María José de La Chica (Madrid, 1960), artista, diseñadora, ilustradora y decoradora, que ha aplicado toda su experiencia laboral en la investigación personal de la pintura, comparte espacio con José María Casanova (Burgos, 1956), reconocido escultor del panorama artístico español, quien ha realizado numerosos monumentos públicos como los que se encuentran en Pinto, Torrelodones o Pozuelo de Alarcón, y en numerosas instituciones.

La exposición muestra cómo la convivencia entre dos disciplinas, pintura y escultura, pueden convertir el espacio galerístico en un mundo tridimensional que invita al espectador a adentrarse y a participar en él.

La obra de ambos, tiene en común un concepto que va más allá de la propia estética. La idea de crear un ambiente, una atmósfera, un estado. Por ello, los personajes que lo integran, no son cuerpos inertes que ... ocupan un lugar, sino figuras vivas que aportan carácter e identidad al espacio en el que se encuentran.

Esta idea, se aprecia fácilmente en los nidos de María José de La Chica, espacios intimistas que albergan un interior, pero que en esta ocasión se abren hacia el espectador en formas infinitas donde la mirada se pierde. La afición y la práctica de María José por el Land Art se deja ver en estas obras en las que la naturaleza ha dejado una señal, una huella, una marca de su identidad.

Dichas formas, se unen a lo humano en las esculturas de José María Casanova. De contenido realista pero de ejecución expresionista, sus personajes exaltan las relaciones humanas y proporcionan al lugar en el que se encuentran, una carga emocional tan intensa que crea también un entorno. La madera, el bronce o el acero, son materiales que le permiten explorar las figuras e integrarlas en el medio, consiguiendo un diálogo entre personaje y espacio.

En definitiva, podríamos decir que los espacios de María José y los personajes de Casanova, se dan la mano en una exposición que pretende romper las fronteras entre el ser humano, el arte y la naturaleza.