Descripción de la Exposición
La investigación y custodia del legado corresponde a Ylonka Nacidit- Perdomo.
La Embajada de España en la República Dominicana, la Fundación Imagen 83 y el Museo Bellapart se han unido para realizar el proyecto expositivo Belkiss Adrover de Cibrán. Archivos fotográficos inéditos: 1948 – 1973 cuya exposición será inaugurada el jueves 8 de noviembre a las 7:30 p. m. en la sala de exposiciones temporales del Museo Bellapart.
Belkiss Adrover de Cibrán nació en Baní, en 1918 y falleció en Santo Domingo en el 1995. Hija de Frank Adrover Mercadall, fotógrafo español radicado en la República Dominicana. Fue parte de la primera generación de egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes (1942-1946), se dedicó a la escultura y se le considera la primera escultora nacional.
También se dedicó a la fotografía, expresión artística de la que es pionera en nuestro país. Escritora y conferencista, vivió durante 30 años en España y allí realizó una gran parte de su obra fotográfica, de la que en esta ocasión se han seleccionado 50 obras inéditas para presentarlas al público dominicano.
Es autora de la monografía Abelardo Rodríguez Urdaneta. Su vida, su obra y sus maestros, publicada en La Coruña, España, en el 1974.
Esta exposición se inscribe en las Semanas de España y PHOTOIMAGEN 2018. La producción de esta muestra ha sido un trabajo conjunto de Ylonka Nacidit-Perdomo, custodia de los fondos de Belkiss Adrover de Cibrán, que hizo la primera curaduría de los archivos fotográficos, documentales e iconográficos, para la muestra que se expone en Bellapart, y Carlos Acero Ruiz, director artístico de PHOTOIMAGEN 2018 y curador de la exposición en representación de la Fundación Imagen 83.
Cuenta con los auspicios del Centro de la Imagen, Archivo General de la Nación (AGN), Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), Fundación Blandino y, el Consejo Nacional de Mujeres, Inc. de la República Dominicana, Induveca y Brugal.
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Belkiss Adrover de Cibrán hacia el asombro de la luz
Por
Ylonka Nacidit-Perdomo
A los esposos: Varinia Caamaño y Roberto Morales, una magnífica pareja de amigos que tienen «los saberes» de que no hay nada nuevo para la humanidad en la invención entre el pasado y el futuro, porque sólo basta la experiencia y la mirada para erigir edificios donde encontremos sin artificios al espíritu artístico.
Todo empezó con los primeros ensayos manuscritos que conocí de Belkiss sobre arte y, sus reflexiones críticas sobre la obra de Abelardo Rodríguez Urdaneta que pude leer en el libro que ella editó, luego de una ardua investigación que realizó de una década sobre este inmortal creador de lo visual..
Desde que iniciamos nuestra amistad intuí que estaba delante de una mujer que tenía total conocimiento de cómo se hace «realidad» el ejercicio del arte, y que a la cronología sobre su vida, que escribimos para presentarla al Museo Bellapart, a los fines de que se realizara su «hoja de vida», le faltaba el estremecimiento lírico.
En algún texto, ya perdido en mi memoria, creo haber leído que desde la década del 30 del siglo XX, se procuraba que los escritores comprometidos incursionaran en la crítica de la fotografía. Quizás leí este dato en el libro de Susan Sontag Sobre la fotografía (ed. Alfaguara, México, 2006) que me regaló mi amigo Miguel Ángel Aza.
Pero, en fin, lo primero que se consideró para la muestra «Belkiss Adrover de Cibrán, Archivos fotográficos inéditos. 1948-1973», con el aval de la Embajada de España, la Fundación Imagen 83, el Museo Bellapart, Semanas de España y Photoimagen 2018, era cómo representar en su tiempo a esta creadora, llamada Belkiss Adrover, y por sí misma y para ella misma Belkiss Adrover de Cibrán, un reto que era, al principio, como un rompecabezas, ya que poner de relieve un perfil biográfico de una persona es una gran responsabilidad.
