Descripción de la Exposición La anagnórisis es el reconocimiento de lo que hay en uno mismo y el descubrimiento de lo que no se sabe y desconoce. Una manera de verse a sí mismo desde diferentes perspectivas, ninguna excluible y todas necesarias para la conformación de la propia persona. En origen, un término de la estructura de la tragedia utilizado por Aristóteles que implica un desconocimiento de quién es el propio personaje y su posterior descubrimiento. Las raíces semánticas griegas de la palabra anagnórisis, el reconocimiento, así como las que designan el acto de leer y el propio lector, son las mismas. El movimiento entre desconocimiento y conocimiento viene dado por el reconocimiento; la lectura individual. Y esto no solo pasa en literatura sino también en escultura. La imagen escultórica se reconoce, se crea leyéndola y dependiendo de esa lectura, el reconocimiento de cada uno variará. De ahí el mensaje universal que lanza al exterior la obra de López-Arza, un mensaje de profundo humanismo. El proceso del reconocimiento en el autor salta de su propia búsqueda de nuevas formas de visión de cada una de las piezas, al de los avatares que llevan a la propia escultura a actuar de manera libre implicando al lector de la obra para que pueda encontrar su propia composición, de acuerdo a las expectativas de su búsqueda. Muchos son los sentimientos que emanan de la ubicuidad, el polimorfismo en estructura y tema y la universalidad de estas esculturas. El principal el que nace de la propia búsqueda, el suspense que genera no conocer el resultado total. Un resultado previsto. Tampoco un resultado definitivo. Un suspense que se rompe, como en las películas, sólo con dar la vuelta, cambiar de posición y verse en un mundo nuevo, siendo un ser distinto, con una nueva perspectiva acerca del ser humano y de su propia personalidad, que al mismo tiempo conforma una escultura nueva; o una imagen pictórica distinta creada por el caprichoso juego de sombras que, como en el inicio de una pintura, proyecta cada una de las infinitas posiciones que un rayo de luz permite formar. Y la sorpresa, también la sorpresa, producida por las generosas piruetas técnicas que derrocha el autor cuando las abejas y su cera se convierten en el bronce de Hefesto gracias a sus manos. Aunque las interpretaciones en apariencia pueden ser infinitas, esa formación plural se disuelve como en un crisol en cada uno de nosotros en una identidad propia, que es la que realmente corresponde a cada visión de la obra de arte. Cada experiencia personal, como lector de la imagen, hace desposeer al autor de la propiedad de la visión: la imagen no es suya, como tampoco lo es ya la obra; pertenece a cada uno de nosotros que observa, escudriña, palpa y crea su imagen propia y particular. De la misma forma que una obra, de estas que nos propone José Antonio, cambia de significado cuando la mínima variación de posición o de iluminación se produce en ellas. La vida que cobra la obra del autor es única, individual pero a la vez universal. No se trata de descubrir un mensaje oculto, sino de disfrutar del juego que nos propone López-Arza. Un lúdico pasatiempo de reconocimientos de la forma creada por sus manos.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España