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En la actualidad del mundo artístico, apenas existen diferencias entre las generaciones, debido a la amplitud de conceptos en lo referente a técnicas y tendencias, que pueden ser puestas en práctica por jóvenes y veteranos, sin que la edad sea ningún tipo de ... obstáculo ni condición.

El Espai VOL-Art 1 y 2 de la Fundació Vila Casas presenta desde mediados de septiembre y hasta el próximo 18 de diciembre, la obra de Jordi Fulla y Alfons Borrell, dos artistas en una misma exposición, de edades distintas que sí pueden perfectamente mostrar un contraste generacional, debido a sus particulares evoluciones artísticas, que mantienen a unos en conceptos ya un tanto arcaicos y a otros en constante movimiento de superación.

En este último concepto, puede calificarse Jordi Fulla y su muestra: 'Sixteen thousand days on the roof'. Innovación, vanguardia, creatividad atrevida e la imaginación desbordante son elementos claves para el arte contemporáneo en cualquiera de sus facetas, cánones que este artista sigue a la perfección, exhibiendo una obra contundente, explicita, técnicamente muy elaborada, de atractiva complejidad, sugerente y penetrante.

El encuentro casual de una portada del diario La Vanguardia del año 1967, donde aparecía la noticia de la llegada a la Luna de la capsula Apolo IV, y que por primera vez permitía que fuéramos observados desde otra dimensión, es el concepto capital de la obra de Jordi Fulla. Una mirada lejana, sutil y silenciosa en la inmensidad, pero también el vacio del Cosmos, o de nuestro propio universo, y su proyección al exterior, gracias a la inmediatez de la fotografía o del trazo de un dibujo.

Lo contrario de la más rigurosa vanguardia es la obra Alfons Borrell. Sin duda alguna, la obra de este artista se inscribe en unas coordenadas estéticas y en un corriente histórico ya trascendido. Se asentó en un momento de exploración de la abstracción, que se inicia en los años cincuenta, casi recién pasada la Segunda Guerra Mundial, con el expresionismo abstracto y la Pintura Gestual. No obstante, Borrell se alejó conceptualmente, siguiendo su propia exploración de la experiencia pictórica, a través de su mirada metafísica de la individual.

En la segunda década del siglo XXI, Borrell se muestra impertérrito y tal vez un tanto 'démodé', con una obra -'dejà vu', donde el color es el elemento dominante, sin mensaje, sin apenas forma. Sólo colorear telas con un juego cromático de simplicidad absoluta, con algunos trazos de pincel amplio, y estructura cromática que recuerda irremediablemente a Mark -Rouko.

La Fundació Vilacasas, sin duda rinde homenaje al artista, que con sus cerca de 80 años a cuestas, puede sentirse halagado por la oportunidad que le ofrece la prestigiosa fundación - durante el verano también expuso su obra en la -Fundació Palau Fabra de Caldes d'Estrac - pero para el espectador habitual de salas de arte, y al corriente de las exposiciones, la obra de Borrell aporta un lejano recuerdo de lo que fue su esplendor, sólo conocido por minorías y en salas de arte públicas.