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AL LÍMITE [ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO]

Exposición / Espacio Santa Clara / Utrera, 1 / Morón de la Frontera, Sevilla, España
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Cuándo:
07 mar de 2022 - 28 mar de 2022

Inauguración:
07 mar de 2022 / 13:00

Horario:
lunes de 9:00 a 14:00, martes y viernes de 9:00 a 14:00 y de 16:30 a 20:30, festivos de 10:00 a 14:00

Precio:
Entrada gratuita

Comisariada por:
Alba Cortés, Rocío Aguilar

Organizada por:
Espacio Santa Clara

ENLACES OFICIALES
Twitter 

Teléfonos
954499880

Correo electrónico
artesplasticas@culturamoron.es
Etiquetas
Escultura  Escultura en Sevilla  Fotografía  Fotografía en Sevilla  Instalación  Instalación en Sevilla  Pintura  Pintura en Sevilla 

       


Descripción de la Exposición

AL LÍMITE. Entre lo público y lo privado. Un proyecto de los grupos de investigación Observatorio de paisajes y Arte, técnica y sostenibilidad de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. marzo-septiembre 2022. Morón de la Frontera, Sevilla, Cádiz. Rocío Aguilar-Nuevo, co-comisaria Alba Cortés, co-comisaria En las ciudades, según la RAE “(...) la población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas”. Esas actividades, ya formen parte de la vida profesional o íntima, se desarrollan en espacios públicos o privados. Quizás la diferencia con las ‘no ciudades’ sea que, al desarrollar actividades agrícolas, los espacios públicos o privados se diluyen, encontrando muchas veces las cortijadas y las casas de aperos en las mismas tierras donde se desarrolla el trabajo. Durante la vida contemporánea de la ciudad, se ha intentado que los límites de esos dos espacios estuvieran perfectamente delineados y si se cruzaban era única e indispensablemente porque el gestor de éstos permitía la entrada. No obstante, en la época moderna marcada por la sobreinformación y la adaptación de los espacios a las exigencias del consumidor, la progresiva transformación de las ciudades ha traído consigo drásticos cambios en las dinámicas de vida de sus habitantes, e incluso en el perfil/trazado de sus propios roles. Sólo pequeños barrios siguen prestando resistencia contra la fuerza de la expansión del núcleo urbano hacia el objetivo de construir espacios genéricos en los que desarrollar actividades tipificadas y universales. El arquitecto Rem Kolhaas define el concepto de Ciudad genérica como un fenómeno global caracterizado por la consecución y repetición de una serie de sucesos muy parecidos en ciudades de todo el mundo, de tal modo que se hace aún más difícil discernir los límites entre la esfera pública y la privada a la vez que tenemos más acceso a ellas. Sumado a todo lo anterior, el tan en auge proceso mediático hace casi imposible presenciar actos que sucedan en la ciudad y a la vez fuera de ella o que conquisten unos espacios y otros. Por su parte, el sociólogo John Thompson considera que “la visibilidad de los individuos y sus actos es separada del escenario común compartido”, que con la llegada del Covid ha provocado un crecimiento aún más acentuado de las fisuras de entrada y salida, y que hoy, dos años después, siguen abiertas. La exposición Al límite indaga, cuestiona y reivindica el uso del espacio público y privado desde una miríada de técnicas artísticas y conceptos con las que se invita al espectador a investigar sus propios límites. Desde el tejido aéreo natural y construido que configura la ciudad, pasando por los lenguajes icónicos aprendidos, hasta la periferia más al límite, el proyecto explora a través de la pintura y la instalación las sensaciones de pertenencia a un ámbito u otro. La bienvenida a la exposición la realiza Paco Lara-Barranco situándonos frente a una valla en la que se lee ‘Prohibido el paso’. La instalación de casi tres metros de ancho, y colocada justo en la entrada de la sala, plantea el primer interrogante al espectador: ¿estoy dispuesto/a a desobedecer una instrucción clara? ¿Me atrevo a traspasar una barrera que más allá profana el espacio público? ¿Estoy dispuesto/a a asumir riesgos? Una vez franqueado el primer obstáculo, podemos sentirnos liberados/as (aun sintiendo el peso de haber cometido una infracción), y adentrarnos en el mundo de esos espacios intersticiales y lo transmutable de los mismos. Carlos Rojas-Redondo nos presenta un elegante 1 edificio, histórico y existido, que, aun siendo público, se convierte en cientos de historias privadas vividas entre sus muros a través de los siglos, que emergen capa tras capa de pintura. Historias que se plantean y se viven hoy en las azoteas de Alba Cortés. A vista de pájaro los habitantes son vistos y ven, dominan el horizonte del ritmo acelerado de la ciudad y se encuentran en un habitáculo contenido