Descripción de la Exposición
Escultura, terracota cocida policromada con temple al huevo y aceite. Pintura, óleo sobre lienzo.
Con motivo de la inauguración en Villanueva del Rosario de la nueva galería El Estudio de Ignacio del Río, acogemos una exposición a dúo, que hemos titulado Realidad y Artificio, con esculturas de Anna Jonsson y lienzos de Juanma Moreno.
Jonsson y Moreno utilizan la artificiosidad, en el mejor sentido de esta palabra, pues crean con arte, ingenio y habilidad, para formular plásticamente lo que probablemente una parte de la humanidad tiene por real. Pese a lo que pudiera en un principio parecer, no trabajan bajo el signo de la ficción, sino que reelaboran la realidad mediante lo que la retórica ha conocido como tropos, aunque aquí aplicamos la denominación a sistemas de signos visuales, por ser el producto de conexiones, correspondencias o semejanzas y por evocar en el espectador otras tantas.
Pueden ser metáforas cercanas a la alegoría, juegos icónico-plásticos que nos llevan a pensar en la temible mordacidad del conceptismo quevediano, si bien conjugados por Anna con una infinita ternura de colores extraordinarios. Hasta en la acerba Mecagoentó, con esa reina de la casa a la que sexo y género sólo dan sinsabores. En ella, la alusión indirecta se hace metáfora escatológico-socio- económico-cultural-ideológica, al tener el icono que nos identifica como mujeres metido por el culo, o bien sexual (añadan lo que quieran, no voy a repetirme), blanco conejo mágico que sale de la chistera. Éstas y otras conviven con las partes por el todo, la lavadora por algunos de los quehaceres o los juguetes por todos los cuidados, o bien... No en vano esta ángel del hogar consigue un equilibrio precario en los libros que aún la sostienen; en la pila se halla (sin que el azar parezca tener nada que ver), El circo, una loa muy de Gómez de la Serna de las maravillas de esta forma de espectáculo y de vida. A la inversa, ácida y cruel es la imagen que nos ofrece Jonsson del circo de la vida de la mujer, aquí en plena crisis, con una cara como un poema, algunos todavía dirán que de histeria.
En las creaciones de Juanma, ambos tropos, especialmente la metonimia, adquieren un papel fundamental, tanto en el proceso de realización como en los lienzos. Así, el tiempo detenido en una instantánea recoge una Edad de Oro, perdida, sin monstruos a la vista; quizás, porque aún éramos inconscientes, Cuando éramos felices. El proceso de creación de estas obras, cuando las imágenes modificadas gracias a la IA resultaban aún de muy dudosa verosimilitud, conlleva también procesos metonímicos, de selección y conexión, no solamente por parte del autor, sino también por parte de la máquina.
Juanma pinta, procesa sus obras para generar nuevas imágenes mediante IA, e incluye la interpretación del resultado en una nueva obra pictórica, ocupándola total o bien parcialmente cuando las une a figuraciones realistas.
En las esculturas de barro cocido y policromado al temple de Jonsson, lo banal y cotidiano pasa por el tamiz de la ironía y deviene ejemplar, espejo de diversos modos de estar en el mundo, todos ellos compatibles, ni excluyentes ni exclusivos. Podemos pensar que son mujeres que se buscan y se encuentran, a ratos, en el placer, la desidia, el ensimismamiento, la extrañeza o el agobio.
Muchas de ellas leen, como Clara Campoamor en la obra que Anna realizó para la ciudad de Sevilla, otras aman o se dan placer, otras preferirían, quizás, desaparecer. Diríamos que son casi de carne y hueso, con sus imperfecciones físicas, sus anhelos y desvelos, enteramente humanas, aunque la autora guste de las metamorfosis y de los encuentros entre especies.
Así, La Lectora, esfinge griega por ser mujer, aunque anclada al suelo, abandonadas las alas y el hieratismo destructivo de sus predecesoras de piedra, se asemeja más bien a una androesfinge egipcia, aunque dálmata y no león; es una criatura que, ensimismada en la lectura, llora. ¿Por qué las lágrimas se derraman desde unos ojos despavoridos? ¿Por qué un animal de compañía? Como ocurre con el resto de las obras de Anna que se recogen en la exposición, las respuestas a estas y otras preguntas son indudablemente múltiples. Acaso, la lectora llora por las guerras, por los femicidios, por el dolor de tantas, una violencia recogida demasiadas veces en la ficción. Quizás, más bien, porque las mujeres hemos sido invitadas a leer textos lacrimógenos, que siguen construyéndonos como seres subalternos y nos convierten en dulces y amigables animales de compañía...
Los cuerpos, las expresiones, los gestos, las actitudes, las posturas, las miradas de las mujeres se unen al trabajo con el color, simbólico y estético, pieza clave en la plasmación de la ironía de Jonsson y en el placer de la contemplación. Así, Laila, desde su pedestal negro como las telas que la cubren, se asombra ante la actitud de Lola, ¿está dormida? Probablemente, toda violeta, como su soporte, también feminista.
Los resultados de la intervención de la IA en el proceso creativo de Moreno son sorprendentes, pues, una vez recuperado el control sobre la obra final, ésta nos abruma con los monstruos de la razón. Aunque se asemejen a los extraños seres que acechan en la obra de Goya, son criaturas de un exceso de razonamiento.
En esos seres que adivinamos, podrían encontrarse nuestros terrores, la violencia que nos acecha, explosiva en los colores brillantes arropados por el negro, también las figuras informes de algunos sueños, en ocasiones placenteros en colores suaves, también criaturas que podrían haber escapado de una obra del Bosco.
Carmen Cortés
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