Aitana Martín desarrolla una incesante actividad pictórica y dibujística en la que la figura humana -retratos, desnudos, composiciones alegóricas- es el argumento principal para la expresión de su sensibilidad.

Aitana tiene una larga trayectoria como pintora volcada sobre el color, elemento central de su obra. Sin embargo, para ella, dibujante de gran soltura, también es una norma ineludible aquello de "ningún día sin una línea". En ese diálogo cotidiano con las formas, entre dibujo y dibujo, la autora ha ido fortaleciendo desde la modernidad su fascinación por los grandes maestros. Así, las resonancias renacentistas y de algunos artistas del XVII, como Rembrandt, se mezclan con el gesto de Rodin o la sensualidad de Matisse para guiar su expresividad gráfica. La tradición, como hilo que enhebra las sucesivas experiencias artísticas a lo largo del tiempo, es importante en Aitana.