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Agujeros blancos # Agujeros negros

Exposición / Espacio MeBAS - Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS) / Rubio, 6 / Santander, Cantabria, España
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Cuándo:
13 dic de 2013 - 16 feb de 2014

Inauguración:
13 dic de 2013

Comisariada por:
Isabel Portilla Arroyo, Salvador Carretero Rebés

Organizada por:
Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS)

Artistas participantes:
Enrique Gran

       


Descripción de la Exposición

En 1992 el MAS llevó a cabo una exhaustiva exposición retrospectiva y revisionista dedicada a Enrique Gran Villagraz (Santander, 1928-Madrid, 1999). Se trató de un sentido homenaje a su persona y a su trayectoria, justo reconocimiento en vida. La muestra logró reunir una nutrida selección de importantes obras, fruto de un laborioso trabajo de inventario y catalogación de obras que se desarrolló colección a colección. El MAS vuelve a homenajear a Enrique Gran esta vez en su EspacioMeBAS con la exposición temporal de todas las obras de su propiedad: más de veinte pinturas que recorren todas y cada una de sus etapas, periodos, curiosidades, rupturas..., todas excepto la última, la que algunos denominan su 'momento blanco'. Para ello, hemos invitado a la Fundación Enrique Gran que preside Begoña Merino que está haciendo un excelente trabajo; y a la vez porque lo consideramos justo y es momento de poder contemplar un excelente puñado de obras, muchas de ellas inéditas.

 

Nunca he ocultado mi debilidad hacia el artista santanderino a quien conocí a finales de los ochenta, en curioso y fugaz encuentro en una inauguración en Santander. No se sabe cómo y porqué, pronto nos vimos envueltos en una conversación acerca de su anecdótica 'asturianidad', su casi inexistente período juvenil de estancia de tres meses en Llanes, en donde realizó pequeñas miniaturas de guijarros imitando a la naturaleza. Allí nació una amistad que cuajó en varios encuentros y muchas tertulias. Entre mil anécdotas me contó que, como muchos niños de su edad, fue un lector empedernido de los cómics del momento que le transportaron a mundos imaginarios, cómics que incluso llegó a copiar ávidamente. De ellos tomó sus primeras nociones del color, la línea, la figuración y movimiento; con ellos, sobre todo, alimentó su desbordante imaginación que, naturalmente, explosionaría poco tiempo después. No se ha de olvidar que comenzó a estudiar dibujo con disciplina y sentido perfeccionista nada menos que a la edad de doce años. Que con dos más, estudió las materias de matemáticas, física y química en la Escuela de Aprendices, ciencias experimentales por las que se sintió atraído, y que ejercieron una poderosa influencia en su formación artística: la preocupación por los valores lumínicos, la interacción de colores y formas, la energía del Universo y, fundamentalmente, la lectura cromática de las obras. Que con diecisiete años entró a trabajar como electricista en la empresa Nueva Montaña, labor que ejerció durante tres años, pintando en sus ratos libres.

 

Que el servicio militar le destina a Madrid, momento en el que aprovecha para visitar con asiduidad el Museo del Prado, deteniéndose especialmente en las obras de Brueghel, El Bosco, Goya y Velázquez, lo que es paradigmático; y momento en el que también encuentra el tiempo para asistir a la Academia de San Fernando trabajando sobre el claroscuro en el bodegón y el desnudo. Que ingresa en la Escuela en 1951 -estudios que terminará en 1956- con apoyo de la Diputación Provincial de Santander, lugar en donde tuvo lugar el fundamental encuentro con sus compañeros y amigos Isabel Quintanilla, Joaquín Ramo, Amalia Avia, Antonio López, Lucio Muñoz, Francisco, Julio López Hernández o María Moreno. Que al año siguiente, la Diputación santanderina le vuelve a otorgar una beca para ir a París, quedándose prendado de los clásicos modos de Cezanne, Van Gogh y, naturalmente, del sempiterno revolucionario Picasso y donde conoció a Carmelo Bernaola, Joaquín Ramos y Eusebio Sempere, tiempo sin duda de reflexión artística y de búsqueda personal de su propio camino artístico.

