Alfonso IX y su reino

Con motivo de la conmemoración de los mil cien años del Reino de León, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), bajo la coordinación de la Comisión Conmemorativa del 1.100 Aniversario del Reino de León, está desarrollando un amplio programa de actividades destinado a difundir y rememorar el Reino de León y su trascendencia histórica.

La exposición Alfonso IX y su reino plantea un recorrido a través de cuatro secciones que subraya la importancia que este monarca tuvo no sólo en la historia política del reino leonés, sino también en la proyección de una tradición urbanística y de las artes, mereciendo por todo ello el sobrenombre de Rey Ciudadano. Durante el reinado de Alfonso IX (1188-1230), y frente ... a la presencia del unitario imperio almohade, el territorio peninsular cristiano se dividía en cinco reinos, de los cuales el de León fue el que mejor mantuvo la herencia de las raíces asturianas, frente a sus vecinos más próximos, Castilla y Portugal. El emblema parlante del reino leonés, creado en la época de Alfonso VII el Emperador (1126-1157) evidencia, además, el legado de la tradición romana y, al igual que en Roma y su imperio, o Toledo y Oviedo con sus respectivos reinos, también sería una ciudad, la sede regia de León, la que terminaría por dar nombre a todo el reino.

En el ámbito religioso, la posesión del sepulcro del Apóstol Santiago convertiría a Compostela en el eje espiritual del reino propiciando, gracias a las peregrinaciones, un importante intercambio cultural que define el arte y la arquitectura del período, así como la clave para reivindicar que las campañas militares contra los musulmanes no se libraran como pretendía Roma, bajo el signo de la cruzada pontificia sub vexillum sancti Petri, sino con la intención de afianzar la autoridad regia sobre su reino.

La tradición urbana de la dinastía regia

Dentro del panorama peninsular cristiano de la segunda mitad del siglo XII, el destino de los reinos de Portugal, León y Castilla estará marcado por la influencia de un mismo tronco familiar. El propio Alfonso IX (1188-1230) promovió una política matrimonial basada en estos lazos de sangre, contrayendo matrimonio con la infanta portuguesa Teresa (1191) y, posteriormente, con la infanta castellana Berenguela (1197). Gracias a este último, se acabarían uniendo Castilla y León tras la muerte del rey. La representación ecuestre de este monarca reflejada en su propio sello, transmite la idea de poder y autoridad de Alfonso IX, características que se repiten de manera similar en su señal heráldica, el león, y que no sólo constituye el símbolo del reino, sino también el de la ciudad que le da nombre. Al igual que ocurrió con Santiago de Compostela y Oviedo, la sede regia de León experimentó durante este periodo un nuevo impulso urbanístico que heredaba la tradición de Alfonso II de Oviedo (783 y 791-842) en promocionar las ciudades de su reino, y que se vio fortalecido por la importancia que entonces adquirió el Camino de Santiago.

Ejemplo de este desarrollo se encuentra en el Plano de la ciudad de León en el siglo XV, gracias al cual podemos conocer cómo era el urbanismo medieval de la misma. En el año 1230 el gran número de parroquias con el que contaba la capital leonesa, tanto dentro como fuera de la ciudad, evidencia claramente el aumento demográfico que su población había venido experimentando, momento en el que posiblemente las órdenes mendicantes también se habían instalado. Todo ello configuraría una metrópoli digna de un reino dirigido por un monarca: Alfonso IX.

Alfonso Ixm rey de León, Galicia y Asturias (1188-1230)

Alfonso IX, como otros reyes coetáneos, tomaba las decisiones políticas de su gobierno junto a diferentes estamentos privilegiados, reuniéndose con ellos periódicamente en la curia* regia. Por un lado estaba el clero, que bajo el nombre de los oratores rezaba por la salvación de toda la sociedad además de cumplir con la función de asesorar al rey. Como consecuencia de la reforma gregoriana, el estamento eclesiástico fue alejándose progresivamente de las jurisdicciones civiles para velar por los intereses religiosos. Así lo atestiguan las escenas del Relicario de Santo Tomás Becket alusivas al martirio que sufrió el arzobispo de Canterbury, decapitado por orden de Enrique II de Inglaterra al considerar más relevante defender los asuntos de la Iglesia que los propios del reino.

Por otro lado, y con el apelativo de bellatores, se encontraban los magnates y caballeros encargados de defender las fronteras del reino. Entre estos últimos cabe destacar la orden militar leonesa conocida como Orden de Santiago, por su temprana alianza con la Iglesia de Santiago de Compostela. Del carácter noble de este segundo estamento conservamos como testimonio una imagen del Tumbo Menor de Castilla.

