Llegó a nuestro país en 1897. Había nacido en las afueras de Lucca, donde estudió Bellas Artes. Luego cursó en las Academias de Florencia y Roma. Abrevó en los “macchiaioli” y los coloristas de Posillipo.
Venía con la idea de regresar a su tierra una vez concluida la ejecución de un gran vitral religioso que le habían encomendado. La obra nunca se hizo, pero como muchos otros, acá fructificó sus talentos y con amor y generosidad los trasmitió a sus alumnos.
Fue el paradigma de la inmigración europea que forjó lo más valioso de nuestra nacionalidad: humilde y desinteresado, al punto que presentó por primera vez sus pinturas, cuando llevaba más de cuatro décadas en nuestro país, sólo tras la larga insistencia de sus discípulos Quinquela y Lacámera, que para ese entonces ya eran artistas consagrados.
Hoy es reconocido como un miembro fundamental de nuestro arte. El Museo Nacional de Bellas Artes, el...Sívori, el Fernández Blanco, el de La Boca y el Centro Cultural de la Recoleta le dedicaron, a su tiempo, merecido homenaje mostrando una gran parte de su producción. Gracias a la abnegada dedicación de su nieto, Alfredo Lobiera Lazzari, por quinta vez tenemos el honor de presentar sus obras en Colección Alvear de Zurbarán. Las vistas de la Boca, los paisajes suburbanos y el Buenos Aires de ayer, en obras llenas de luz y color iluminarán durante un mes nuestras salas. El “maestro de maestros” reinvindicará, en los tiempos onfusos que corren, a la belleza y la alegría como valores esenciales del Arte.
Santiago Pinasco | Gustavo Roldán
Marzo 2017
Entrada actualizada el el 26 mar de 2017
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