Exposición en Barcelona, España

Adolf Fargnoli (1890-1951). Del Novecentismo a la vanguardia

Dónde:
MNAC - Museu Nacional d'Art de Catalunya / Palau Nacional - Parc de Montjuïc / Barcelona, España
Cuándo:
14 may de 2024 - 20 oct de 2024
Inauguración:
14 may de 2024
Comisariada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
Esta exposición presenta por primera vez en Barcelona la obra de Adolf Fargnoli (La Bisbal d'Empordà, 1890 – Barcelona, 1951), ebanista y orfebre de origen italiano que formó parte del círculo de artistas y artesanos que se dieron a conocer en Girona en torno a la figura del arquitecto Rafael Masó. Fargnoli se conviritó en uno de los grandes nombres del Novecentismo gironés. Virtuoso de la talla en madera, fue famoso por las singulares y refinadas arquetas, cofres y joyeros de madera con aplicaciones metálicas e interiores forrados de seda a los que solía dar un nombre poético. Cincuenta exposiciones nacionales e internacionales entre 1918 y 1933 explican que Fargnoli, admirado por críticos, artistas e intelectuales, se convirtiera en un mito de la Girona novecentista. Pero en 1932 el artesano de Girona se convirtió en un diseñador fascinado por la estética de Hollywood. Instalado en Barcelona, desarrolló las creaciones “D’Annali”, una línea ... de bisutería femenina que no llegó a ser realidad. En 1933, una crisis emocional y su carácter bohemio lo sumieron en una depresión profunda. A pesar de su personal obra literaria, la guerra y la postguerra significaron una caída en su creatividad, de la que sólo se recuperó brevemente hacia 1945. Murió silenciosamente en 1951. Esta exposición es fruto de una reciente investigación llevada a cabo por Pilar Vélez, comisaria de la muestra, que ha sacado a la luz numerosas piezas hasta ahora desconocidas, así como piezas de algunos de sus imitadores, al igual que se han podido conocer multiples aspectos de la vida y la trayectoria professional del artista gracias al acceso al legado documental de la família y a los testimonios que se conservan en diferentes archivos. La investigación ha permitido reunir más de 90 objetos, especialmente cajitas y cruces de madera tallada con aplicaciones cerámicas, obra de Adolf Fargnoli y también de algún imitador, así como diseños cerámicos que realizó en el taller de Can Marcó de Quart. La muestra incluye catálogos de sus exposiciones, que descubren su faceta como grafista; así como un centenar de documentos inéditos: proyectos de sus creaciones, originales de sus diseños gráficos, folletos publicitarios, documentos personales y algunas fotografías. El MNAC presenta una versión ampliada de la muestra que se pudo ver en Girona del 30 de diciembre de 2023 al 20 de abril de 2024, impulsada por la Fundació Masó y coordinada por su director, Jordi Falgàs. Este proyecto cuenta con un catálogo coeditado por ambas instituciones y Úrsula Llibres. Adolf Fargnoli (1890-1951) Del Noucentisme a la vanguardia Adolf Fargnoli Iannetta (1890-1951), hijo de una familia modesta procedente de Italia, fue un artista autodidacta, dotado de un aura singular forjada en la Girona noucentista, ciudad que amó profundamente. Fargnoli tuvo la suerte de tener unos mentores, Rafael Masó y Carles Rahola, responsables del proyecto de regeneración de la ciudad, que se dieron cuenta de su valía. Entre 1916 y 1932 vivió en Girona, donde tuvo dos talleres, en la calle de Santa Eugènia, 32, y desde 1927 —poco después de nacer su hijo y morir su esposa—, en la calle de la Força, 23. Se especializó en la talla de cajitas, cruces y otros objetos de madera y metal o madera y cerámica argerata, a los que dotaba de nombres propios y que lo convirtieron en un mito de la Girona noucentista. Su singularidad artística y personal lo hicieron merecedor de logros nacionales e internacionales. Las casi cincuenta exposiciones individuales que celebró entre 1918 y 1933 muestran la amplitud de su marco de relaciones y su integración en el mundo cultural contemporáneo. Este era el Fargnoli conocido hasta ahora. Pero no solo existió el Fargnoli gerundense, el artífice de las arquetas y “el poeta de las cosas sencillas”, como más de un crítico lo había definido, porque a partir de 1932 fijó la mirada en Barcelona y se instaló allí. Si bien nunca dejó el taller de la calle de la Força e iba a menudo a Girona a ver a sus padres y a su hijo, que vivía en Anglès con una nodriza, estaba convencido de que Barcelona le abriría nuevos horizontes. Sin embargo, de carácter bohemio y desvinculado de normas sociales, cada vez más lejos de los éxitos de la etapa gerundense, en 1933 sufrió un fuerte trance emocional, producto de su confusión entre el arte, la amistad y el amor. Barcelona fue entonces un entorno adverso, que lo llevó a una crisis profunda. Mientras, abandonó las cajitas, y el artesano se convirtió en diseñador con la creación de la marca D’Annali, aunque no acabaría saliendo adelante. Dejó la pieza única tallada con sumo cuidado para dedicarse al diseño de creaciones de bisutería femenina de gusto Art Déco, y la Girona de la escuela de Masó quedó superada por la modernidad, la estética de Hollywood y el sueño americano, que tanto lo deslumbraban. Las