No obstante, con ese reto por delante, empecé a esbozar su vida de manera documental, a examinar nueva vez, una a una, las carpetas de sus archivos que clasifiqué, y la necesidad de traer a este proyecto noticias suyas al presente.
HOJA DE VIDA DE BELKISS ADROVER DE CIBRÁN. En el presente tenemos esto: Una hoja de vida de Belkiss, opiniones sobre arte de ella para presentar la exposición y un mapa que ilustra los lugares-ciudades que en España Belkiss fotografió y, un de 52 obras fotográficas a blanco y negro ampliadas a un tamaño considerable para su apreciación, y cuatro vitrinas en las cuales se muestran documentos y algunos originales de las fotografías expuestas.
De las fotografías que componen el mural de su «Hoja de vida» una me impacta, y me seduce extraordinariamente, porque hace evidente que ella tenía los «saberes» de cómo iba a ir forjando su vida artística con cierta idealización, a la espera de que se hiciera visible su legado.
La primera es, la célebre «Belkiss Adrover», captada por el fotógrafo Atilano Sánchez, en 1938, al lado de la boca de un cañón, que presumimos es de la época republicana dominicana, y que se encuentra enclavado en la Fortaleza Ozama, en la cual preexiste una coquetería visible de la joven Belkiss, con intención de llamar la atención sobre lo que proyecta hacia el porvenir: que tendría control con fuerza de sus primeros pasos en el arte, que apuntaría con exactitud hacia el futuro para no fallar en sus propósitos, puesto que el lenguaje de las formas depende de cómo se asuma desde un primer plano lo que se solicita tener, registrar y, no echar al olvido.
Y así, las cosas, Belkiss no echó al olvido que era hija de un fotógrafo emigrante itinerante, que apuntó con un ojo avizor a integrarse a divulgar lo que sus ojos veían, y así lo hizo también Belkiss; por lo cual, de igual manera, hoy apreciamos lo que sus ojos vieron desde la fotografía documental, pero con unas características únicas, puesto que vienen de vuelta del pasado, al través de la máquina del tiempo, luego de permanecer en el olvido.
Esta «Hoja de vida» no está en espiral sino en disposición circular porque se cierra con su fallecimiento. Si estuviera en espiral hubiera quedado abierta, y en un multidiálogo de interpretaciones, pero se procuró que la misma estuviera en introspección, y, en un diálogo único con cada visitante que se dispusiera a leerla de manera completa, y que le redistribuyera, en breves párrafos, un perfil depurado de una profesional que arribó al arte en papel (como dibujante), a ser esteta (como conocedora de las distintas manifestaciones del proceso de creación) y, finalmente, era una creadora (como fotógrafa).
La segunda pared de esta muestra, no lo niego, habla por sí sola: es la que ofrece la más hermosa y extraordinaria categoría de «lo visual» a esta exposición. Realizada por la diseñadora gráfica Samanta Sánchez Franco, bajo la supervisión de Myrna Guerrero, directora del Museo Bellapart, se impone como la pared perfecta, editada tipográficamente de manera impactante, además, para que revele la huella, el «saber» de Belkiss de manera explícita y sobria, de que ella hizo la composición de este autorretrato, el suyo, en La Coruña, en agosto de 1973, como si fuera una «plaquette» visual, donde se advierte que tuvo consciencia de que esta postura –su manera de «posar»- podría ser un pliego impreso vertical, donde su figura llenara el hueco entre los dos marcos de la puerta, y gráficamente nada pueda interrumpir la atmósfera escogida, ni siquiera de manera excepcional las cortinas –que se asemejan a encajes- a ambos lados, o el fondo que se advierte del follaje y las estructuras de una pared. En este autorretrato tomado justo, quizás, a uno dos metros, Belkiss cuidó aquí la narratiofísica de su cuerpo para que cumpliera los tres valores que tienen que ser el resultado de un arte en sí, perfecto, como expresa Damian Bayon: «utilidad, solidez, belleza» [1].
