Descripción de la Exposición Duda, Alí, al pensar como escribir con caracteres latinos el nombre del pueblo en donde nació y del lago que le da nombre. Khatounie, deletrea muy despacio, tratando de ver los sonidos dibujados en el aire. Tal vez son esos los trazos caligráficos que a veces aparecen en sus cuadros y que quizás nos hablan de Salua, Hamfis o de las estrellas Leila y Magnon, nombres todos que conforman la mitología de su estirpe, su memoria de infancia, su inocencia. Porque hay inocencia en los cuadros de Alí, esos cuadros que son como un sueño feliz o como un juego. Esa inocencia se manifiesta en los animales que, cómplices, deambulan por la tela; en los objetos de su universo de niño que flotan en un cielo de colores o que sustentan el suelo de la esperanza; en los adornos orientales; en las miradas entrañables y líquidas, unas miradas intensas y oscuras como un lago, tal vez Khatounie, tan profundas como las aguas y su misterio, tan insinuantes y tan llenas de vida como las texturas y los matices que él consigue en las ropas con que viste a las mujeres de sus cuadros, en el perfil de sus caballos, en la densidad de sus flores. Son las texturas y las formas de su memoria, recordadas y recreadas a través de una luz septentrional y atlántica, que recibe en una galería blanca, compuesta por cristales de nubes, en su taller de A Coruña. Buscan algo esas miradas, nos interrogan e invitan a indagar con ellas. Tal vez eso que anhelan, o la respuesta a la pregunta que formulan, se encuentra en los espacios vacíos, en ocasiones blancos, que Alí construye en el centro de algunos de sus lienzos y que, cuando los veo, me hacen evocar el vacío de la nostalgia o de la ausencia, algo que no hiere pero de lo que no podemos prescindir, algo que no se puede reemplazar y que siempre nos acompaña, emigrantes o no, exiliados o no, y que no es más que la saudade del paraíso perdido que es la infancia. Quizás por eso, la suya es una pintura profundamente humana, una pintura con la que vivir.