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Always After

Exposición / Soledad Lorenzo / Orfila, 5 / Madrid, España
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Cuándo:
11 ene de 2007 - 17 feb de 2007

Organizada por:
Soledad Lorenzo

Artistas participantes:
Iñigo Manglano-Ovalle

       


Descripción de la Exposición

Segunda individual de Íñigo Manglano-Ovalle en la galería. Aunque nacido en Madrid en 1961, vive (desde niño) y trabaja en Chicago, donde es profesor en la Universidad de dicha ciudad. Se presentan cuatro piezas escultóricas, un vídeo, una instalación y tres fotografías, realizadas en el año 2006.

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El arte más característico de nuestro tiempo es la investigación. Los límites de los lenguajes, las técnicas, las posibilidades de la creación se han abierto tanto que cualquier materia puede tener su vía en este territorio ambiguo e indefinido. Los Dj’s ocupan las salas de los museos, los cocineros van a la Documenta y artistas de todo origen y condición se lanzan hacia el vídeo y el cine ansiosos por, finalmente, encontrar su propia expresividad con el mismo afán que comisarios tramposos hacen del cine, la radio o el documental la materia de sus exposiciones. Mientras tanto los artistas investigan. Desde la literatura hasta la genética, desde el derecho político hasta la tecnología se convierten en campos de investigación donde se generan nuevas narrativas visuales, desde donde surgen historias simbólicas que nos atañen directamente a nosotros, los ciudadanos de esta sociedad que vive a caballo entre dos siglos, entre dos sensibilidades.

La tecnología de última generación y el azar. Las sensaciones más privadas, más individuales que somos capaces de sentir, y un sentido global y colectivo de control político. Nuevamente lo privado y lo público, lo personal y lo universal, convergen en una obra de arte. Una vez más el arte demuestra que solamente las formas narrativas, los soportes técnicos, las expresiones visuales, se transforman en el dudoso camino de la evolución del hombre. El contenido permanece, sigue siendo lo mismo que mueve al mundo desde que el hombre llegó a él. Pero sí es cierto que esos sentimientos se van desmenuzando y es ahora cuando afloran sensibilidades nuevas hacia aspectos sociales que antes nunca estuvieron presentes de la misma manera en ningún momento de la historia del arte. O tal vez sus nombres eran en ese entonces diferentes. Diferentes las formas en las que el miedo, la soledad, el desastre, la incomunicación, estaban actuando en nuestras vidas. El miedo al fin del mundo se cambia por la amenaza invisible del terrorismo; la incomunicación que daba la distancia y la dificultad en las comunicaciones, ahora la produce la excesiva cercanía y la sobreabundancia de información. El tiempo real ya no existe, pues todo el tiempo acaba siendo irreal y falso. Una serie de TV se emite en tiempo real, son 24 horas de acción; en cine se filma con sonido directo, sin edición ni montaje, con la luz real en cada momento. Las guerras se emiten en tiempo real, el hombre del tiempo nos informa de hacia donde soplará el viento.
Tal vez solo nos quede el arte. El arte en cuanto creación de sentido, ordenamiento del caos, figuración de belleza. Reajuste de una historia abstracta que solo cobra sentido cuando la contamos, cuando otros la oyen, cuando nosotros mismos, los narradores, podemos verlas en las palabras, en las canciones, que resuenan en nuestra cabeza, podemos entenderlas a partir de esas imágenes que no llegamos a comprender pero que forman parte de nuestro paisaje cotidiano. Un paisaje cotidiano que cambia constantemente, y al que nos acostumbramos de una manera inmediata, haciendo real el mito de la asimilación instantánea del desastre. Y así, los cambios climatológicos, cuyo origen parece ser que esta en la acción del hombre se ha convertido en algo repetitivo; y de repente el clima ha cobrado una importancia en nuestras vidas que difícilmente se podía haber previsto hace unas décadas. Desde el fenómeno de “El Niño”, tal vez el que primero se hace visible dentro de su abstracción y se convierte en una obra de Manglano-Ovalle de hipnótica belleza. Una obra que en dos pantallas y en dos imágenes de las nubes a un lado y otro de la frontera, resumía no solamente un fenómeno meteorológico, sino social, político e incluso económico de una forma en la que nuestra imaginación y la capacidad de abstracción del pensamiento actual jugaba un importante papel.

