Descripción de la Exposición
Cumplida casi una década de la desaparición de Ángeles Marco –sin duda, una de las figuras más destacadas de aquel potente renacer, hoy ya histórico, de la joven escultura, gestado en la transición cultural española-- la Galería espaivisor aborda la asignatura aún pendiente, que supone la organización de una muestra selectiva de sus obras, transformándola conscientemente, además, en merecido homenaje.
Se trata de una exposición centrada en una cuidada suma de piezas, pertenecientes todas ellas a series concretas, realizadas, en su día, en ciclos de calculado trabajo, tal como operaba siempre Ángeles Marco, cuya amplia producción bascula, cronológicamente --en su franja más prolífica-- entre los años 1974 y 1992, de aquella recodada Valencia finisecular.
He revisado tales obras –sin prisa y una a una--, enlazando pausadamente recuerdos, silencios y contextos, estrujando así, una vez más, mi personal magdalena proustiana entre los dedos. De hecho, conocí a Ángeles Marco cuando, iniciados los años ochenta, estaba dando por finalizada su importante Serie Modular (1974 / 1980), aunque seguía completando los últimos eslabones del proyecto, henchido de geometrías, de dialécticas formales, de contrastes cromáticos, juegos estructurales, opciones combinatorias e imperativos seriales.
De cara a su consolidación académica, como profesora, faceta vocacional a la que se entregaba sin medida --en la nueva Facultad, recién evolucionada de la histórica Escuela de Bellas Artes-- necesitaba Ángeles Marco, igual que el resto de sus colegas docentes, realizar su tesis doctoral. Justo en esa concreta bisagra --al solicitar mi ayuda, como director del proyecto / diálogos entre filosofía y escultura-- echó raíces nuestra sólida y dilatada amistad. Conexión labrada en trabajos y estudios conjuntos, al hilo de reflexiones compartidas y colaboraciones intelectuales, desarrolladas en ese obligado paréntesis cronológico, que supuso la realización de su performativa tesis doctoral, transformada en eficaz germen y crisol de sus nuevas series de motivadas propuestas escultóricas.
Recuerdo, perfectamente, que en las preparaciones parsimoniosas de las concretas series Espacios ambiguos / Imagen y Ficción (1980-86) y Entre lo real y lo ilusorio (1986-87) se iban reajustando, incluso, los títulos respectivos, al mismo compás que progresaba la realización de la tesis, ya que fue esta, de hecho, el auténtico banco de pruebas del doble trabajo --investigador y operativo--, que revulsivamente se producía. La tesis fue, por cierto, compleja en su articulación y prolongada en su desarrollo. Se leyó, de forma exitosa, hace ya exactamente treinta años, el 29 de abril de 1987, en la Universidad Politécnica de Valencia, titulándose “Imagen y ficción. Análisis de un proceso creativo en escultura”. Y ese mismo año –palanca innegable-- se iniciaron, además, con especial fortaleza, otras fundamentales series como El Tránsito y Salto al vacío (1987-1989), que fueron efectivamente determinantes en su trayectoria.
He de confesar que la idea, sumamente pragmática, de que su tesis debía centrarse en torno a sus nuevos proyectos escultóricos --para que así se reforzara y adquiriera solidez su propio itinerario creativo-- era algo que, por mi parte, como profesor de Estética y Teoría de las Artes, solía repetir, como estrategia didáctica, a cuantos apelaron a mi consejo y respaldo académicos, desde aquella facultad, que casi se convirtió –complementariamente-- también en la mía. Lo reconozco con satisfacción distanciada, tras los eficaces efectos, por mí, testados, en el transcurso del tiempo.
Aquellos años de intermediación transformadora, ocupados entre la docencia, la investigación y la creatividad directamente aplicada, conformaron, sin duda, para el haber profesional de Ángeles Marco, una etapa crecientemente revulsiva e intensamente sostenida. Lecturas, escritos, conversaciones y proyectos fueron articularse de manera sólida, efectiva y unitaria, dando lugar a “la memoria del taller”.
El otro punto neurálgico, en su trayectoria vital y profesional, se catalizó, asimismo, a mi modo de ver, en torno a la gestación de su muestra paradigmática en el IVAM, “Ángeles Marco. El taller de la memoria” (1992), de la que fui comisario, a petición suya, concretamente montada en el centro del Carmen, que entonces era también sede adjunta de la prestigiosa institución. Una etapa para recordar –sin ira-- admirativa y nostálgicamente, en la desigual historia del centro.
