Descripción de la Exposición
El trabajo de Jorge Gil (Jaca, 1981) se caracteriza por un constante cuestionamiento de la condición humana mediante el análisis de conceptos como la suerte, la identidad, la pérdida, o la vulnerabilidad. Para ello intenta desgranar los diversos procesos de la mente así como sus conflictos, obsesiones, trastornos y miedos.
Normalmente emplea como medios de representación una gran variedad de muñecos, marionetas, maniquís, siluetas y autómatas que construye como elementos de sustitución del propio sujeto, investigando acerca de las diferentes relaciones e implicaciones que existen entre las dos partes: la real y la ficticia; el original y la copia; el simulacro y la representación.
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No, jamás, nada, nunca.
Julio C. Vázquez Ortiz.
El proceso mental que lleva a un niño a creer en el Ratón Pérez es el mismo que alentaba a determinadas tribus a comerse el corazón de su enemigo para absorber su energía o a Melvin Udall (1) cerrar cinco veces consecutivas el pestillo de su puerta.
El pensamiento mágico, propio de sociedades primitivas y creencias populares, aparece en el ser humano durante su infancia (2), convenciéndonos de que nuestra mente o actos pueden modifcar el mundo que nos rodea sin ninguna relación lógica entre causa y efecto; una situación fruto de la incapacidad de comprender determinados conceptos abstractos durante ese periodo. En situaciones adultas más complejas, este proceso puede convertirse en una suerte de placebo, aforando para afrontar determinadas situaciones extremas o carentes de sentido (como el fallecimiento de seres queridos o justificar el karma) así como en el peor de los casos acabar derivando en trastornos mentales de carácter obsesivo o depresivo.
Ser consciente de este mecanismo psicológico y hacerlo autónomo, es lo que permite a Jorge Gil transformarlo en una poderosa y versátil herramienta de comunicación que universalice vivencias íntimas y ocultas, en un ejercicio paralelo a la correspondencia entre los niveles antropológicos (sociales) y psicológicos (individuales) de las mitologías del mundo antiguo o las relaciones ocultistas entre religión y muerte. Pero lejos de ejercer una inocente fe ciega, el autor incluye matices, pistas que nos hacen recordar que en ocasiones el excesivo misticismo acaba por descubrir el truco, como quién decide destapar la sábana del fantasma.
Al otro lado por tanto, es una exposición en formato de instalación ambiente, que parte de las investigaciones llevadas a cabo por el artista acerca del pensamiento mágico como canal para continuar en su análisis de la condición humana y específicamente la transmutación que sufre la identidad del ser a causa de desajustes mentales como la depresión, pero también de la puesta en duda de todos estos mecanismos. Una intervención artística cruda e inquietante que marca a la vez una evolución en los modos de hacer del artista, abriendo nuevos caminos formales y conceptuales en su trayectoria.
Para ello, el autor nos plantea un recorrido donde cada pieza supone un absorbente agujero negro a través del cual asomarse a lo oculto, casi como un vía crucis, procesionando a modo de sacerdotes egipcios por la avenida de la esfinges (3).
Y es precisamente esa disposición de figuras enfrentadas la que emplea aquí Jorge para una de sus primeras obras; una parada a modo de Oráculo del Sur (4) que debemos traspasar para conectarnos con el otro lado. Así como la Sibila de Cumas (5) comunicaba sus visiones en verso, Jorge codifica el mensaje a través de símbolos, combinando imaginería clásica y actual. De esta manera a una altura considerable, dos figuras frente a frente disponen una línea imaginaria unidas a través de dos extremos emocionales, introduciéndonos ya en este mundo bipolar, con dualidades tan convivientes como contrarias, que nos encontraremos a lo largo de toda la exposición.
Pero esas dos figuras nos remiten también a un elemento que contribuye a conformar la fsionomía de esta intervención, así como uno de los aspectos característicos del trabajo del artista, definiendo en parte su particular forma de crear un todo teatralizado. Si en anteriores escritos acerca de la obra de Jorge Gil se recurría al teatro expresionista de Max Reindhart (6), para explicar la literal metamorfosis del entorno, en esta ocasión es fundamental referirnos a la figura de Alfred Jarry (7), dramaturgo francés, que entre los siglos XIX y XX influyó enormemente en la incorporación del títere al arte contemporáneo, desde las vanguardias históricas hasta nuestros días.