La capacidad de ensimismamiento que tienen las obras de Manglano-Ovalle, especialmente los videos y las video instalaciones, tiene mucho que ver con la tradición artística contemporánea, pero transmitiéndola a los nuevos lenguajes. Sus trabajos están ligados estrechamente al racionalismo, y también al minimalismo, no solamente en su característico concepto de belleza, sino en los términos en los que efectúa su puesta en escena. Una aparente simplicidad, unida a las interrelaciones entre elementos simbólicos, muchas veces ocultos a una primera lectura, es uno de los ejes estructurales de sus obras. Unido a una repetición sistemática de movimientos, sonidos, muy cercano al minimalismo, y cercana también a una tipología narrativa que se asienta en todos los ámbitos narrativos actuales, desde el cine a la novela, a los discursos políticos. En “Always After” la acción es mínima y aparentemente sencilla: en un edificio se han roto los cristales y alguien los barre lentamente. Esa acción se repite insistentemente, desde una perspectiva a ras de suelo vemos las piernas de un público incierto y el ruido de cristales arrastrados por un cepillo. El sonido de cristales se mezcla con un rumor de gente y pisadas. Nada más se dice, no se especifica que edificio es, ni se cuenta porqué o cómo se han roto los cristales, aparentemente todos los cristales del edificio, ni porqué la gente sigue circulando por escaleras y pasillo a pesar de lo que puede haber sido un desastre. ¿Qué tipo de desastre? Desde un hipotético atentado terrorista, una explosión, una tormenta…. Pero lo que esta claro es que ya todo ha pasado, que hemos llegado tarde, siempre tarde “Always after”. El ritmo hipnótico de este video resulta irresistible para el espectador, que se ve atrapado en una historia que no existe, a la que hemos llegado tarde y de la que prácticamente nada nos cuentan. Es, ciertamente, un método narrativo absolutamente radical, incuestionable moderno. Y no solamente porque hace que la imaginación del espectador trabaje, sino porque poco a poco somos nosotros los que reconstruimos una historia posiblemente falsa, y entonces vamos descubriendo como la obra, simple aparentemente, esta cargada de posibles lecturas de diferentes contenidos, y que tal vez de lo que nos esté hablando sea del fin de la utopía de la transparencia.

