Analía Sandleris ha cohabitado con su pasado --algún espacio ubicado entre la memoria y la imaginación-- con la mudable perseverancia de un brumoso sentimiento nostálgico. La veleidosa persistencia de un tiempo inasible, sólo intuido, ha marcado sostenida presencia en su obra, provocando reacciones expresivas que guardan proporción con la violenta irrupción del retorno o con su lenta aproximación. Estas respuestas han requerido oportunamente de relatos destinados a aliviar obsesiones en monólogos de variado porte y tenor, frente al inmenso silencio continuado de lo que fue.
La artista se expone codificada en la tela mediante referencias autobiográficas, incorporando ingredientes que funcionan como prolongaciones de su propia historia o de su genealogía. Espacios de su territorio personal que en muchas ocasiones no se estructuran de forma lineal, sino que están aislados en su hermética lectura: la pintura actúa como un laberinto de conceptos y sensaciones del presente fugitivo de la artista. Destrucción de...la sensualidad femenina como la representación estética de la incertidumbre y la transformación de la existencia desde el lado negativo: lo tenebroso, lo horrendo, lo demoníaco. La transgresión y la muerte.
Áspero como un bramido, sutil como una confidencia en voz queda, el espíritu de la obra de esta artista a lo largo de toda su trayectoria es una trasposición literal de sí misma, una metáfora de afectos, obsesiones, pensamientos, concepción de la vida y el arte. Una y otro, sólo uno. Mirada retrospectiva, mirada introspectiva, asimismo sólo una. La cohesión de la obra es la continuidad de la confesión.
Entrada actualizada el el 20 ago de 2018
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