Entender la influencia del muñeco en la historia del arte reciente, nos permite afrontar más de cerca esta nueva exposición de Gil, quien después de varios años trabajando desde la desdibujada identificación con la fgura humana, parece querer superar su fuerza expresiva, para abordar temas más abstractos e íntimos a través del pulimento de sus formas, como nos hacen sospechar el resto de las piezas que componen la muestra. Es por esto que la pareja de falsos muñecos de trapo, formalizados en duro yeso cerámico, son los únicos humanoides completos que encontraremos aquí.
Una evolución que acompaña al modo en el que Gil interviene sobre la sala, pasando de una total transformación de la misma -como señalábamos anteriormente, en proyectos anteriores como Doppelgänger o Los otros (8), a una aparente simbiosis con el cubo blanco (9); pero más allá de una supuesta subordinación a las reglas del espacio neutro, el proceso parece más bien sibilino, con la intención de rebajar la crudeza de un relato al que debemos ir sucumbiendo progresivamente. Para ello, no duda en emplear la solemnidad de aquel junto con otros códigos propios de la tradición museística, como veremos más adelante, suavizando así la aspereza del mensaje.
La siguiente parada en esta procesión nos remite a un clásico símbolo de nuestra imaginería mágica y principal medio de comunicación con el otro lado, la Ouija. Una mano de hierro a modo de péndulo señala hacia cuatro palabras dispuestas en el suelo, otorgando una falsa sensación de libertad de elección, frustrada rápidamente por la obligatoriedad de sus opciones (no, jamás, nada nunca), a lo que añadir la ironía del azar en el movimiento aleatorio de dicha mano. La falacia de libertad que nos hace creer una realidad que no es, velada por el trastorno mental o tal vez por el engaño global al que estamos todos sometidos. Conclusiones que toman aún más relevancia si acudimos a la historia de este artefacto, patentado en el siglo XIX para su comercialización como juguete y cuya denominación, de etimología francesa, pretendía parecer egipcia. Cuestiones que sin duda no pasan desapercibidas para el artista, que pretende manteneros alerta durante todo el juego, entre misticismo y agnoscismo, recuperando su recurrente discurso acerca del engaño de lo auténtico.
Por su parte, el desmembramiento del cuerpo humano, a través de la mano colgante, comienza a coger presencia en la obra de Gil, usado ya en otros proyectos recientes como La doble piel (10), y que igualmente bebe de tradiciones religiosas como los exvotos, que combina con la revisión de artistas contemporáneos como Kiki Smith y su emblemática intervención en The Puppets Show (11).
Y en una exposición de estas características no podía faltar otro de los elementos principales de esa imaginería mágica, el portal. Ese vórtice de energía que nos lleva hacia lo desconocido. Un pieza que curiosa o precisamente por eso, puede señalar un nuevo camino en la trayectoria del artista, aún conservando elementos fundamentales del cuerpo de su trabajo. Tanto es así que si hablamos de su propio físico como medida, colores apagados y un formato instalativo, lo entenderíamos como una obra “típica” en su carrera. El impacto, para quien conozca su trabajo, viene al ver el resultado. El perfil desvencijado de una puerta se nos presenta como un nuevo paso, surgido de su propia altura, en una pieza que nos sorprende a la vez que evidencia esa búsqueda de nuevos caminos plásticos.
La relación con el pasadizo, el acceso a una nueva dimensión es evidente, así como la aparición de cierta reminiscencia minimalista que sorprende, pero no chirría, en parte por el empleo de un material que podríamos tildar de posminimalista, un cemento poroso, pesado y expresivo, que rompe la continuidad de la pieza, dando la impresión de que si esa puerta llevaba a algún sitio, hace ya tiempo que no lo hace.
