Descripción de la Exposición
En la exposición Alexandro Lamazares Vidal Souto se muestran las obras pictóricas de estos tres artistas gallegos. Durante un período que abarca desde 1985 a 2013 y dentro del concepto territorial de “Ourensanía”, en el que se pretende penetrar en el interior de Galicia y mostrar la peculiaridad y el hecho diferencial gallego, los tres artistas comparten lenguajes y trayectorias que están vinculados a una determinada visión cultural o antropológica de ese territorio.
Los tres forman parte de la imagen de futuro que se está tratando de potenciar en Galicia, y aunque han seguido trayectorias independientes, existe un núcleo vertebrador en su arte, y un mensaje diferente en su pintura, siendo actualmente una realidad su proyección hacia el reconocimiento internacional.
Alexandro rebasa el borde de sí mismo, con un deseo perpetuo de expandirse. En su eterna insatisfacción radica su talento, devastador como el fuego que contiene en su dual visión trágica o dionisíaca. La cabeza como metáfora obsesiva, como elemento perturbador, la soledad no exenta de angustia, eso no-lugar de la obsesión… Volumiza mediante claroscuros para conseguir un fundido en negro, creado con la mezcla de todos los colores, de ahí sus excelentes calidades. Una humana visión a través de un lenguaje expresivo y vitalista en el color, gestual y directo en lo resolutivo. La cabeza simboliza la soledad del creador, el artista como ser uróboro que engulle su propio cuerpo, con ansiedad caníbal, el principio y el fin del círculo, el esfuerzo eterno. La cabeza es el límite físico, el esfuerzo eterno. La cabeza es el límite físico, territorial y espacio anónimo de las personas en el metro, seres alineados, aislados, en una ciudad que es una mantis, devoradora de húmedas soledades.
Antón Lamazares alinea sutilezas, da autenticidad a su forma y les suspende la materia. Hay en cada paso una concesión íntima, donde el propósito denuncia la aurora y sus reminiscencias. Concede preparados de verdad con propósitos sólidos. Consentir la enunciación de los espacios habitados de las tierras vividas, alineándoles las elucidaciones, es una respiración comprometida, una tarea de celosa entrega. Como si en cada gesto la temporalidad se hurtase a la designación, en cuanto se revele el origen portador de la descripción más sensible del verbo. Cada pintura nos revela la existencia de la sensibilidad constituida, de la neurálgica metáfora del tiempo y del espacio extendido en horizonte. Hay un yermo que se hace paisaje, una casa hecha albergue, un surco hecho gesto, un color hecho alma. Un asterismo singular que nos auxilia con tierna morfología en la aprehensión de propósitos íntimos y exploratorios del sentido estético.
Vidal Souto puede explicarse como trasunto de una energía singular, de una voluntad realizadora y de una vocación puesta siempre más allá de cualquier contingencia o dificultad y que se expresa, al tiempo, en la capacidad del artista para generar a su alrededor ámbitos singulares en los que inserta su existencia. A Vidal Souto nunca le interesaron los códigos realistas ni la copia veraz. Siempre fue en dirección divergente a las versiones imitativas, del mismo modo que a lo largo de su ya extensa carrera ha mantenido una posición férreamente independiente dentro de eso que podríamos llamar “el sistema del arte”. En su pintura siempre se pueden rastrear elementos procedentes del propio avatar vital, sublimado en forma de iconos recurrentes. El uso de elementos simbólicos no es para él una cuestión de referencias culturales ni la traducción de experiencias ajenas. Su simbolismo es vital y parte, por tanto, de una mitología personal e intransferible.
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España