutadas por intermedio del trazo controlado emergen, en Bruno García, otros intereses proclives a la mancha, los planos de color y la síntesis formal como paradigma de un último dato objetivo que nos acercan a tema tales como: los ritos y mitos de las culturas primigenias, el protagonismo del corcel en estos primeros tiempos, la figura de lo humano como apariencia arquetipal y la historia asociada a los rituales de las sociedades guerreras; todo ello presentado en el marco protagónico de una estética que se dirige, cada vez más, hacia el juego de un entusiasmo colorístico basado en la densidad matérica de la pasta cromática.
A través de sus obras podemos observar una progresión en la que, en un momento determinado el color, el gesto y la mancha aparecen como elementos que enriquecen la labor del dibujante, hasta que esta presencia toma todo el soporte y reduce lo figurativo a la condición de huella o indicio; extremando esta sín-tesis formal de manera tal que ella proporciona la sensación que produce, en términos estilísticos, la pintura expresionista en ocasiones, también, en los límites de lo abstracto.
Dicho así, en su producción tridimensional García vuelve sobre su grafismo para generar dibujos en el espacio, haciendo referencia a su serie: Guerreros Sagrados, con los que trans-figura un motivo pictórico en sugerente instalación que se desborda en el espacio, tal y como si estos personajes se desprendieran de la tela para abordarnos y envolvernos con su presencia amenazante.
Por otra parte, Eduardo Azuaje, recurre a la iconicidad de un objeto de uso cotidiano en la cultura de algunas etnias del sur de Venezuela, como lo es el vehículo fluvial denominado curiara o canoa, para atraer nuestra mirada al entorno de un paisaje sugerido del que surge una exuberancia vegetal propia del trópico. En la representación de estos espacios geográficos que son los humedales, Azuaje crea ámbitos sobre los se desprenden floraciones que lloran su belleza exótica, cual vendaval de colores hechos lluvia o chaparrones cromáticos; todo ello bajo una plasticidad que resulta metáfora de la soledad, del misterio, lo recóndito y de los indicios de un tiempo perdido.
El lenguaje pictórico del artista, de corte sígnico y expresionista, se imbrica con la noción de lo telúrico para hacer referencia, también como en García, a lo arqueológico en tanto poética de lo memorioso. Esa misma estética del vestigio se observa en su contundente producción tridimensional, que delata la terrible presencia de su serie de cabezas denominadas: Ancestros, realizadas con huesos de animales ensamblados hasta dar con la arquitectura metafórica del rostro humano. Partiendo de este procedimiento, Azuaje logra transfigurar esos restos en una presencia otra, fantasmal y fantástica que, como metáfora de la muerte hace referencia, también, a la constante transformación o cambio que experimenta el universo y los ciclos vitales y, por qué no, a la lucha constante por su conquista de parte del «animal cultural» que somos. Un juego ambiguo entre naturaleza y artificio que lleva hasta los límites la idea de belleza de lo salvaje, de lo intratado-tratado y lo telúrico.
FÉLIX HERNÁNDEZ
Curador
Exposición. 17 nov de 2024 - 18 ene de 2025 / The Ryder - Madrid / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España