 

Esta inicial búsqueda estuvo impregnada precisamente de estas influencias de clásicos vanguardistas, cuyo valor queda demostrado en los primerizos lienzos conservados, figurativos e harto interesantes, como Río de la Pila (c. 1953); así como en los subsiguientes ejemplos neocubistas de 1954, especialmente significativos, cuyo certero y gran exponente es el Bodegón cubista de 1954 que adquirió el MAS en los noventa, cuando aún tenía sus estudios inconclusos, clave referencial primordial del Gran de estos años, cimentación de lo que habría de venir.

 

Algunas de estas obras, junto con las siguientes experimentaciones de cierto tinte tenebrista, paisajes románticos de finales de los cincuenta, con algunas dosis de recuerdo cubista en ciertos lienzos, y ciertas pretensiones hacia un sórdido informalismo figurativo, fueron expuestas en el homenaje citado que el MAS le dedicó. Sin duda fue emocionante poder ver allí estas obras que sólo recordaban unos pocos privilegiados, ingresadas en propiedad gracias a la generosidad de Pablo Schabelsky, su donante. Me interesa recalcar que, aunque obras experimentales, no dejan de ser obras ya maduradas, poderosas en su reflexión planteada, que poseen una enorme influencia de Pancho Cossío, artista que le avaló y apadrinó en su primera muestra pública que tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en 1959 e influencia de la que nunca quiso desprenderse, ni siquiera en sus más conocidas series finales, e influencias impagables emanadas de otros artistas españoles, recordando inevitablemente a algunos colegas de El Paso y, sobre todo, las que adquirió del Grupo Pórtico, de las obras de Laguna y Laguardia que fueron expuestas -no lo olvidemos- en Santander en el Saloncillo Alerta y que él tuvo que inevitablemente ver. A principios de los noventa, él me contaba que si lo que expuso entonces en Madrid era figurativo, lo que trabajaba en el estudio era plenamente abstracto. En todo caso, considero que es justamente hacia 1956-1957 cuando Gran comienza a comprometerse en la modernidad artística sin vuelta atrás. En 1958 es el año en que se produce el triunfo del arte abstracto español a nivel internacional con una serie de exposiciones oficiales entre ese año y 1962. Gran está atento y experimenta, cerrando así su moderna figuración madrileña: hacia 1957-58 comienza a 'ensuciar' ésta, abstractizándola y haciéndola sórdida y opaca en su color, con datos constructivos y cubistas.

 

Y es hacia 1960 -año de su comparecencia a la Bienal de Venecia, de su beca de la Fundación March y de la exposición de la Galería Sur- cuando se ratifica ese compromiso de modernidad plástica, si bien entiendo que tampoco abandonará de forma inteligente y durante toda su vida esos rasgos clasicistas, cossianos e informalistas de estos cruciales años, alimentados por vetas cosmopolitas europeas, emanados de una especial europeización de su trayectoria de esos años (Palais de Beaux Arts de Bruselas, Wolframs Aschembach, II Bienal de París, Cuatrienal de Finlandia, Spanish Week de Oslo, Athereum de Helsinki, Bienales de Venecia, Arte Español Actual de Berlín y Bonn, Kunstuerein de Berlín, Copenhague). Fruto y prueba de ellos son sus abstracciones, sus composiciones plenamente informalistas que lleva a cabo entre 1961 y 1967, aproximadamente, de un interés inusitado, de acuerdo a su valiente modernidad, además de temprana, compromiso sin duda magnífico palpable en Al caer la tarde (c. 1963), Desintegración (c. 1964), Ruinas pretéritas (1966), Fuerte desvastado (1966)..., con culminación mágica en el emblemático Calendario (1967). Justo antes de llegar a esta obra clave -más por su contenido y sentir que por su realización material-, estaba magníficamente borracho de sus rompimientos, obras informalistas muy cercanas a los planteamientos de Lucio Muñoz que presenta en la Galería Juana Mordó de Madrid y en la Galería Grises de Bilbao, pintura de pulso matérico y sórdidamente informalista, concebida con la incorporación de la aplicación de papeles pintados, collages, con lo que logra texturas consistentes. Cossío emerge como una de sus claras y múltiples influencias, pero son las pinturas negras de Goya las que sin duda alguna protagonizan las principales fuentes de Gran a la hora de experimentar esta serie, sus figuras, sus paisajes, su tenebrismo, su opacidad...

