Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- El Ayuntamiento de Madrid, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y la Biblioteca Nacional de España recuerdan a Isaac Albéniz (Camprodon, 1860 - Cambo-les-Bains 1909) con motivo de los 150 años de su nacimiento y con el primer centenario de su muerte, con la exposición Albéniz. Leyendas y verdades que reúne en la Sala de Bóvedas de Conde Duque cerca de un centenar de piezas que recrean la vida, la obra y la época del compositor de Iberia. Catalán universal y apasionadamente español a un mismo tiempo, la exposición -que podrá verse hasta el 30 de enero de 2010- trata al personaje desde una perspectiva global. Un itinerario por su persona y su tiempo, que intenta esclarecer las leyendas y verdades a medias que han desdibujado la realidad de un músico apasionado de su momento y de su entorno. Albéniz, creador integral, no fue sólo el compositor de una obra maestra absoluta para piano (Iberia). Fue también una ventana abierta de la España endogámica de la época a Europa y a la nueva música, desde la emergente corriente preimpresionista a la gran creación wagneriana y a la música del futuro. La exposición, comisariada por Justo Romero, trata de clarificar las leyendas fijadas por el propio compositor, y asentar la poliédrica verdad de su fascinante vida. Se reivindica al hombre enamorado de sus tradiciones y de sus raíces, y se concilia estas cualidades con su implicación en el modernismo y en la cultura catalana y española de la época. Su epistolario, su pinacoteca y sus permanentes visitas a España le otorgan una dimensión novedosa, fuera del cliché del 'pianista superdotado' encerrado en las notas del teclado. La exposición La exposición que acoge la Sala de Bóvedas del Conde Duque, se ha organizado en tres espacios bien diferenciados. Un espacio inicial llamado Albéniz lírico. La obra escénica, donde a través de una presentación cronológica y musical, se muestra la poco conocida faceta de Isaac Albéniz como compositor lírico. El segundo espacio acoge el eje vertebrador de la exposición, bajo el epígrafe Músicos y artistas amigos de Albéniz, muestra al músico en su contexto histórico, con sus amigos músicos y artistas, y ofrece una visión de su implicación en la principal corriente artística del momento, el Modernismo. Además se reserva un apartado especial a su hija Laura Albéniz, amiga, confidente y secretaria de su padre, e igualmente vinculada al mundo artístico. En esta segunda parte de la muestra se ha incorporado la faceta del Albéniz coleccionista de arte al mostrar pinturas de su propiedad, unas adquiridas por el propio Albéniz y la mayoría regaladas al músico. A través de este muestrario se ofrece un magnífico recorrido por el Modernismo catalán, con ejemplos de Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Joaquín Mir, Xavier Gosé, Josep Maria Sert, Néstor, Joan Brull, Darío de Regoyos, Ignacio Zuloaga y un largo etcétera. El último espacio de la muestra, bajo el título El universo personal de Albéniz. Espacios sonoros, descubre la faceta más íntima de Albéniz con una aproximación a su iconografía, a través de retratos y fotografías del compositor y de su familia, además de mostrar diversos ejemplos musicales con partituras, rollos de pianola, discos de pizarra, vinilo y otros. La exposición, comisariada por Justo Romero, es un itinerario visual y sonoro a través de la fascinante peripecia vital de Isaac Albéniz, de su tiempo y de los lugares por los que transitó y residió. Con reproducción de imágenes y lugares, objetos personales y documentos del propio compositor. Un itinerario ameno que pretende que el visitante, al concluir el mismo, se quede con una idea nítida y precisa del creador Albéniz, así como de lo que representa en la historia de la música española y en su posterior evolución. ALBÉNIZ. DE LA LEYENDA A LA VERDAD Albéniz ha sido el personaje español peor conocido y más erróneamente apreciado de la música española. El cúmulo de leyendas, historias ficticias y de medias verdades (medias mentiras) que se ha adherido a la realidad de su existencia ha enturbiado el perfil de quien fue una de las personalidades más sobresalientes, cosmopolitas e interesantes de la compleja España de su época. El tiempo y sus vicisitudes no siempre favorables habían recrecido la pátina hasta reducir al músico a sus rasgos más característicos. Ahora, cuando se cumplen el primer centenario de su muerte y el 150 aniversario del nacimiento, y cuando la verdad Albéniz se ha impuesto gracias a la publicación reciente de rigurosos estudios musicológicos y a la edición revisada y grabación de muchas de sus obras inéditas, la exposición