Descripción de la Exposición Al parecer, la especie humana tardó más de cuarenta mil años en domesticar al lobo, origen de toda raza canina. Seguramente, es debido a ello que un lobo no domesticado todavía nos inspira miedo. Mas la imagen de un lobo, solitario en una oscura estación de metro, hasta puede hacernos sentir empatía, o como mínimo, un atisbo de compasión. Las fotografías no muerden. Un gorila en actitud pensativa nos remite invariablemente a nuestra propia naturaleza humana, mitad animal, mitad cultural. Si además ese gorila está encima de una cama revuelta, la visión se torna inquietante. Inquietante por cotidiano, por cercano, por natural. Inquietante, porque podemos vernos retratados en esos animales perdidos en espacios de transición; no-lugares que frecuentamos a diario sin que dejen en nosotros más huella que una sensación de indiferencia y/o desapego. Al ver las fotografías de Mikel Uribetxeberria (Urrestilla, 1975), uno se imagina perfectamente cómo se sentirá ese alce perdido en esa sala con moqueta del aeropuerto de Stansted. Es la característica común de todas las fotografías de la serie 'Animalia': los animales sacados de su contexto y reubicados en espacios urbanos se convierten en signos que nos interrogan sobre nuestra propia condición humana. No es que el artista equipare al ser humano con otra especie animal cualquiera, pensamiento tan en alza en los últimos años, en los que la mascotización de los animales se está extendiendo a las personas, sino todo lo contrario: busca lo humano en lo animal, para poder vislumbrar lo cultural en lo humano. La oposición tan efectiva entre la naturaleza salvaje y el entorno urbano, unida a la definición técnicamente impecable de las fotografías, hacen que el espectador vacile de sus manidos esquemas dualistas de animal vs. humano, o naturaleza vs. cultura. En el caso de Mikel Uribetxeberria, esa turbación se logra mediante una delicada construcción formal de las fotografías, heredera tanto del collage como de la manipulación por ordenador, pero hija de su tiempo, ya que en realidad el artista no ha fotografiado animales, sino que los ha buscado y encontrado en la red. Esta transparencia en el proceso de trabajo, aparte de inspirar confianza, trasluce una actitud estética cercana al concepto de Post-producción propugnado por Nicolas Bourriaud. El artista ya no trabaja aislado de la sociedad, encerrado en su estudio; el artista es una suerte de dj, u homo sampler, que puede propugnar un nuevo uso de los signos que tiene a mano, una nueva lectura. Es el sino de los tiempos. Como decía David Forster Wallace, al artista contemporáneo no le queda otro remedio que ser un cleptómano de buen gusto.