La preparación de la muestra --una vez aprobada por el Consejo Rector, del que durante lustros formé parte-- supuso asimismo un constante e intenso trabajo conjunto (1990-92). Para mí, el comisariado de la exposición fue, estrictamente hablando, una especie de efectiva prolongación de su tesis doctoral: el mantenimiento de las mismas estrategias de diálogo, la contextualización pormenorizada de las series anteriores y la gestación de piezas nuevas, enfatizando, siempre, la vigencia de la categoría de “relación” entre todo el conjunto del proyecto / itinerario. Recuerdo que incluso llegamos a decidir que el recorrido, para los visitantes de la muestra en el IVAM, sería, ni más ni menos, una especie de analogía al hecho concreto de visitar –con evidentes afanes didácticos-- el taller de la escultora, potenciando momentos / espacios / bloques propositivos / obras y rincones bien diferenciados, en sus respectivos contextos. El cuidado catálogo del evento –hoy documento fundamental-- obedeció asimismo a idénticas pautas expositivas.
Soy consciente, ahora, de que estoy redactando este texto 25 años después de aquella muestra, habida en el Instituto Valenciano de Arte Moderno. Me vienen a la mente los trabajos del montaje, las discusiones apasionadas por la selección de cada pieza y su ubicación en los espacios apabullantes del antiguo Convento del Carmen --justamente allí donde ella había cursado sus estudios--, como histórica Escuela de Bellas Artes. Se cerraba así, simbólicamente, un círculo biográfico, a la vez que se consagraba operativamente otro de alcance profesional. Era la primera escultora, en su ámbito intergeneracional valenciano, que exponía, de forma individual, en aquel IVAM de doble sede, que hoy recordamos, en su polémico alcance diacrónico.
El lector se hará cargo, pues, de este particular contexto de rememoración, tan marcado, que condiciona y dirige mi escritura, al ir revisando las piezas que conforman esta importante exposición actual de Ángeles Marco, centrada precisamente en el conjunto referencial de cuatro amplias series, fechadas a caballo entre 1974 y 1992, de las cuales, en su taller, aún se hallaban algunas obras disponibles, guardadas por ella, en su fondo de trabajo y paralela colección. Casi, pues, un recorrido de veinte años de producción revisada. Una etapa conjunta, sumamente destacada de su trayectoria. En concreto se exponen trabajos pertenecientes a la Serie Modular (1974-1980), a la Serie El Tránsito & Salto al vacío (1987-89), a la Serie Suplemento (1990-1992) y a la Serie Presente / Instante (1991-92), que constituyen y de-muestran una consolidada depuración en sus trabajos escultóricos, constantemente reflexionados, revisados y complementados.
Sus series nunca se cerraban, ya que podía volver a retomar temas, contrastar materiales, avivar referencias, problemas e ideas --equidistantes, por lo común, de la cotidianidad--, pero llevados, casi siempre también, a sus últimas consecuencias, en su creciente reducción y radicalidad ejercitada. A veces surgidas / despertadas –sus obras-- por una reflexión, un contraste conceptual o un suceso, bien procedente del contexto inmediato o bien derivado, quizás, de una lectura específica o simplemente, incluso, de una conversación. Sin embargo, era la atmósfera del taller lo que activaba incisivamente la memoria de lo ya hecho y propiciaba, además, nuevos quehaceres y proyectos. De ahí surgió el título de la muestra del IVAM y también el de alguna monografía escrita sobre ella y su producción escultórica, que póstumamente le dediqué, como personal tributo y recuerdo (2013).
De hecho, la herencia constructiva, consolidada en su primera serie modular, ya siempre formó, de algún modo, parte de su posterior metodología creativa. Construir, apelando a la depuración minimalista, a la reducción de elementos y a la potenciación relacional entre ellos, siempre -- eso sí-- apelando además a la recurrencia conceptual y a la motivación asociativa. “No hay obra --mía / para mí-- sin pretexto y contexto”, repetía.
A partir de este camino, estrategia y método, tan singulares, podía depurar, reconstruir, conceptualizar y dar respuestas estéticas eficientes, al entramado de sus piezas, de acuerdo con sus propósitos narrativos y de escenificación calculados, atendiendo, en simultaneidad, a las exigencias de los propios materiales (hierros, cauchos, lonas, tejidos varios o negativos fotográficos), de cara a la creación / aprovechamiento de espacios y reubicación de objetos, potenciando marcos / ambientes adecuados para sus instalaciones y/o agenciándose escenografías para sus performances (paneles, cajas, carros, trípodes, monitores, vídeos, estampas originales y textos). Aunque, en el fondo, el motor de sus trabajos se arropaba siempre conceptualmente.
Podríamos rastrear, antropológicamente, en su diversificado quehacer escultórico, la presencia de un plexo estructural de ideas básicas –para ella-- como vacío, tránsito, identidad, olvido, ausencia, viaje, situación intersticial o de desequilibrio, pero también de andamiaje, de geometría secreta, de vigilancia, de huida, arropamiento y de rememoración. La auténtica prueba de fuego radicaba, siempre, en cómo versionar / trasladar estratégicamente tales inquietudes conceptuales a las obras, a la selección de los materiales que fuesen más adecuados, a la construcción / conformación concreta de la propuesta física y también, finalmente, a las condiciones exigibles a la instalación de la pieza. No concebía, de hecho, Ángeles Marco que se pudiera escindir / aislar la realidad de sus piezas de sus respectivos contextos, de sus génesis correspondientes y de sus finalidades. Cada obra mantenía activa su intrínseca memoria.
