Descripción de la Exposición
Se presenta la recuperación de un gran artista cántabro: DANIEL ALEGRE, nacido en Escalante en 1887 y fallecido en Santander en 1949. Si hay dos funciones clave de todo museo es la custodia y conservación de su patrimonio (en este caso, más de 6.000 piezas, todas propiedad del Ayuntamiento de Santander, y la LABOR INVESTIGADORA y CIENTÍFICA de ese patrimonio del museo y todo lo que le rodea.
Este trabajo -exposición y edición futura- pertenece justamente a la habitual labor investigadora del MAS | Museo de Arte de Santander, tras meses y meses de trabajo y de investigación de un grupo curatorial formado por Salvador Carretero, Ruth Méndez, José Cobo y Raúl Reyes. Es consecuencia de un trabajo fundamental del museo exactamente igual a como el propio MAS lo ha llevado a cabo con otros muchos artistas cántabros: en estos más de últimos treinta años. Así es, afamados nombres de artistas como Agustín de Riancho, Rogelio de Egusquiza, Casimiro Sainz y Saiz, Clara Trueba, Victoriano Polanco, Francisco Iturrino, María Blanchard, Ricardo Bernardo, Pancho Cossío, José G. Solana Luis Quintanilla, Antonio Quirós, Martín Sáez, Fernando Sáez, Esteban de la Foz, Carlos Sansegundo, Enrique Gran, Juan Navarro Baldeweg, Juan Uslé, Eduardo Gruber, etc., han sido motivo de estudio, investigación, con la organización de sendas exposiciones temporales, acompañadas de la edición de muy importantes catálogos de todos ellos que ya son referencia bibliográfica obligada para todo investigador que continúe ese trabajo. Es una obligación que tiene de todo museo acorde sus funciones, con el fin de la recuperación científica y la ubicación historiográfica de cada artista, todos pintores; y, hoy, la de un escultor.
Efectivamente, en este caso, se encara un ambicioso, complejo y muy delicado proyecto expositivo e investigador dedicado a DANIEL ALEGRE en esta Planta 0, retomando su magnífico espacio. Hemos de recordar que el equipo del MAS ha recogido la treintena de piezas que aquí se han expuesto de su colección desde el 17 de mayo de 2024 con la reapertura, lo que era una excelente selección de obra de Arte Contemporáneo Nacional e Internacional entre 1985 y 2020, todas propiedad del ayuntamiento.
Ahora lo ocupa la obra seleccionada de Daniel Alegre. Se recupera así a un fundamental talento creativo de esta tierra, así como el posicionamiento artístico y conceptual que el MAS entiende y posee Daniel Alegre, lo que es una sorpresa: artista simbolista y novecentista, vanguardista, que ha de ser incorporado con esta intención entre los grandes de su época (Egusquiza, Blanchard, Iturrinio, Cossío, etc.).
El MAS ha querido contar en este trabajo con José Cobo y Raúl Reyes por sentido común y respeto hacia su reciente y buen trabajo en la edición del libro dedicado a Daniel Alegre. Sin duda, su aportación ha sido importante. No obstante lo anterior, es importante decir que se ha llevado un exhaustivo trabajo de campo por parte del MAS para catalogar, recatalogar, revisar y analizar obra a obra, piezas todas muy dispersas en colecciones particulares. De hecho, en esta labor científica del MAS han aparecido nada más y nada menos que 15 obras inéditas, desconocidas, que el MAS ha podido estudiar en su rescate, muchas de las cuales se han seleccionado para esta exposición. Este proyecto es, pues, la selección de 21 esculturas, verdaderamente impresionantes, por su calidad y su ubicación en el contexto histórico.
El ayuntamiento de Santander desea dar las gracias a todos los coleccionistas particulares por facilitarnos este muy importante trabajo y recuperación en forma de una impresionante exposición temporal del MAS, la tercera temporal desde la reapertura, tras las de Juan Uslé y José Gallego (esta última aún visitable). Gracias a los familiares descendientes de Daniel Alegre, a todos ellos. También hemos de citar a Conchita Alegre, nieta del artista, a su prima y a José Charines, que también ha llevado a cabo una profunda revisión biográfica del artista y que aparecerá en el catálogo.
LOS MÁRMOLES DE DANIEL ALEGRE
El siglo XIX en el arte, que heredó Daniel Alegre en el XX, rescata todo y aglutina todo. Particularmente en el terreno de la escultura es difícil delimitar estilos y circunscribirlos a determinados artistas, ya que las fronteras entre unos tipos de representaciones, o facturas, y otras son difusas, pudiendo una misma obra asociarse a diferentes estilos tanto por la temática como por la ejecución técnica.