¡Es bella esta fotografía!, desde cualquier punto de vista que la observemos; es vital, y de un efecto constructivo, porque trae consigo connotaciones existenciales, un equilibrio visual, una experiencia vivida delante de la cámara, en un primer plano, donde la luz desnuda algo elemental del alma humana: su gozo o felicidad, que en este caso sería la imaginería psicológica de Belkiss en gravedad, pero accesible.
El testimonio de ese clic que se hizo un negativo y después un positivo, es el momento en el cual el enfoque se roba ex profeso la tactilidad, el encuentro entre el tacto y la vista, porque fueron los ojos de la cámara los que al parpadear hicieron posible lo que se conoce como tacto visual a distancia, para que no se alterara lo exclusivo de ese momento para ella: su autorretrato.
Esta es la fotografía que ejemplariza lo exhaustivo, lo elementalmente accesorio, de la forma escogida por Belkiss para aproximarse a la fotografía como documento o testimonio, para que al solo al verla, pudiéramos establecer una conversación inagotable con ella para ir aproximándonos a su obra.
AL ENTRAR A LA SALA. Los ámbitos de esta exhibición, titulados por Myrna Guerrero y Carlos Acero Ruiz, curador y crítico, son: religioso, festivo, retratos, paisajes y vida cotidiana, y tienen cada uno su propio discurso, su propia apertura visual, y enriquecedores planos, y un adjetivo del cual no se pude prescindir: exquisito. Esta es una muestra catalogada por los visitantes al museo de exquisita.
En cada uno de los ámbitos referidos se descubre la sensibilidad estética de la fotógrafa: las formas que quiso captar, las tensiones emocionales que se hicieron visibles en los distintos tipos humanos, que se convierten en reunión de individualidades, en perfiles biográficos colectivos enmarcados cuidando el volumen al natural de los agrupamientos de los sujetos. Los espacios escogidos por Belkiss para fotografiar, o donde ir a fotografiar, fueron las ciudades donde se originaron las historias que se captan en la abertura del lente de su cámara, y donde acciona Belkiss, para descubrir qué es lo que debe de poner de relieve, hacer sobresalir o entrecruzar psicológicamente con movimiento.
Cada una de estas fotografías expuestas admite un escrutinio o desglose individual de su ritmo, siendo lo que llamo así: linealidad entre las formas que se captan, puesto que la fotografía es eso: captar, apresar, atrapar venciendo a las fuerzas centrífugas del movimiento, lo que estalla delante de la luz, de la mirada.
Así el gusto estético de Belkiss se aprecia desde cada close-up que impregna de un sentido al objeto o al sujeto que se expone, que aparece como memoria de un momento. No es de extrañar que, a ella le interesó para hacer una síntesis viva de esos momentos a través del revelado a blanco y negro que ofrece un valor expresionista de «lo visto», de la luz en contacto con la naturaleza en las distintas estaciones del año. Si advertimos por las fechas de las fotografías, la luz que escoge Belkiss es la de todas las estaciones: primavera, verano, otoño e invierno, y esto es lo que le da grandeza a este trabajo, porque cada estación se hace ambiente para sus imágenes: desde el sentimiento religioso, desde su testimonio como viajera por comarcas, de frente a arquitecturas monumentales, en medio de celebraciones, no siendo una excepción los motivos familiares, y esos sorprendentes claroscuros de los retratos que son la máxima expresión de su grandeza como esteta.
Al parecer el ideal estético de Belkiss estaba en conexión con su empeño de seguir los pasos de su padre Frank Adrover Mercadall (1861-1924) pintor y modelador, natural del municipio de Villa Carlos, Menorca, Isla Balear, y crecerse en la gama de ambientes que sensiblemente pudiera mostrar. ¿Qué es lo que se entrevé y no se entrevé en estas fotografías? Creo que lo que todos extrañamos: la quietud de los sentidos ante lo fresco y, ante lo enclaustrado de las creencias y de las ideologías que dividen al mundo en dos mitades: entre lo que queremos y anhelamos tener.
