Descripción de la Exposición Cada cuadro es un viaje. Cada viaje una muesca en el itinerario de las almas. Una experiencia que se graba en el adn de la memoria sentimental, la más pertinaz de las memorias. La más inolvidable de las conciencias.
María de la O Jiménez Otero nos invita a un viaje al paisaje interior, que es suyo cuando pinta y es nuestro cuando lo miramos, cuando lo compartimos, cuando abrimos la puerta de la galería y nos enfrentamos a esos mundos enmarcados y sin embargo libres, no prisioneros ni recluidos ni limitados. El que mira, el paseante, se para ante una playa, unas olas que rompen, un criadero de ostras en día gris o una barca suspendida en el universo de un mar tan veraz como onírico, una soga que se desteje libre de una alambrada estilizada y sobria, no triste, no sombría, no siniestra. La mirada, tal vez aún más que la palabra o con mayor tino, nombra la realidad, es la realidad que el hombre, la mujer, viven y describen. El mundo no existe si alguien no lo mira, si alguien no lo nombra.
La vuelta al mundo en los dieciocho cuadros de Maria de la O dispone al paseante a compartir con la artista una emoción desde el primer momento. Puede ignorar quien mira la laboriosa hermenéutica del proceso creador, no es preciso que conozca al detalle la extraordinaria dificultad de la técnica que ha elegido la pintora. Ah, la acuarela, tan fácil de entender tan endiabladamente difícil de domeñar.
Deténgase el contemplador en estos 18 trozos de vida mirada, de mirada vivida y comparta con la autora la capacidad que tiene el ojo que ve y la mano que crea de inventar una y mil veces el instante. El mar de ayer no es el mismo de hoy, como esa ola, a veces verde, a veces gris, a veces intensamente azul no es idéntica según la hora, según el reloj de la emoción mas íntima.
Como Turner, el maestro que trascendió el paisaje para siempre, como Nonell, Fortuny o Lacomba, la pintora no pinta lo que mira, sino es lo que mira, mezcladas para siempre la realidad y el sueño. El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona dice Hoderlin y dice Maria de la O, cada uno a su estilo, el poeta con palabras, la pintora con malabarismos hijos del papel, el agua y la pintura.
Las 18 criaturas que habitan en esta galería vienen de un parto doloroso y gozoso, alumbramiento al fin, hijos de una técnica casi fonambulista, el pincel como objeto subsidiario, las manos de la autora, el papel, el agua y la pintura como aliados de estas creaciones aparentemente ingenuas, técnicamente irrefutables. Artísticamente hondas, humanamente bien hechas.
Recomiéndese al paseante que elija su momento y su cuadro. Que se convierta en playa, en madera vencida o en olivo sediento. No pretenden estas palabras contarle lo que ve: no podrían. Mire y viva el espectador como mira y vive la pintora.
Nuestro primer hallazgo es el nacer.
Si se nace
con los ojos cerrados, y los puños
rabiosamente voluntarios, es
porque siempre se nace de quererlo.
Quiera con Pedro Salinas y María de la O Jiménez Otero nacer el paseante. Porque crear, lo dicen sin palabras estos cuadros, es negarse a la muerte, es tomarse la vida por la mano y nombrarla. Para que alguien como usted que esto lee la sienta, la sueñe, la comparta.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España