El realismo de los retratos etruscos y romanos de bronce, y la carnosidad de los detalles barrocos de mármol, se recuperan o perviven hasta el realismo neoclásico de Jean-Antoine Houdon, muy visible en su magnífico Voltaire, y en las tersas pieles idealizadas de mármol también neoclásicas de Antonio Canova o de Albert Bertel Thorvaldsen, que cobran nueva vida en figuras alegóricas decimonónicas alrededor de héroes militares o en homenajes escultóricos a escritores o científicos afamados.
Las expresiones extremas que van desde el helenismo hasta los estudios anatómicos barrocos de Franz Xaver Messerschmidt o del Bernini en su autorretrato personificando a David reviven melancólicas o explosivas en las esculturas románticas del XIX, con gestos muy estudiados cuya plasmación rebasa los contornos suaves o angulosos de las figuras.
A través de este proyecto y a propuesta del MAS, relacionamos las esculturas de Daniel Alegre con aquellas más tempranas de los simbolistas, esos artistas y poetas de finales del XIX que, reaccionando contra el realismo imperante y contra la objetividad impresionista, reivindicaban la dimensión espiritual del hombre y de la naturaleza, que debía transcender la representación de tan solo lo visible y lo mecánico del cuerpo humano, de los paisajes vistos a través de una lente analítica y de las máquinas retratadas que comenzaban su imparable ubiquidad en la Europa industrializada.
Dominaban en el realismo escultórico y literario los rasgos físicos, exacerbando a veces los detalles hasta la ampliación microscópica, o la afectación de los sentimientos en expresiones estereotipadas que satisfacían a los románticos que, aún congeladas en el tiempo, reflejaban lo transitorio de la sensación y del momento. El detalle y la afectación son recursos estilísticos muy efectivos para mostrar el virtuosismo de los artistas y su grado de maestría, pero las más de las veces nubla el interior de las obras acentuando la superficie; el momento sobre la esencia.
En el siglo XX que vivió Alegre se produce una reinterpretación y un nuevo impulso del clasicismo griego más puro, en Aristide Maillol o en Jesep Clarà entre otros muchos, que inicialmente transcurre en paralelo con las primeras vanguardias durante algunas décadas.
Los mármoles blancos de Daniel Alegre irradian tanto materialidad como espiritualidad. En ellos se cruzan, conviven, la durabilidad geológica del material y las expresiones o esencias de seres efímeros que quedaron grabados para siempre.
Igualmente, ir a la esencia era lo que buscaban los escultores neoplatónicos del Renacimiento —el más destacado fue Miguel Ángel—, que creían que la imagen estaba dentro del mármol desde el comienzo de los tiempos y que el escultor solo tenía que liberarla con sus cinceles para revelarla al mundo. Por esta razón, sus esculturas laten desde dentro aun cuando el proceso de talla no está terminado, cuando ya se entrevén las formas de los fornidos cuerpos en pugna con la materia de la que son parte y de la que quieren liberarse.
En contraste, la materia del mármol era solo material para los romanos de la época alejandrina, para los escultores barrocos y para tantos escultores en tantos periodos históricos que ejecutaban esculturas complejas ensamblando múltiples formas talladas de diferentes bloques que habían metamorfoseado separados en las canteras: brazos provenientes de vetas alejadas de las que salieron los torsos, las cabezas y las piernas de una misma figura. Y cuando la «materia» se convierte en «material» cambia de signo.
Reconformados como cabezas, los mármoles de Daniel Alegre emiten luz proveniente de ambos, de la intersección entre los tiempos geológicos de la piedra y los biológicos de la existencia humana; hombres y mujeres mineralizados en su esencia a una edad y en un momento preciso de sus vidas terrenas.
En las cabezas y bustos de mármol blanco de Alegre destacan una luz interior que el mineral ha incrementado al adquirir su forma actual humana. ¿Por qué irradian los mármoles de Daniel Alegre? ¿Es por la pureza del material —esa apreciadísima veta de Carrara denominada Blanco Pi— o porque contienen la expresión más transcendente del modelo expresada de forma sencilla y auténtica? Me inclino a pensar que la conjunción de ambas contiene el secreto; una afortunada simbiosis entre materia y vida que bella y sabiamente expresa lo inexplicable, la yuxtaposición entre lo animado y lo inanimado, la conexión entre lo orgánico y lo inorgánico, la trasmutación permanente de la materia a niveles microscópicos en la tierra y el universo, en la producción de la luz invisible a los ojos que trasmiten los intercambios moleculares en los cerebros mientras las neuronas generan pensamientos.
Son cabezas que reflejan un momento, una expresión, un principio de sentimiento o una visión de la vida; el instante capturado, pero también el ser esencial del retratado; esculturas solemnes sin ser hieráticas; expresivas sin quedarse en mera expresión.
Daniel Alegre forma parte de una larga trayectoria histórica que continúa en algunas esculturas del presente, y que reclama la profundidad del hombre como lo hacían los simbolistas y los neoplatónicos, el significado interno de las cosas, la conexión entre los elementos, el misterio en la intuición de lo sobrenatural, el ser espiritual imbricado en la materia como símbolo de vida.
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