Descripción de la Exposición
Alfonso Galván (Madrid, 1945) es un artista en extremo personal, creador de un mundo marcado por la síntesis entre el rigor de su entrega, el conocimiento de lo que quiere contar, el dominio de cómo contarlo y una fantasía desbordante. Una imagen vista o un recuerdo son detonantes del arranque de un proceso creativo en el que el tiempo se detiene, porque la imagen crece muy lenta, ajena al ritmo exterior. La pintura no pretende representar una escena sino mostrarnos su paisaje, su historia, su memoria, sus ecos.
Su obra inicial tiene un fuerte contenido social, para proseguir con imágenes de una naturaleza onírica, en la que se mezclan las referencias culturales, los símbolos, los juegos. Todo sucede y se entrelaza. Galván pinta sin bocetos previos: entra en la tela o el papel con el ánimo de habitarlo y dejar registro de lo que ocurre, hasta llegar con frecuencia a cuadros casi infinitos, a los que la multiplicación de paneles les da un aire narrativo, incluso de recorrido circular. Conviene detenerse en cada cuadro, recorrerlo como ha sido pintado, en la certeza de que descubriremos guiños, juegos, interrogantes, microcosmos.
La muestra, que no tiene un sentido cronológico estricto, establece dos atmósferas: una dominada por la presencia de animales en escenas densas, cerradas, de fuerte contenido ficcional, utilizando como punto de partida documentos y fotografías familiares tomadas en África en los años 50; otro en apariencia más lírico, con paisajes abiertos y referencias orientalistas, con inclusión de textos en chino, en especial del Daodejing, que Alfonso Galván tradujo, ilustró y caligrafió. Ambas secciones sirven de reflexión para entender una trayectoria en la que el proceso de la pintura decide su desarrollo y su final.
Alfonso Galván ni busca reproducir la realidad ni trabaja frente a ella, pero necesita controlar, respirar aquello que le preocupa, por eso aunque pinta en un estudio cerrado, sin bocetos previos, vive en la naturaleza, y cuando siente una fuerte atracción por la cultura china, aprende su idioma e introduce sus signos en los cuadros. Una elección que es similar a la que le lleva a pintar un mural con leves capas de tinta y lápiz, y el empeño dura casi diez años.
Artista con frecuencia olvidado en los balances que revisan la pintura española, pese a su sorprendente irrupción a mediados de los años 70, con una obra distinta a la de su generación y la anterior, está presente en colecciones como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Miguel Fernández-Cid, director del MARCO y comisario de la exposición
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“Nunca pinto del natural. Invento el lugar. Precisamente por ser inventadas, las descripciones son muy precisas. Si tengo que pintar una persona o un animal, sí utilizo a veces una fotografía o unos apuntes. Puedo pintar de memoria porque he observado mucho la naturaleza. He aprendido el contacto con el paisaje: visual, olfativo y táctil. Los paisajistas chinos no pintan del natural: dicen, por ejemplo, que para pintar el bambú te tiene que salir del pecho. Observo los procesos vitales. Intento llegar a la esencia de las cosas, reflejar las manifestaciones de la vida. Cuando pinto un árbol, nunca lo copio. Pero es que he plantado muchos árboles, los he visto crecer. Sé por dónde le van a salir las ramas al árbol que creo, a veces ni siquiera identificable con una especie.
También invento la trama, que siempre es imposible. La paradoja reside en la contradicción entre la precisión de la forma con la ambigüedad de lo representado. Ni yo mismo sé qué quieren decir mis cuadros. Son imágenes, mentiras que parecen verdades. El arte es un artificio, una falsedad. Lo que pretendo es provocar emociones inesperadas en el espectador.”
Alfonso Galván, 1997
Exposición. 16 abr de 2025 - 11 may de 2025 / Centro Botín / Santander, Cantabria, España
Formación. 08 may de 2025 - 17 may de 2025 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España