A lo largo de su trayectoria Manglano Ovalle ha tratado temas genéticos, científicos, climatológicos, ha hablado a través de sus obras del ADN y de la arquitectura racionalista. No podemos pensar que simplemente esta hablando de temas variados, sino que ya se puede trazar una línea que apunte hacía algunos de sus intereses básicos y de cómo los trata en obras de apariencia diversa, que mantiene en común siempre ese aspecto críptico de un contenido aparentemente sencillo y narrativo para acabar siendo algo mucho más denso y más profundo. Y es ahí donde radica la dificultad que se esconde detrás de esa belleza fría y extraña que tienen sus trabajos, pues en ellos el azar es algo que intenta introducirse como una constante más, pero no como un elemento determinante. El azar, lo aleatorio, tiene mucho que ver con una naturaleza cambiante, algo que al parecer atrae irremediablemente al artista pues la idea del estudio, del acercamiento a los fenómenos naturales relacionados con el clima se repite en sus trabajos. En “You don’t need a weatherman” Manglano Ovalle mezcla elementos muy diversos para darnos una idea de nuestro propio clima cambiante y aparentemente real. En esta obra no se proyecta una imagen de video en cinta lineal, sino que la imagen esta compuesta permanentemente, en tiempo real, por un programa informático y un ordenador que recibe información y datos desde una estación metereológica, por lo que la imagen esta continuamente cambiando por la información que se envía desde la estación metereológica; estos datos digitales son los que producen los datos y la imagen que se pueden ver proyectados en la pantalla. La imagen es desalentadora, un paisaje vacío con un coche que tiene la puerta abierta y al fondo unos edificios, la sensación de que allí ha ocurrido algo, tal vez por las claras reminiscencias cinematográficas, invade al espectador. Sobre esta imagen se proyecta el texto de una canción de Bob Dylan de 1965, “Subterranean Homesick Blues”.
En esta compleja instalación el efecto de vida real está dado por el continuo cambio de la imagen y la proyección aleatoria de los versos de Dylan sobre una imagen fija que sin embargo está en movimiento gracias a la digitalización y a la alteración continua debido a los datos metereológicos que van alterando, “moviendo”, la imagen. Detrás de esa apariencia de transmisión en directo está la realidad en la que el azar ordena y reordena los versos, que crean en su continuo cambio un sentido diferente, un significado subyacente que es la renuncia, la imposibilidad de un sentido literal. La imposibilidad de contar las cosas linealmente, pues todo guarda relación con otra cosa, como de hecho todas las obras de esta exposición conforman un conjunto organizado no solamente por el azar sino por la mezcla y yuxtaposición de ideas, hechos, que aleatoriamente, siguiendo un ritmo indescifrable pero existente, real, cambian y se entrelazan originando narraciones diferentes, aisladas, concatenadas, autónomas y dependientes a la vez. De esta forma, el grupo musical radical (activo en USA en los años 70, y perseguido por la policía )The Weathermen (o The Weather Underground), que tomaron su nombre del verso de Bob Dylan (en la canción Subterranean Homesick Blues”) "You don't need a weatherman to tell you which way the wind blows", aparece en acción, ligándolo con la idea de que el ordenador que genera la imagen y sonido sustituye al hombre del tiempo, sea este un metereólogo o un comentarista político, sea el tiempo que observa el metereológico o el político.
Ese es nuestro tiempo, el tiempo real en el que vivimos. Un tiempo universal, pues el acceso sincronizado y global en tiempo real ha terminado con el tiempo local al mismo tiempo que ha terminado intelectualmente, utópicamente, con las fronteras. Una era nueva, la de la transparencia, borraría las diferencias y las injusticias, al mismo tiempo que elevaría el bienestar y la felicidad de todos. Pero llegando aquí las cosas se desencadenan y todo cobra un orden antes aparentemente oculto, desde esa imagen de Dustin Hoffman ("18 West 11th Street, March 6th, 1970"), con una humareda al fondo (es la de un atentado con bomba del grupo The Weather Underground rescatado de una imagen de prensa, y el título dice la fecha y el lugar en el que tuvo lugar), que representa al actor, al arquitecto, al creador, lo que nos conecta con el edificio racionalista al que se han roto todos los cristales, al igual que el humo que hay detrás de la cabeza del actor se enlaza con la idea de tormenta, de tiempo, de clima, de hombre del tiempo… acción, violencia, clima, tormenta, poeta, lluvia, viento, radicalidad, es en definitiva la enumeración de algunos de los elementos que definen nuestro clima. Nuestro clima político pues hoy en día ya todo se convierte en política pues todo afecta a la comunidad.

Sin duda asistimos al fin de cualquier utopía y tal vez la más reciente fue la utopía de la transparencia, de la accesibilidad a la información, de una democracia real, de una vida que pretendía igualar a todos en la felicidad y el bienestar y que la tormenta ha hecho girones y nos devuelve a un paisaje desolado. Pues solo el aire y el vidrio son transparentes. La rotura de los cristales funciona representando el fin de esa transparencia, y nos enlaza con el gran vidrio roto de Duchamp, en ese largo y fino hilo conductor que Manglano Ovalle va desenredando en cada una de sus exposiciones. Estas obras hablan del continuo control político en el que vivimos y apunta una necesidad ya histórica de responder a ese control con la autodeterminación del conocimiento, nos dice algo que nos deja pensando, y buscando más pistas en estas obras de lectura transversal e inagotable, haciendo que volvamos al momento anterior y dejemos de llegar siempre tarde, cuando ya todo ha sucedido. Nosotros no necesitamos de un hombre destiempo que nos diga en que dirección sopla el viento.


Imágenes de la Exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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