Albéniz, leyendas y verdades presenta esta nueva, veraz y revisada visión de la peripecia vital y de la obra del músico que supo conjugar como ningún otro su pasión nacionalista con las nuevas corrientes estéticas que surgían en su tiempo. De las pequeñas páginas de las Suites españolas a sus últimas óperas; de la coqueta Pavana-capricho o las Mazurcas de salón a las conmovedoras Cuatro últimas canciones que dedica a su amigo Gabriel Fauré, Albéniz experimenta un ininterrumpido proceso de maduración estética y de evolución personal. Es esta fabulosa peripecia estética y vital la guía que marca el sentido de esta exposición, la razón de ser de un homenaje que parte de una realidad albeniciana que es infinitamente más hermosa e interesante que lo que él mismo y sus hagiográficos biógrafos han querido presentar, enturbiando así una existencia que no necesitaba hipérboles ni leyendas para ser apasionadamente fascinante. El largo, difícil y asombroso recorrido que media entre el niño que en 1864, con apenas cuatro años, toca una fantasía sobre Vísperas sicilianas de Verdi en el Teatre Romea de Barcelona y el consumado maestro que en los meses de septiembre y octubre de 1908 rubrica y dedica a su entrañable amigo Gabriel Fauré las otoñales y postreras Four Songs, supone, ciertamente, una de las evoluciones artísticas y humanas más asombrosas y pintorescas de la historia de la música. Albéniz viaja con increíble lucidez del siglo XIX, de su pianismo de salón y nacionalista, de sus zarzuelas costumbristas, al piano pre-impresionista de Iberia, a las óperas post-wagnerianas de sus últimos años. Pocos compositores como él aprehenden y se abren con tanta naturalidad a la música del siglo XX. Mientras España -'Mi Morena', como él la llamaba- se hunde en los desastres del 98 y se vuelve cada día más endogámica y oscura, él, desde París, Londres o Niza, evoluciona y se pone a la vanguardia de su entorno. Al mismo tiempo, y fiel al magisterio de su maestro Felipe Pedrell, se entrega con pasión e influye en la senda nacionalista que emprende la música española tras él. Falla y Turina 6 recibirán con gusto su herencia y marcarán el rumbo de la música española fijado por Albéniz, 'catalán moldeado en andaluz' al decir del sevillanísimo Joaquín Turina. Castizo y universal, degustador siempre de la mejor música, apasionado de la pintura, políglota y cosmopolita, se nutrió desde sus primeros años de una vida errante y aventurera, alimentada por su condición de 'niño prodigio' que recorría pueblos y capitales ofreciendo recitales en los que combinaba el gran repertorio con exhibiciones tan pintorescas como la de tocar de espaldas, o con los ojos vendados, o, emulando al gran Liszt, improvisando variaciones sobre un tema apuntado por algún espectador. Albéniz tuvo la habilidad y la inteligencia de evolucionar desde ese mundo circense y nómada hacia la depuración estilística y estética de sus últimas obras. De los viajes cutres en trenes infames en los que la gente tendía ropa en los vagones; de las posadas de colchones con más chinches que lana; de las butifarras y las rodajas de salchichón que tanto maltrataban su mortificado estómago... nuestro protagonista pasó a degustar la música wagneriana, la pintura modernista, el novedoso impresionismo francés, promover el nuevo teatro catalán o alternar con el refinamiento victoriano de Francis Money Coutts, quien fue su mecenas, amigo y autor de los textos de casi todas sus óperas y canciones. En pocos individuos como en Albéniz se hacen tan evidentes las palabras de Gregorio Marañón: 'Se da la paradoja de que los hombres en verdad universales son los más radicalmente castizos, como los que presumen por oficio de ciudadanos del mundo son gente pueblerina. Para llegar a todas partes, no hay camino más seguro que el de la estricta nacionalidad'1. Albéniz, castizo y universal, conjuga los recuerdos ennoblecidos por su imaginación creativa y la agudeza expresiva de una sensibilidad permeable a todo. Fue un sibarita anclado en un pasado de leyenda, teñido de un carácter bonachón y -al mismo tiempo- irascible, que gustaba siempre de sentirse rodeado de los personajes a los que admiraba. Sus amigos fueron innumerables y diversos. Desde músicos como Bretón, Fernández Arbós, Granados, Malats, Chausson, Dukas o Fauré, a literatos y pintores como Enric Morera o Santiago Rusiñol y aristócratas tan influyentes como el conde de Morphy o el acaudalado Money Coutts. Próximo a la masonería y a los últimos movimientos sociales y culturales de su tiempo, sintió con enorme dolor la decadente España que le tocó vivir, muy especialmente la pérdida en 1898 de su querida y evocada Cuba, en