ÁMBITO RELIGIOSO. Belkiss quizá anheló «querer» un mundo lleno de aforismos cromáticos o de sensaciones disimiles a las cuales pudiera acudir. Una de ellas, considero, es la contemplación del orden infinito que se arraiga en la idea de Dios, representado por las formas y practicas de la religiosidad católica en la España franquista, lo cual se muestra inseparable en estos registros, y se hacen fotografía-cuadro, diario-sentimiento de una tradición milenaria que continúa uniendo a los creyentes, porque nos asegura una memoria imborrable del sueño eterno. Por esto, no nos sorprende su visión totalizadora –podríamos decir- del catolicismo a través de la Semana Santa, el momento del cáliz, las procesiones y las romerías que traspasan al tiempo convencional, puesto que se mantienen vivas a través de la fe, pero que Belkiss presenta no de manera sombría, sino encuadradas en el recogimiento y, lo inevitable del silencio, como es el caso de la fotografía de «La Verónica», Semana Santa (Coruña, 1957).
ÁMBITO FESTIVO. En otro orden, desde el ámbito festivo, Belkiss se asoma en procura -como creadora visual- de otra estética: la del movimiento, que no es más que la acción misma, o el escenario dinamizado, y de ahí su exégesis narrativa animada, de «cortejo» natural y épico, de desplazamientos, porque: ¿qué se nos puede mostrar más épico que los carruajes llevados por caballos adornados en virtuoso movimiento, desplegando un ritmo inédito y, donde las musas femeniles sugieren armonía y musicalidad?
Los acertados enfoques de estas cuatro fotografías realizadas en la «Feria de Sevilla», el 18 de abril de 1956, muestran de manera fragmentada, no solo cómo las jóvenes se visten para las festividades, sino cómo cautivan al público general que acude a disfrutar. De ahí, que las observaciones visuales de Belkiss –en medio de estos recorridos- aun siendo epocales, son estampas de colección para sentir que la ingenuidad de los rostros que captura, de las muchachas vestidas para la ocasión, son el paisaje humano dentro del paisaje urbano o citadino, que atrae la atención por la ambientación que inspiran.
A veces siento, cuando observo cada una de estas fotografías, que cada una viene envuelta en una atmósfera de delicadeza, y que la indagación que podemos hacer sobre ellas es, si Belkiss procuró darles puros valores de emociones o puros valores simbólicos, o combinar ambos o acumular al través de la luz ambos valores, porque en esencia es posible que a cada cosa, a cada objeto, a cada persona, a cada paisaje se le pueda ver el alma o la esencia. No lo sé.
Si fuera cierta esta hipótesis de que, a cada imagen se le pudiera ver el alma, estaríamos de frente a una creadora que actuaba de manera consciente, muy consciente, que sabía cómo debía ser la hondura en el plano, y lo visto como sombras.
ÁMBITO PAISAJE. Las fotográficas del ámbito paisaje están impregnadas de una llamada de atención por su composición o «volumen habitable». Belkiss, sensible esteta, con sus ojos nos abría las ventanas del mundo desde distintas perspectivas para el enfoque.
Al observar estas fotografías tengo la sensación de que, es como si nos invitara a verlas desde un cristal versátil para descubrir la profusión de intereses desarrollistas, sociales y culturales que representa cada una, no obstante, ser ella muy escueta en transmitir una figuración de «la realidad», de lo que pretende mostrar con el auxilio de un trípode para su cámara, quizás: la monumentalidad de un puerto, una autovía que hace de corredor, una construcción en viva roca, una playa, un camino de paseo, que nos revelan ambientes de esa España, que aunque estaba llena de contradicciones hacia su interior, se asumía en “orden”, se inculcaba en “orden” y se proyectaba en “orden”.