por los muros perimetrales, pero fluido a través de las palabras intercambiadas que se trasladan a las casas de los y las vecinas o de los turistas que exportarán vivencias más allá de las fronteras regionales o nacionales. Si al principio decíamos que las ciudades no se dedican a labores agrícolas, la naturaleza sí está presente quieran o no quieran los dichos habitantes. Está presente en los yerbajos que crecen en los edificios históricos de Rojas, en las azoteas adornadas con macetas de Cortés y, sobre todo, está presente en la mirada hacia lo oculto de las pinturas de Carmen Andreu-Lara. Toda la nervatura de raíces interconectadas donde se construye la ciudad, de las arboledas de los parques y retiros, de los solares y los edificios que dejan inertes la tierra, confluye en lienzos fragmentados, al igual de fragmentadas que fueran las azoteas de Cortés y lo serán las escenas de David Serrano, José García Perera y José Naranjo Ferrari. Rocío Arregui-Pradas rompe como su flora a través de los edificios, abriéndose paso y reivindicando su espacio con la fuerza disfrazada de sutiles puntadas. En un discurso con Andreu- Lara nos recuerda nuestra posición en el mundo, lo frágil que es la especie humana frente a la supervivencia de una naturaleza descontrolada que reconquistó durante el confinamiento todos los espacios arrebatados. Del mismo modo, Rocío Aguilar-Nuevo, incide en las otras especies que cohabitan las ciudades: los insectos. Para estas especies los espacios no son ni públicos ni privados. Conquistan desde un corazón extraño y grotesco que nutre y da vida al espacio más privado e íntimo, es decir, a nuestras casas. Cuando los espacios públicos pasan a ser privados y viceversa, lo efímero se hace patente, y Serrano nos recuerda con su obra que todo pende de alfileres, hasta los sólidos pavimentos sobre los que hemos ido construyendo espacios comunes e identitarios. La delicadeza, que aquí recuerda al trabajo de Arregui-Pradas y Aguilar-Nuevo, se enfrenta a la crudeza que traerán las fosas comunes y las lápidas de Ángeles de la Torre. En los dibujos de Serrano todavía hay esperanza, los vestigios de tiempos pasados se convierten en recuerdos plasmados con un grafito sereno y casi fractal que se dirige irrevocablemente hacia la deconstrucción. Destrucción de la que se nutre García Perera, haciendo desaparecer el contenido de escaparates, carteles y letreros, e invitándonos a interpretar más allá de lo que aparece a simple vista para atribuir significados personales a aquello que la ciudad borra, como si ella no tuviese personalidad, como si le faltase alma y nada importara sobre el contenido que una vez allí hubo. Esto va de memoria como irá De la Torre. Y si de memoria y olvido hablamos, las maquetas de Israel Tirado ponen de manifiesto la ciudad periférica desintegrada. Nos hemos trasladado del centro de la ciudad al extrarradio, allí donde termina lo repudiado. Las chabolas y las construcciones inacabadas, casi como si fueran maquetas de algo que podría ser y no ha sido, forman parte de esta instalación que reflexiona sobre la Sociedad Líquida de Bauman. Esa liquidez se refleja en las corrientes de los ríos de Naranjo Ferrari que vertebran las ciudades y recorren los espacios centrales y periféricos, los vividos y los ignorados, los presentes y los borrados. Cada meandro es un pedazo de ciudad recorrido que arrastra hasta la periferia los desechos del hábitat central para llegar hasta lo más extremo, lo más alejado, lo más público y a la vez lo más privado: el cementerio de la ciudad. Aquí, De la Torre nos confronta con el recuerdo borrado, como lo hicieran los cuadros de García Perera. El derecho a la memoria de todo lo ocurridos en edificios históricos, en las azoteas, en los parques, en las casas unifamiliares y en los barrios de chabolas son reivindicados 2 bajo un cuerpo desnudo y despojado de ropas, completamente hecho público, sin nombre y sin identidad. Como en una deriva de las que propusiera Guy Debord, debemos movernos con agilidad por la ciudad con una mirada creativa, que tenga en cuenta las conexiones y las energías implícitas en las construcciones y sus constructores, las experiencias propias y ajenas que se acumulan en las calzadas y que afloran de los intersticios de las casas hacia espacios comunes, como lo hacen las plantas. Y es que para descubrir los límites de lo público y lo privado hay que conocer a los vecinos (humanos y no) y hay que adentrase en lo desconocido. Hay que ser valiente, hay que conocerse, fluir, borrarse y renacer. Y todo ello no hubiera o será posible, si a aquel primer desafío que nos lanzaba Lara-Barranco como bienvenida, no hubiéramos respondido un rotundo ‘Sí’.


Entrada actualizada el el 09 mar de 2022

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