En ella aparecen Alfonso VIII de Castilla y su mujer doña Leonor entregando al maestre de la orden, Pedro Fernández, un diploma con la donación del castillo de Uclés, ubicado a la derecha. Sobre una de sus torres ondea el pendón rojo de Santiago con la representación del Apóstol a caballo, emblema bajo el que combatían los caballeros de la orden.

Finalmente hay que destacar el papel de los laboratores, quienes mantenían con su trabajo la sociedad y que, en ocasiones, eran convocados por Alfonso IX a las curias plenas o extraordinarias como representantes de las ciudades. Así sucedió, por ejemplo, en 1188, tal y como se recoge en las Actas de la Curia Plena de León de ese año, donde se manifestaba el deseo expreso del monarca de hacer partícipe de la asamblea a este colectivo, consolidando, al mismo tiempo, su autoridad y reconocimiento en la base de su gobierno.

La expansión de las ciudades

El amplio desarrollo que experimentó el reino de León se refleja claramente en el número de parroquias que se levantaron en las ciudades y en la existencia de conventos de órdenes mendicantes y de cecas* repartidas entre ellas. El deseo de Alfonso IX de que la población participase en las curias plenas es, de hecho, un síntoma del valor y de la importancia que dicho monarca concedió a las ciudades. Entre ellas, el rey tuvo especial relación con Zamora, por ser el lugar de su nacimiento; León, por ser sede regia; Santiago de Compostela, en calidad de centro espiritual; y Salamanca, sede de la Universidad.

La identidad colectiva del concejo de una ciudad se expresaba a través de su sello, destinado a validar documentos. Pruebas de ello son el fragmento de sello de cera de la ciudad de Zamora, en el que se puede apreciar con gran detalle una imagen de la misma, o la matriz metálica del sello del concejo de Santiago en la que, acompañada de la leyenda 'Con la ayuda de Dios, es de Santiago la victoria en el combate', aparece la figura ecuestre del Apóstol con una espada y un pendón en sus manos.

Una de las causas de la expansión de las ciudades fue el desarrollo económico que alcanzó el reino leonés durante el siglo XII, entre otras cosas, gracias al comercio. Ante esta situación tan propicia, se hizo necesaria la moneda de oro que, por su similitud con los dinares andalusíes almorávides, recibieron el nombre de maravedís, como es el caso de esta moneda de oro acuñada en tiempos de Alfonso IX. También tuvieron un importante papel en el desarrollo urbanístico del reino las minorías judías y musulmanas, a pesar de los continuos y conocidos enfrentamientos que existieron a lo largo de los años. Una lápida hebrea procedente del Castro Judeorum (Puente Castro, León) da fe de ello. En su inscripción se puede leer la esperanza de la resurrección tras la muerte, además del nombre del difunto y su fecha de defunción.

El arte en tiempos de Alfonso IX

El interés cultural que Alfonso IX proyectó hacia las artes es un hecho constatado no sólo en la documentación escrita, sino también en el amplio número de piezas que se conservan de su reinado. Según el cronista leonés Lucas de Tuy, inició una serie de obras tanto en catedrales como en monasterios, para cuya decoración se trajeron escultores locales y otros procedentes de Borgoña o del norte de Francia. Esto último supuso el paso hacia un nuevo lenguaje visual en el que los temas religiosos iban a ser representados a través de la cotidianeidad diaria, como se refleja en el relieve de la 'Despedida del Caballero', tema que deriva del 'Cantar de los Cantares', donde se equipara al caballero con Cristo y a la dama con María como personificación de la Iglesia.

Al mismo tiempo, el monarca leonés mostró una gran afición hacia la literatura, en cuya corte se reunían los trovadores más célebres del momento, y hacia la música, introduciendo en su reino novedades como el organum, género de canto polifónico gestado en París. Éste vino acompañado de nuevos instrumentos musicales como el organistrum*, del que conservamos una reproducción sacada del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela.

Especial importancia tuvo también la proliferación de relicarios de Limoges en sus tesoros, a través de los cuales se propagó la devoción hacia nuevos santos - Santa Valeria o Santo Tomás Becket-, así como la decoración miniada de manuscritos, en donde las imágenes presentan una cierta influencia de la escuela inglesa de Winchester, como se puede apreciar en este fragmento de códice musical. En él aparece Santa Águeda entronizada y encadenada en un marco zoomórfico con forma de dragón que configura la letra inicial pregótica C. Las manos extendidas ante el pecho muestran la aceptación del martirio de esta santa a quien, como consecuencia de haber negado al senador Quintianus, le cortaron los senos.