Descripción de la Exposición
Bordar los cielos
Educada en la constancia y el esmero, Alejandra Icaza siempre supo que la inspiración no es un regalo del cielo, y que solo llega cuando estás trabajando. Por eso su obra es el fruto de una dedicación plena al oficio de crear. Una tarea ardua a la que se entrega sin límites. Su ilusión inconfesable es bordar el cielo con flores. Hacer que la belleza ilumine cada rincón de la vida. Para ello no repara en esfuerzos. Supo desde el principio que el camino era largo, la escalera muy alta. Pero ni le dan vértigo las alturas, ni le agota el tiempo de espera en los peldaños. Ha traspasado ya el umbral del conocimiento y parece dispuesta a que el regalo de vivir se trasforme en la obligación de seguir sembrando, para que el arte florezca cada día en el lienzo que nos ofrece virginal el amanecer.
Me comentó Leonora Carrington en las charlas que mantuvimos en su casa de Ciudad de México que uno puede aprender las técnicas del arte, de la pintura, pero “el talento se tiene o no, quizá sea de nacimiento”. Ese algo en la vida que nos da sensibilidad, singularidad, una mirada particular quizá venga con cada uno de nosotros en el código primigenio, o quizá sea una mezcla de situaciones fortuitas de la primera infancia que terminan conformando el carácter y la visión propia. Pensemos que las almas sensibles al arte han llegado ahí coronadas por los dioses. Cuando esa corona de laurel o de flores es depositada en la cabeza del futuro artista, su obligación no es lucirla y pavonearse, sino utilizarla para esparcirla por los cielos concretos y regalarnos el arte que almacena su visión de la existencia.
Alejandra creció en Bilbao, entre la vida ciudadana más urbanita y las evocadoras experiencias de las escapadas al campo. Sintió a muy temprana edad la pasión por el arte. Los vaivenes sentimentales le dieron una impronta de sensibilidad y de deseos de reforzar su propia identidad. A partir de ahí llego el tiempo de la escapada y los viajes de formación. Su más profunda influencia formal en su técnica se producirá con su estancia en Londres, donde atiende clases y talleres primero en el Camden Center y después en Saint Martin School of Arts donde cursa su Máster y recibe una formación académica de gran influencia en su técnica. La niña despierta al mundo, tanto social como artísticamente. Aprende y depura las técnicas pictóricas y termina desenvolviéndose con soltura, en la materialidad del cuadro, en el grabado, las acuarelas… Un proceso iniciático, que conforma la obra juvenil a la que aporta frescura y una imaginación arrolladora. Con esas ganas de sentir el mundo del arte aprovecha también la experiencia de la Escola Massana de Barcelona y hace de la ciudad su campo exploratorio de juventud, una antesala que le conduciría a un viaje mucho más inesperado.
EL CAMINO DE BALTIMORE
Sin premeditación, llevada por los avatares de la vida, Alejandra se lanza a la experiencia americana, con una singular entrada por el magnífico puerto de la ciudad costera de Baltimore, donde expande su capacidad creativa en la New School of Drawing, del College of Art de Maryland. Cuna de artistas y escenario de series, epicentro cultural con la Universidad de John Hopkins, la ciudad le pone puertas abiertas a la expansión de su personalidad pictórica, que acabara completando en Nueva York. Vive la resaca de los magníficos ochentas y noventas, el mundo de SoHo y Tribeca, el intercambio con artistas de todas partes y la imperiosa necesidad de encontrar su identidad artística en medio de la gran jungla pictórica.
El lienzo se ensancha. Alejandra se lanza por fin a su gran empeño, el de bordar los cielos. El cuadro es espacio para la escritura, el relato, un mapa donde plasmar toda la vida. Le pierde el miedo a abarcar lo inabarcable, la vida misma hecha pintura. Y nos entrega una serie de obras donde la interpretación no es fácil, porque parecen inabarcables. Signos, detalles, colores… todo un despliegue de invitaciones visuales que conforman su rico mundo de sensaciones que nos quiere trasladar. Una obra lúdica y llena de guiños. Como un juego sin reglas abierto a la imaginación.
El viaje de la obra de Icaza ha sido largo y fructífero. Exposiciones en México, Brasil, Portugal, Holanda, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos…y presencia en diferentes galerías y ciudades españolas (Palma, Bilbao, Madrid, Salamanca, y un largo etcétera)
Mirar la obra de Icaza es darle a la vista un placer intenso. Ver lo que pasa dentro del lienzo una forma de encontrarse nuevos mundos donde descubrir y soñar con la pasión de un niño y el cerebro de un intelectual. La artista ha ido depurando su lenguaje. Entregada en ocasiones a series, como la romboidal, donde se cruzan la tentación minimalista y la filosofía zen. Propuestas cada vez más complejas que invitan a la contemplación tranquila para desentrañar en que peldaño de la historia de la pintura se apoya ahora.
La muestra en la Sala de Exposiciones de la Central de Correos (Paseo del Prado 1, Madrid) nos ha ofrecido un panorama de ambas apuestas, que dejan clara la dimensión de la artista, su madurez y al tiempo su deseo de seguir experimentando nuevas opciones. Su laboriosa imaginación nunca para.
Como una tejedora de sueños, Alejandra Icaza mima sus lienzos. Sabe que está bordando en el cielo, y por eso son sueños de altura hechos con primor. Con su obra nos concita a realizar el más largo y placentero de los viajes, el que no tiene más límites que el de la imaginación. Ella es una buena guía en el intrincado camino para descubrir el secreto celestial.
Javier Martín-Domínguez
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España