Estos son los registros de ese “orden”, de esa estabilidad social con sus trasfondos; trasfondos tristes, trasfondos dolientes, o trasfondos inesperados que no se cuestionaban, o que quizás, sí se cuestionaban, pero en la intimidad familiar. Esta España, por la cual viajó Belkiss, es la España, sin lugar a dudas, de la apariencia del “orden” perfecto sin inquietud, la España auspiciadora de una cultura donde las mujeres hacían poca vida pública, y menos aún política.
Estas fotografías donde el objeto-sujeto es, por ejemplo, la «Presa de Belesar» (Lugo, septiembre 1963) o una playa, son sencillamente espectaculares. Presentan una panorámica que causa asombro, y la pregunta obligada es cómo Belkiss pudo captarlas, y hacer que nos detengamos a observar la amplitud de su mirada, para preguntarnos ¿cuál es la forma visible que Belkiss desea que plásticamente nos provoque de manera deliberada?
Ciertamente, revelan una extraordinaria agudeza en el enfoque, porque pretenden comunicar «algo», siendo este «algo» las huellas de un progreso material en la infraestructura. Y es aquí, precisamente, donde la fotografía documental de Belkiss se sustenta, se proyecta con esos rasgos contemporáneos de mostrar lo que acontece, y dar a los demás escenas de lo que es el resultado del desarrollo o “progreso” de una sociedad. Aquí, pues, lo subjetivo es desplazado por lo objetivo y, se hacen polos opuestos, pero sin ambigüedades. Además, el arte, la proyección del arte, se auxilia del autógrafo de Dios, se muestra al natural, para hacerse un registro que estimule a viajar, a conocer otras regiones y lugares de la España en “orden”, para albergar la ilusión de ir en romería, recorriendo lo desconocido en marcha hacia la anhelada modernización
Si observamos con el corazón, y los sentidos en atención, nos deberíamos preguntar ¿qué tipo de voluntad femenina se esconde detrás de estos archivos fotográficos inéditos de Belkiss de 1948 a 1973? La respuesta que me ofrecería a mí misma es que, creo que es la voluntad de que comprendamos a través de una fuente aparentemente no-escrita, la fotografía, que siempre hay alguien que vigilia al mundo, a sus gentes y a sus alrededores, y que pasado el tiempo los exhuma como si se abriera un libro de estampas, que de percibirlo estar en amarillo, resulta que se descubre a blanco y negro para evocar una línea de tiempo que en lugar de darnos latigazos, nos provoca a la contemplación de cómo desde 1948 al presente 2019, estamos ante la evocación de una realidad que está metamorfoseada, que se fue, que huyó, que se abstrajo, espiritual y políticamente, que se cita en los libros de historia, que se indaga, pero que nadie pensó que una dominicana provincial, de la sureña ciudad de Baní, en la República Dominicana, la iba a captar, a guardar en unos archivos cuidadosamente conservados, para que se tuviera un mínimo de idea, de cómo una mujer se las arregló para guardarnos este testimonio que hoy se agrupan en ámbitos, que configuran el primer precedente de una trasnacional hispanista que nos legó un período imborrable de la historia española.
ÁMBITO DE RETRATOS. Belkiss Adrover de Cibrán, desde el pasado 2018, constituye una figura destacada de las artes plásticas nacionales, de las artes femeninas y, por supuesto, de la fotografía latinoamericana de mujeres. Es una pionera, hasta ahora desconocida, que tiene predecesoras, pero ninguna como ella en el país, porque estaba formada profesionalmente en arte; no era una simple aficionada o amateur, sino una figura que puede alcanzar estatura continental, cuando esta muestra «Belkiss Adrover de Cibrán, Archivos fotográficos inéditos. 1948-1973» sea juzgada en la dimensión que se espera: como un hallazgo histórico e inédito.
