La obra de Ana Bragado nos transporta a parajes cuya existencia y gracia pasan desapercibidas ante unos ojos preocupados por distraerse y ser derrochados en la ajetreada e insulsa vida que los avances, la historia y nuestra propia condición nos han condenado a transitar, no obstante, de vez en cuando, sentimos una llamada hacia ciertas imágenes, formas... es ese momento de contemplación, de tranquilidad y quietud el que la autora nos presenta, extrayendo nuestra capacidad dormida para la abstracción en la sinuosidad, de una forma sutil y volátil que no deja de asemejarse a su fuente de inspiración. Nos transporta a un plano de lo extrasensorial y espiritual en el que podemos apreciar el arte aún sin conocimiento, ya que existe un lenguaje universal que comprendemos en lo mas profundo de nosotros y que ésta obra logra hacer brotar.