Descripción de la Exposición La Sala BBK del Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta la primera exposición monográfica dedicada a Anselmo Guinea (Bilbao, 1855-1906), un pintor fundamental para conocer las transformaciones estéticas de la pintura vasca del cambio de siglo. Para ello se han reunido 85 obras, de las cuales más de la mitad son inéditas y otra buena parte no ha sido expuesta al público desde hace más de 100 años. Es, por tanto, una ocasión única para valorar unas pinturas, acuarelas y dibujos caracterizados por su delicado virtuosismo y por la espléndida captación de la luz. La selección realizada para la muestra ha tenido en cuenta los géneros en los que trabajó Guinea, principalmente las escenas costumbristas, el paisaje y el retrato, y también las técnicas artísticas que dominó: la pintura al óleo, en mayor medida, pero también sus acuarelas y dibujos preciosistas. Se han añadido, por su valor documental, 3 autorretratos, 4 cartas ilustradas y 8 ilustraciones ejecutadas expresamente para publicaciones de la época. La exposición, además, ha propiciado un exhaustivo trabajo de investigación sobre la vida y trayectoria artística del pintor a cargo de su comisario, el historiador Mikel Lertxundi Galiana, quien pertenece a la Comisión Asesora Artística del museo. Este trabajo queda reflejado en el catálogo monográfico editado para esta ocasión, en donde, desde sus primeras, líneas queda establecida la personalidad artística de Guinea, basada en 'su magnífico dibujo, su ejecución irreprochable, sus dotes de colorista y la cuidada composición'. Exposición y catálogo persiguen un mayor conocimiento y difusión de la obra de Guinea, un pintor bien representado en la colección del museo. Es ésta una de las principales líneas de actuación de nuestro programa de exposiciones: profundizar en el conocimiento y contribuir a la difusión de la obra de los artistas vascos, de la que el museo conserva la mejor y más completa colección existente. Este conocimiento es, además, especialmente necesario en el caso de los creadores del siglo XIX, que carecen en muchos casos de estudios biográficos y artísticos actualizados. ANSELMO GUINEA (Bilbao, 1855-1906) Tras un primer aprendizaje en su ciudad natal con Ramón Elorriaga y Antonio María de Lecuona, Guinea se trasladó en 1874 a Madrid para completar sus estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Un año después volvió a Bilbao, donde pintó los personajes populares y los paisajes al aire libre que dan inicio a la exposición. A finales de ese mismo año se trasladó a Roma gracias al mecenazgo del político y empresario Manuel María de Gortázar. Allí asistió a la Academia Chigi y a las clases de la Academia Española. Desarrolló, bajo la influencia de Fortuny, que había fallecido poco antes, una obra de factura preciosista y en pequeño formato. Son escenas de género con toreros, casacones, moros y odaliscas como protagonistas, que alcanzarían notoriedad en el mercado artístico romano e incluso, después, en el bilbaíno. Paralelamente, Guinea se ejercitó con la acuarela, técnica en la que consiguió gran destreza. Pero esta primera estancia fue breve y en la primavera de 1976 regresó a Bilbao, en donde participó activamente en la vida artística y cultural. Tres años más tarde, en 1879 fue nombrado profesor titular en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao. La segunda estancia romana de Guinea tuvo lugar entre 1881 y 1887, años en los que amplió el espectro de sus intereses hacia distintos géneros de la pintura: a partir de 1883 dejó de un lado los temas orientalistas y de historia para centrarse de lleno en el costumbrismo italiano, desarrollado en composiciones de mayor ambición artística. Son, además, años en los que asienta su reputación como acuarelista y su maestría en la plasmación de la luz. En el verano de 1887 se instala en la localidad vizcaína de Lekeitio y vuelve al costumbrismo vasco, inspirado sin duda por el paisaje y las gentes de su entorno, y también deseoso de responder a las demandas de los coleccionistas locales. Un año más tarde regresa a Bilbao y retoma la docencia artística en la Escuela de Artes y Oficios. Entabla de nuevo relación con el pintor bilbaíno Adolfo Guiard, regresado de París tras una década en estrecho contacto con los círculos artísticos más renovadores. Esto tuvo como consecuencia la adopción por parte de Guinea de ciertos postulados impresionistas, aplicados sobre todo en los fondos de las composiciones, en las que la