Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Así, como quien no quiere la cosa, han pasado casi veinte años desde que vi las primeras pinturas de esta holandesa, afincada en Madrid, llamada Angie Kaak. Eran, las de aquella exposición, unas piezas que podríamos definir como modestas, tanto en su tamaño como en su temática, pero que a cambio, en su ejecución, mostraban esa cosa tan difícil de precisar (y de obtener) que es el 'encanto'. El encanto se tiene o no se tiene, pero no se puede impostar, no se puede simular, no se puede construir. Tenía 'encanto' la obra de esta pintora y, lo que es más difícil todavía, lo sigue teniendo a pesar de que su pintura ha crecido, se ha vuelto más ambiciosa, más técnica, más trascendente. No es fácil conservar ese acento de frescura o de inocencia cuando pasa el tiempo, y lo que eran modestos ejercicios tácticos se convierten en grandes batallas de expresión y de procedimiento. Angie, o Angélica (como le gusta ser llamada cuando emerge su temple, su instinto y su gusto de artista) Kaak utiliza la pintura como una forma de conocimiento. No es nada descabellado. Existen diferentes formas de conocimiento, a saber: el conocimiento mágico, el conocimiento científico, el conocimiento artístico, el conocimiento empírico,... Cada uno elige el que mejor se acomoda a su talento o a su temperamento para enfrentarse al mundo o, mejor, para intentar comprenderlo. Ayudada por la pintura Angie explora los abismos de la conciencia, los espejismos del alma, los paisajes de esos pequeños microcosmos que parecen encerrados en una gota de agua. No es, parece que viene a decirnos, solamente la luna la que tiene una cara oculta, y su misión como artista, su quehacer y su oficio, es precisamente revelar, hacer visible, ese lado invisible de las cosas, incluso de los objetos cotidianos. Lo hizo en otro tiempo con las piedras y las plantas, y hasta con los cacharros de cocina o los humildísimos ajos que ella pintó de una manera que parecían objetos místicos, tan puros como la oración de una virgen. Ya lo decía Santa Teresa, que era posible encontrar a Dios entre los pucheros. Ahora, en esta nueva muestra de su trabajo, parece intentar desvincularse de toda materialidad, y es por ello que su obra tiene esa apariencia tan fluida, llena de movimiento, en la que las líneas tienden siempre a adoptar una forma centrípeta, buscando un centro esencial. Mirándolas durante un tiempo, tal parece que intentasen absorbernos en su vórtice. Para ayudarse ha utilizado una llave, una gran bola de cuarzo (que en su forma más literal aparece aquí representada en una deliciosa serie de dibujos) que ha servido como desencadenante de un viaje al parecer astral y grandioso pero que yo entiendo más como un periplo primordial, una búsqueda de la esencia, más que de la solemnidad cósmica, un viaje interior, en definitiva. El repertorio cromático es extenso, hay piezas trabajadas en colores muy vivos, ácidos, y otras en fondos negros que aceleran su aspecto fantasmagórico. También los tamaños y las técnicas difieren (dibujos a lápiz, a colores, pinturas, esculturas de alambre o de escayola), y añaden amenidad a la exposición. El conjunto es ligeramente turbador, como si las pinturas gravitasen en torno nuestro. O quizá sea otra vez esa capacidad del arte para plantear interrogantes, más que para dar repuestas. Todo esto está muy bien y demuestra que Angélica Kaak mantiene su inquietud exploradora, y que no sólo ha crecido en aspectos meramente técnicos, pero, en definitiva, lo que hace de su pintura algo valioso, algo que nos gusta mirar con detenimiento, incluso poseer como un pequeño tesoro, sigue siendo eso, ese algo intangible y placentero, tan grato y, por qué no decirlo, tan considerado: su 'encanto'.
En esta nueva muestra de su trabajo, preparada para la santanderina Galería Siboney, parece intentar desvincularse de toda materialidad, y es por ello que su obra tiene esa apariencia tan fluida, llena de movimiento, en la que las líneas tienden siempre a adoptar una forma centrípeta, buscando un centro esencial. Mirándolas durante un tiempo, tal parece que intentasen absorbernos en su vórtice.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España