De todas las reproducciones que se muestran en el Museo Bellapart, al observar las que están al fondo en los murales, las que se han hecho célebres son las del ámbito de retratos. Son tan impactantes, que ya son las joyas de esta muestra, y que desde un principio cuando realicé la primera clasificación de estos fondos me cautivaron. Desde entonces amé verlas en grande y, como un conjunto, son las que atraen más atención, admiración y conmueven por el carácter de los hombres y de las mujeres que revelan. Son vida quieta o vida psicológica detenida por el instante, o también vida en desgano, conformista. Son las que hacen de esta exhibición una museografía perfecta de la mano de Myrna Guerrero Villalona y Carlos Acero Ruiz, acompañados en el montaje por Luis José García, Guadalupe Casasnovas y Antonio Furcal. Esta pared es el ámbito síntesis-de-síntesis de lo bello mismo, desde la exaltación de los claroscuros.
Sí, sí, cada vez que las «veo» creo que en ellas se detuvo la eternidad del ojo, la visión de la esteta, la medición de los siglos y de la presencia del ser en-el-mundo. Es que como si correspondieran a un instante único, y dieran en la diana, en el punto esperado por todos. Belkiss, como artista, alcanzó su madurez como fotógrafa en estas cinco imágenes sin exceso de ambientación, captadas con una cámara mecánica, reveladas con sumo esmero, englobando en ellas una poética visual inevitable, formulada por su apreciación de qué captar y cómo captar.
Mirando detrás del lente, la subjetividad emocional de Belkiss traspasó las barreras de la luz, y se hizo una incorrosible imagen espectacular y, quizás, sin proponérselo, intelectualizada al «natural». Sí, intelectualizada, porque la mirada de esta mujer nos convence de que, el retrato habla por sí mismo sin artificios, y que nuestro presente -ensortijado en las brumas del desconcierto, el desconsuelo o la sumisión a lo desconocido- nos permite la posibilidad de aceptar que somos una esencia errante, que existimos en un punto del planeta donde no escogimos estar.
Estos retratos no requieren ni siquiera un pie de foto, pero sí un extenso estudio, de esa época madura de Belkiss, en 1948, madura porque ya estaba abstraído su espíritu artístico y, comprendía desde los sentidos cómo desdoblarse para elevar a su ser y, que a su vez, perdurara a través de las imágenes para la posteridad.
UNA ÚLTIMA NOTA DEDICADA A LA INFATIGABLE ARTISTA MAYRA JOHNSON. Aun cuando la religión de todo arte es lo bello, la Belleza, Belkiss Adrover de Cibrán tuvo la osadía, si se quiere nombrar así, de emprender distintos viajes en los cuales se dejó cautivar por las costumbres del pueblo español, al que le tuvo amor, procurando, además, conocer su arte, puesto que era la patria de su padre y la que la adoptó, y esto es válido y legítimo cuando hizo su elección voluntaria de ir a vivir a La Coruña, no huyendo solamente a la política local, sino al enclaustramiento en el que pudo quedar aquí su creación artística o sus ansias de volar. Ella no quería ser una simple solitaria con alas de ensueños. Sabía que el arte es para todos: para los idos, para los que llegan, y para los que vendrán ahora, como nosotros, a contemplar su arte.
Yo, al igual que ella, pertenezco a una minoría de solitarios que ama el arte, y lo he hecho evidente preservando estos archivos inéditos en los cuales, además, tengo preferencia por las monumentales que están aquí, del «Acueducto de Segovia» (1957), las «Panorámicas de la Calle de los Jazmines» (1949) de Santiago de Compostela y la «Iglesia de Jerez de la Frontera» (1956) porque me revelan que, aun cuando ha pasado el tiempo y han llegado adelantos tecnológicos, siguen erguidas estas construcciones trazadas por las manos de arquitectos de antaño, para que los ecléticos comprendan que Dios/Madre es luz, y que la luz es la vida misma de la Madre/Diosa entre nosotros.
NOTA
[1] Damian Bayon. Construcción de lo visual. (Editorial Universitaria: Río Piedras, Puerto Rico, 1981): 127.
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