luz, el color y la pincelada se resuelven de una manera más suelta que los primeros planos, delimitados por el dibujo. El conocimiento a través de otros pintores de las innovaciones estéticas motivó en Guinea el deseo de conocerlas de primera mano y así a finales de 1891 emprendió viaje a París. Allí pudo conocer el impresionismo, el puntillismo y el modernismo. A partir de entonces dio un giro a su pintura, que se hace más luminosa y fluida. Hizo el viaje con el pintor bilbaíno Manuel Losada y ambos vivieron con Ignacio Zuloaga. A su llegada a París, Guinea entró en contacto con otros artistas vascos como el escultor Francisco Durrio y el pintor Pablo Uranga. En 1892 envió 4 óleos al Salón de los Independientes con la intención de dar a conocer su pintura. Son, pues, años de gran actividad en los que Guinea asume diversas influencias que confluirán en la renovación del costumbrismo y el paisajismo vascos. La pintura de Guinea, junto a la de Adolfo Guiard, Darío de Regoyos y Manuel Losada, será decisiva en esa voluntad de renovación. En 1892 Guinea está ya de vuelta en Bilbao, en su casa de la Ribera de Deusto, y vuelve a los temas y paisajes del campesinado local. La ría, sus huertas y la actividad humana tradicional de este entorno serán los temas principales de su producción durante estos años. A pesar de que la industrialización comenzaba a producir alteraciones en el paisaje, Guinea permanecerá aferrado a una visión ruralista y a un interés temático centrado en los oficios tradicionales aún no alterados por el progreso. A partir de 1896 encontrará tipos y motivos para esa visión idealizada en el valle vizcaíno de Arratia. Desplegará así una pintura en la se representa sublimado un idílico mundo rural que resiste los aspectos negativos que el progreso y la industrialización traen consigo. El caserío, la familia y la religiosidad cristiana encarnan los puntales de este mundo arquetípico. Mientras realiza una abundante producción en torno a estos temas, afianza su estilo, basado en la sólida construcción de las figuras del primer plano frente a la mayor libertad en la resolución de los fondos de paisaje. En los años del cambio de siglo la amistad con diversos coleccionistas locales, como Alejandro Anitua y, sobre todo, con el naviero Ramón de la Sota, le permitió ampliar su registro temático con escenas marinas y, además, explorar las posibilidades de otros soportes y técnicas artísticas. Sota le había encargado las vidrieras de la caja de la escalera de su palacio de Ibaigane en Bilbao, para las que adoptó un lenguaje en clave modernista que repetiría en otras vidrieras y en diversas obras de carácter decorativo. En 1900, capitaneada por Guinea y Losada, se celebró la Primera Exposición de Arte Moderno de Bilbao, que surgió como defensa de una necesaria renovación artística. Concurrieron artistas vascos -Regoyos, Guinea, Guiard, Losada...-, pero también el grupo de catalanes -Casas y Rusiñol, entre otros-, con el que mantenían estrecho contacto, y algunos franceses entre los que destaca la presencia de Gauguin. Guinea expuso 31 pinturas con las que recorría su acercamiento al impresionismo, al puntillismo y al modernismo de la década precedente. En octubre de 1901 recibió, junto a José Echenagusia y, más tarde, a Álvaro Alcalá Galiano, el encargo de la decoración pictórica del interior del palacio de la Diputación Foral de Bizkaia, inaugurado dos meses antes. Compaginó este trabajo con el de numerosas obras realizadas en diversas estancias romanas entre 1902 y 1905. Se centró entonces en el realismo social, siempre muy atemperado y sin carga crítica, y, de nuevo, en el costumbrismo italiano que había desarrollado en los años ochenta para satisfacer la demanda de los coleccionistas locales, siempre interesados en su carrera artística. En junio de 1906, de nuevo instalado en Bilbao, Guinea falleció tempranamente. A las pocas semanas de su muerte, surgió entre sus amigos y discípulos la idea de tributarle una exposición de homenaje. Se celebró, entre mayo y junio de 1907, en los salones de la Sociedad Filarmónica de Bilbao y reunió un centenar largo de obras prestadas por sus herederos y coleccionistas. Hasta ahora, ésa fue la última ocasión, hace ya más de un siglo, para ver un corpus significativo de obras de Guinea y comprender así su papel esencial en la renovación de la pintura vasca del cambio de siglo.
Exposición. 17 nov de 2024 - 18 ene de 2025 / The Ryder - Madrid / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España