la que tantos y tantos conciertos ofreció durante su fugaz juventud. Epicúreo y generoso, extravertido y locuaz, mantuvo siempre la mirada y el corazón atentos a España, hacia su familia, amigos y compatriotas. Desde sus residencias de Londres, París y Niza, estaba siempre al corriente de cuanto ocurría en su país, al que viajaba frecuentemente y del que jamás se despegó. La continúa correspondencia, su irrenunciable suscripción al diario Heraldo de Madrid, su torre en Tiana, cerca de Barcelona... Albéniz jamás quiso perder el contacto con su país, por mucho que éste, encerrado en sainetes y zarzuelas y borracho de decadencia, se comportara con clara hostilidad y soliera dispensar a sus composiciones frías cuando no abucheadas recepciones. Son innumerables los testimonios en los que se duele del trato que recibe en su propio país. 'Estoy muy descorazonado con nuestra tierra, y creo que me será dificultosísimo el volver a ella si no es a dejar los huesos y a comerme lo que buenamente haya podido poner de lado', escribe el 14 de febrero de 1893 desde Londres a su hermana Clementina. En los apenas 49 años que se prolongó su apresurada existencia desde que nace en Camprodon (Girona), el 29 de mayo de 1860, hasta que fallece en la otra ladera de los Pirineos, en la pequeña localidad-balneario de Cambo-les-Bains, a las 'ocho de la noche' del 18 de mayo de 1909, su trayectoria es una constante y receptiva búsqueda de saber y conocimiento. En este sentido, pocos músicos han mostrado tan sana avidez de desarrollo y perfección. Su camino siempre ascendente le condujo de las piececillas de poca monta de sus primeros años a la cima insondable de las doce joyas de Iberia. En medio, zarzuelas, óperas, canciones, música de cámara, obras concertantes... Y, siempre, siempre, el piano, instrumento en el que al igual que otros grandes compositores - Chopin, Liszt, Rajmáninov, Prokófiev...- aunaba la doble condición de virtuoso intérprete e inspirado creador. Su relación con Madrid fue especialmente compleja. Un vínculo casi de amor/odio. En la capital del Reino vivió, estudió, sufrió y gozó. En ningún otro sitio sus éxitos y fracasos fueron tan sonados como en la ciudad a la que quiso dedicar su genial Lavapiés. Catalán universal y apasionadamente español a un tiempo, la exposición que ahora, con motivo del primer centenario de su muerte y del 150 aniversario del nacimiento, le dedica el Ayuntamiento de Madrid, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y la Biblioteca Nacional de España en la Sala de las Bóvedas de Conde Duque, bajo el título significativo de Albéniz, leyendas y verdades, perfila al personaje desde una perspectiva global. Un itinerario por su vida, su obra, su circunstancia y su tiempo, que trata de esclarecer las leyendas y verdades a medias que han desdibujado la realidad de un músico apasionado de su tiempo y de su entorno; de uno de los españoles más geniales y genuinos de la historia. La exposición clarifica las leyendas fijadas por el propio compositor, e incide en la poliédrica verdad de su vida fascinante, de su hacer fascinador. Desmentir las leyendas y fijar la realidad engrandece la figura del artista y su calidad humana. Reivindica, también, al hombre enamorado de sus tradiciones y de sus raíces; y concilia estas cualidades con su implicación en el modernismo y en la cultura catalana y española de la época. El análisis y observación de su epistolario, de su pinacoteca y sus permanentes visitas a España le otorgan nueva dimensión, fuera del cliché del 'pianista superdotado' encerrado siempre en las notas del teclado. Albéniz, leyendas y verdades es un itinerario visual y sonoro a través de su fascinante peripecia vital, de su tiempo y de los lugares por los que transitó y residió. Con reproducción de imágenes y lugares, objetos personales y documentos del propio compositor. Un recorrido ameno que pretende que el visitante, al concluir el mismo, se quede con una idea nítida y precisa del hombre y del músico, así como de lo que representa en la historia de la música española y en su posterior evolución. Un recorrido interdisciplinar que incluye algunos apartados donde el mundo de la plástica y la literatura desempeñan papel fundamental para el mejor conocimiento de Albéniz en su tiempo. Ilustrado también musicalmente. En definitiva, una cita con uno de los españoles más admirables y universales de la historia.
La muestra ofrece un itinerario por la vida y la obra de uno de los músicos españoles más universales. Se trata de un itinerario visual y sonoro en el que se pueden contemplar objetos personales y documentos del artista.
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