 

Estos rompimientos, junto con los posteriores túmulos de finales de los sesenta y principios de los setenta (Irrupción, El espía, Fuerzas germinales, Surgiendo de la eternidad) también se pudieron ver en el homenaje santanderino de 1992, en rescate clave para poder entender las series posteriores. Rompimientos y túmulos que estaban y están encadenados por el eslabón fundamental del que hablo titulado Calendario de 1967 y que también pertenece al MAS en donde se concentra todo su pálpito creativo, neorromántico, surreal y simbolista, informalista. La consecuencia directa son los túmulos, que no son otra cosa que formas orgánicas en suspensión, cuerpos volátiles sobre fondos neutros cargados de total simbolismo, cuerpos extraños que, con el paso del tiempo se van asentando en un paisaje irreal que crean otra realidad (Mutante, Controlador del tiempo, La Montaña de Rinoceronte). Algunos la han denominado, de forma un tanto simplista, como la serie azul y que dará paso a otra dorada y la postrera blanca, bajo idénticas pautas cosmogónicas, cuyo también curioso eslabón es la famosa Figura enigmática (1976) también del MAS, lienzo muy querido por Gran de forma especial, porque, al igual que el Calendario, marcaba su antes y su después, su 'término' de lo cosmogónico azul, para la génesis de su posterior y particular Dorado de los ochenta (El enigma del cobre, La colina de la fecundidad, Espectro en el paraíso, Alucinación de fuerzas, Caos entre fuerzas, Temporal áureo), que dio a su vez paso a la serie Alba postrera que tuvo inicio en 1990 (Carril de luz, Presagio de la ferrovía, Viajando entre mundos, Viajando entre sueños).

 

En una de nuestras últimas tertulias, me enseñó con algún pudor un tesoro, en forma de papeles, múltiples dibujos de inusitado interés, muchos de ellos expuestos no hace mucho tiempo en Caja Cantabria de la mano de la Fundación Enrique Gran que preside Begoña Merino. La grandeza de su sencillez parecía hacerle escasa justicia a la humanidad que semiescondía, al valor de otras experimentaciones de que me habló, desarrolladas tridimensionalmente, televisores y otros artilugios destripados, en busca de una energía allí consumida, allí pseudoconcentrada, allí para él custodiada que siempre había buscado, interpretado y vivido. Hasta la extinción su dulce luz, de su tierna energía en enero de 1999, una energía revolucionaria y fresca de la que siempre hizo gala, extinción de unos de los grandes referentes artísticos modernos cántabros de la segunda mitad del siglo XX.

 

No tuvo ocasión de vivir el cambio de milenio, enorme ilusión que quedó truncada, que se quedó en análoga espera a su Figura enigmática, ese ser extraño por él imaginado, fuera de lo terrestre, con los supuestos dedos entrecruzados de sus supuestas manos cogidas a la altura de su regazo, su supuesto rostro alargado, de supuesto cráneo ovoide y supuestos ojos incisivos que provocan cierta intranquilidad a quien lo observa, aislado y solitario, en ambiente frío, gélido, esperando... Un ser extraño, en paraje extraño de ligero recuerdo de Raba, en ámbito extraño de gesto a lo De la Foz, trilogía energética.

 

En esa última tertulia, me regaló el libro de Hawking, Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, obra a la que estaba identificado, sintiéndose otro explorador de lo grande y de lo minúsculo, en donde tiempo y universo se funden en abrazo cósmico infinito. En aquella tertulia charlamos de Aristóteles, de Copérnico, de Newton, de Olbers, de Kant, de Hubble, de Einstein... Me trasladó sin tapujos que la vida era búsqueda, que su pintura era búsqueda y encuentro. El Calendario lo 'detuvimos' ambos, de mutuo acuerdo, el 17 de diciembre, el día en que se inauguró la exposición revisionista de 1992. Para él fue otro día luminoso, como afortunadamente lo fueron tantos y tantos días y momentos y tiempos, los tiempos y luces que él anhelaba y nos regaló, y, estamos seguros, en donde inevitablemente - quiero así pensar- se ha tenido que transformar....

 

...acaso un día cuando 'los tiempos' se acaben, el Universo, volviendo a encontrar su pureza original, habrá de disolverse nuevamente en luz.

 


Imágenes de la Exposición
Enrique Gran, Agujeros blancos Agujeros negros

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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