Toda una experiencia procesional y performativa que finaliza con una imagen final y eje del proyecto, al menos esencial. La familia, representada en su ausencia, dentro de esa dualidad que recorre toda esta exposición, desde el lleno/vacío, dentro/fuera, realidad/ficción. Para ello Gil dispone cuatro moldes blandos de cráneos antiguos, de procedencia poco clara, que llegaron a sus manos ya vaciados y que reconstruye en un intento fallido por encontrar una memoria familiar ancestral, en un acto con tintes chamánicos, hasta el punto de disponerlos en una vitrina que eleve museística y místicamente la pieza obviando lo que realmente oculta cada matriz, el vacío. Un vacío con memoria de lo modelado, cuyo única conexión con la realidad está ya deformada. Moldes de cráneos primitivos, reales, cosidos en un inefcaz intento de evitar la fuga de algo que ya no está dentro.
Revisando pues todo lo que nos encontramos Al otro lado, emanan a la superficie conceptos propios de la carrera del artista como pueden ser la pérdida o la ausencia, en contraste con ideas también recurrentes en su discurso como la autenticidad y su puesta en duda, evidente ahora en la historia falseada de la güija, la apariencia blanda de los duros muñecos cerámicos o la ortodoxa exhibición musealizada de elementos cuyo finalidad es precisamente la copia.
Pero dentro de esta nueva vía abierta aquí por el artista, encontramos un elemento que, aunque anteriormente tangencial, toma ahora el protagonismo. Hasta entonces sus figuras, autómatas y humanoides, en su mayoría ocultaban rostros reales bajo máscaras, disfraces...; en este caso la ocultación se dirige a un espacio/tiempo, una dimensión desconocida, identifcada con un estado de ánimo, una situación mental, accesible tan solo desde la primigenia del pensamiento mágico y en definitiva abstracto, que Jorge nos empuja a plantearnos mediante diferentes accesos ya sean portales disfuncionales, oráculos, o rudimentarios medios de comunicación mágicos. Un cambio que conlleva su consecuente evolución formal, como hemos podido comprobar en este proceso.
Por tanto, podríamos afrmar que Jorge Gil nos propone aquí un proceso de catarsis conjunta, dando salida a la necesidad de universalizar emociones ocultas pero a la vez proponiéndonos un camino mágico, inexplorado y ciertamente liberador, sin caer en la inocente derrota del creyente, sino más bien a través del existencialismo como vía obligatoria, para no sucumbir al nihilismo.
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1 James L. Brooks, Mejor Imposible (cine). Gracie Films, Estados Unidos, 1997. Personaje principal de la película.
2 Según la teoría del desarrollo cognitivo de Jean Piaget, el pensamiento mágico se da durante la fase preoperacional, del los 2 a los 7 años.
3 Avenida que unía los templos egipcios de Luxor y Karnak, delimitada por sendas hileras de esfinges a ambos lados. Siglo IV a. C.
4 Ende, Michael, La historia interminable. Thienemanns Verlag, Alemania, 1979. Lugar místico, donde se encuentran las tres puertas mágicas, fundamentales en el relato de la novela, descrito por un paso flanqueado por dos esfinges.
5 Profetisa de la mitología griega, con la particularidad de comunicar sus profecías en verso y que ejercía de oráculo en la cueva de Cumas, actualmente al sur de Italia.
6 Max Reinhart (Austria, 1983 – Nueva York, 1943). Director de teatro y cine entre los siglos XIX y XX, impulsor del expresionismo en ambas disciplinas.
7 Alfred Jarry (Laval, 1973 – París, 1907). Dramaturgo francés, autor de la obra de teatro Ubú Rey, estrenada en 1896, origen del teatro del absurdo y pensada originalmente para representarse mediante títeres.
8 Gil, Jorge, Los otros. Exposición-intervención sobre la colección del Museo Nacional de Teatro de Almagro. 2018
9 O'Doherty, Brian, Dentro del cubo blanco. La ideología del espacio expositivo. Cendeac. Murcia 2011.
10 Gil, Jorge, La doble piel. Exposición-intervención sobre la colección del museo Jarramplas. Festival Dinamo, Piornal 2018.
11 VV.AA., The Puppet Show. Exposición colectiva. Institute of Contemporary Art, Philadelphia, 2008.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España