Él mismo define su obra como 'un realismo de temática urbana en el que la materia y los procedimientos cuentan mucho...' En realidad su pintura, intensa y vital, es como una poesía de lo cotidiano, de la actividad del hombre actual, que él observa con una mirada romántica, solitaria, de desarraigo ante un mundo que ya no se corresponde a la medida humana. Quincoces afirma que 'lo grandioso de la vida se encuentra en las pequeñas cosas de cada día'. Es por ello que en su obra convierte lo común en trascendente.

A través de un largo viaje -en el que ha pasado por el neorrealismo, el expresionismo y la abstracción- ha creado su lenguaje personal e inconfundible, dotado de gran libertad ... y a la vez vinculado estrechamente a la realidad. Su proceso de trabajo es lento, y empieza por crear volúmenes sobre la superficie, dando supremacía a la materia a la hora de componer. Una materia que adquiere significado propio en la obra y que le otorga rotundidad. Ello imprime a su pintura cierta pastosidad con la que, en cierto modo, evoca y sublima la suciedad asfáltica a la que él se refiere cuando dice que 'la suciedad es la prueba de que estamos vivos'.

Cuando usa colores lo hace solo con uno o dos, que aplica a determinados elementos para darles toda la fuerza expresiva y el impacto emocional que se propone. La austeridad en el color responde a su intención de no ocupar al espectador con aspectos emotivos o evocadores, sino hacerle ver lo que pasa más allá del cuadro. El efecto de la sombra, de los reflejos, de la luz fría del amanecer o la cálida de la tarde -su hora preferida- crea ambientes que nos reportan al romanticismo.

Uno de sus temas predilectos es la Ría del Nervión, la decadencia de la industria, el paisaje de la soledad despojado de elementos superfluos, con su luz mágica en la que se mezclan el atardecer, los focos, los humos y las nieblas. Pinta lo intemporal, el instante eterno. Trata las autopistas como monumentos, jugando con la escala a modo de 'zoom' y captando de una forma casi lírica el instante fugaz del tránsito de los coches.

También siente pasión por el paisaje urbano de Nueva York, cuyo trasiego y dureza sublima hasta convertirlos en belleza.

Alejandro Quincoces es licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco.

Ha expuesto en las principales ciudades españolas y también en galerías, ferias internacionales de arte y museos de Alemania, Francia, Suiza, Italia y los Estados Unidos. Ha sido reconocido con multitud de premios, y su obra figura en numerosas colecciones relevantes, tanto privadas como de museos y fundaciones. Hay numerosa bibliografía escrita sobre su pintura.