En sus exposiciones, apostaba / esperaba que el visitante, en su sagacidad personal, tras su sorpresa / desorientación inicial, hilvanara parsimoniosamente enlaces “entre” los diversos grados de protagonismo presencial, reservados cautelarmente a las ideas, dispositivos y elementos –formales / materiales-- constituyentes de sus obras. Tampoco dejaba nunca de reencontrarse --sugerida e involucrada personalmente-- en sus propuestas. En realidad, más allá de la autoría exclusiva de sus piezas, dejaba voluntariamente que se filtrasen, en ellas --incluso de forma calculada-- sus imágenes preferidas, sus textos, sus huellas, determinadas pistas personales y sus voces e incluso su figura real (Serie Presente / Instante (1991-92) o su impactante Performance fílmica (1999-2001).
De esta guisa, experimental e incansable, en su explícita carrera hacia adelante, la escultura –teatralizándose entre sus manos-- incrementaba los intercambios dialógicos con la música y las palabras habladas, con los videos y las fotografías, con los textos escritos y las secuencias cinematográficas. Acelerada vitalmente, siempre quería más y más, tras sus reflexiones visionarias y sus estrategias en abîme. Lo sé por experiencia.
Incluso, años después, tras los penosos intervalos de su enfermedad y el recurso a otras dedicaciones de alcance terapéutico, ya a mediados del 2005, volvió a citarme, encore une fois, en su taller, para que viera / compartiera las obras que iban a propiciar su “relanzamiento”, me dijo ilusionada. A la vez, me pedía un texto de barandilla para aquella muestra, que tuvo lugar entre septiembre y octubre, de aquel año, en el Claustro de Segovia. El programa propiciado era prácticamente una selectiva relectura –transvisual-- de su propio itinerario. Quizás un balance selectivo, que rescataba y releía piezas emblemáticas de algunas de sus series, llevándolas, incluso, más allá de su origen, aunque las dimensiones de las obras se ceñían, más bien, en aquel caso, a sus actualizadas fuerzas físicas de entonces. A pesar de que la intensidad imperativa de su voz ya no era la misma, el brillo de sus ojos sí que se mantenía impertérrito.
El título de la muestra, como siempre, en ella, era sumamente elocuente y encerraba dobles lecturas, entre líneas: “Ángeles Marco. El último minuto”. Sin duda, lo tenía decidido de antemano. De nuevo, el reto, la sorpresa, el preanuncio, el guiño, la ambigüedad y hasta la esperanza tensa tenían allí cabida.
Sólo cuando, motivado por la amable invitación actual de EspaiVisor, he necesitado releer de nuevo, ahora, con esfuerzo, mi texto final y reviso las imágenes de entonces, incluidos ambos –imágenes y texto-- en la escueta publicación de aquel 2005 --que guardo testimonialmente en mi archivo--, creo que entiendo, mejor que nunca, la fuerte polisemia y los múltiples alcances y sentidos que pueden encerrar las palabras escritas hace tiempo y en circunstancias especiales. Todo sea, pues, en homenaje directo a su memoria.
Por eso hablaba, al principio de esta reflexiones, de una asignatura pendiente: la de propiciar una muestra de las obras que permanecían, aún, recogidas en el taller de Ángeles Marco, al que siempre me referí como “el taller de la memoria”, porque todo parecía tener allí cabida. Una muestra que nos ayude a repensar, hoy, intergeneracionalmente, la historia de aquel renacer de la escultura valenciana de la transición, aunque sea de manera reductiva, de la mano de una de sus mejores y más destacadas representantes. Siempre pensé y sigo manteniendo que la memoria no sólo es depósito de recuerdos sino también eficaz palanca de proyectos.
Una última anécdota. Cuando estaba, precisamente, Ángeles Marco proyectando las más polémicas piezas de la Serie Salto al vacío, hacia finales de la década de los ochenta, una tarde, en su taller de la calle Museo, discutíamos, café en mano, sobre la presencia de la memoria, individual y colectiva en su obra y, por mi parte, esgrimí la argumentación del doble sentido, que cabe darle y que vengo de apuntar más arriba, añadiendo además lapidariamente: “la memoria, amiga Ángeles, no siempre salta hacia atrás, obsesionada en reajustar cuentas con el recuerdo, también, convertida en base de iniciativas, se atreve a saltar hacia el vacío de la aventura inexplorada y futura”. Puntos suspensivos…
Por eso, al iniciar el presente texto he querido homenajearla, como en secreto, oblicuamente, a través del esotérico título, ahora justificado en brevedad, en su contexto de antaño, encuadrado en una acertada decisión expositiva presente.
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España