consecuencias de la Guerra Civil, durante la cual perdió herramientas y materiales, y la dura posguerra hicieron que se replegara, y hasta 1945 no volvió a sus creaciones y, a la vez, a su prosa poética, unas reflexiones y pensamientos inéditos hasta ahora, que quería editar. Fargnoli murió el 17 de marzo de 1951, poco después de la muestra retrospectiva que había celebrado en el Instituto de Cultura Italiana de Barcelona. Presentación de los artistas gerundenses en las Galeries Laietanes de Barcelona en junio de 1918 El 27 de junio de 1913, el arquitecto Rafael Masó y su amigo, el escritor e intelectual Xavier Monsalvatje, inauguraban en Girona la sociedad Athenea, centrada en el fomento de las artes y los bellos oficios. Era una primera acción en pro del resurgimiento cultural de la ciudad, hasta entonces muy dormida. Athenea se cerró en 1917, pero un año después Masó coordinó la Exposició d’Artistes Gironins en las Galeries Laietanes de Barcelona. La muestra venía a ser la presentación de los objetivos alcanzados por el arquitecto desde Athenea. Exponer en las Laietanes les supuso una gran difusión fuera de Girona. En el texto del catálogo de la exposición, Monsalvatje daba a conocer este renacimiento de Girona: “Vosotros, gente de Barcelona, podréis ahora ver plasmada la espiritualidad de una ciudad catalana desconocida de todo el mundo, y hasta de los propios gerundenses...”. Era la presentación del Noucentisme gerundense en Barcelona. Monsalvatje llamaba a Masó “señalador de caminos”, una buena forma de definir la labor de abrir los ojos de los jóvenes a los nuevos caminos artísticos europeos. Por eso se puede hablar de la escuela de Rafael Masó. Fidel Aguilar, escultor (ya fallecido); Joaquim Coll, dibujante; Joan Corominas, pintor; Adolf Fargnoli, ebanista; Joan Solà, pintor; Joan Surós, pseudónimo de Joan B. Coromina, ceramista y pintor; y Pere Vallmajó, repujador, coordinados por Masó, expusieron en Barcelona y constituyeron la segunda generación noucentista gerundense. Fargnoli había pasado a formar parte de esta, al ser muy reconocido por sus creaciones en madera tallada. Era el pistoletazo de salida de una trayectoria singular. Fargnoli y la Girona noucentista de Masó Fargnoli vivía en la calle de las Olles, 3, sobre la rambla de Álvarez de Castro, hoy de la Llibertat. Se conservan unos cuadernos manuscritos con unos cuentos en catalán y unos dibujos a tiza y de modelo de 1908 que hacen pensar que podía haber ido a las clases de la Escuela de Bellas Artes del Ayuntamiento de Girona, en los bajos del antiguo instituto. También había sido aprendiz del fotógrafo Artur Girbal hasta 1909 y había trabajado en la fábrica Grober, donde ejercía de intérprete entre los obreros y los directores italianos. En un texto autobiográfico explicaba que en 1914 se había presentado al concurso de farolillos de Reyes de Girona y que un par de ellos fueron premiados. Masó era miembro del jurado y fue, al parecer, su “descubridor”. No es raro que Masó se fijara en él, ya que, como es sabido, su voluntad era recuperar y promocionar los bellos oficios, un rasgo característico del ideario noucentista, que reivindicaba las artes del pasado para construir un presente de calidad. Masó, como también haría con Fidel Aguilar, se dio cuenta de la valía del joven autodidacta y lo introdujo en los círculos culturales gerundenses y barceloneses. Él fue quien enseñó las cajitas de Fargnoli a Santiago Segura, director de las Galeries Laietanes, que le organizaría la primera exposición en enero de 1918. Además, lo puso en contacto con el taller cerámico Marcó, de Quart. Las libretas del taller muestran la relación de Fargnoli con Marcó, del que fue también representante en toda la Península. En 1919, Masó, con quien Fargnoli había colaborado en algún proyecto, llegó a proponerlo como modelo de artesano en un texto publicado en Nostres Arts. Alababa sus cualidades y sobre todo la capacidad de superación y de integración en el mundo gerundense. Podría ser el “Príncipe de las Artes”, afirmaba. De hecho, fue uno de los artistas más reconocidos de la denominada por Folch y Torres “escuela de Girona” o “escuela de Masó”, de quien Fargnoli siempre reconoció su maestría y su amistad. El aura de Adolf Fargnoli. Girona, 1916-1932 Parece que Fargnoli elaboró el primer “cofrecillo” en el taller del balcón de su casa en 1916, pero fue en 1917 cuando empezó a dedicarse a ello con regularidad. Cajitas y cofrecillos —en diminutivo, como él los llamaba—, cruces y otros objetos tallados pulcramente, con aplicaciones de metal, que le ayudaron a triunfar local e internacionalmente. La talla de madera y metal tenía un origen lejano, pero Fargnoli, autodidacta, sobresalió con una remarcable habilidad técnica y un exquisito refinamiento en la selección de la madera, el metal y otros materiales, como en las placas de los evangelistas de cerámica argerata de las cruces, de Ceràmiques Marcó. Es natural que su obra encajara en el proyecto noucentista gerundense, liderado por Masó. Las cajitas del “artesano medieval de la calle de la Força”, como se lo conocía desde 1927, eran realmente singulares, pero el gusto por este tipo de objetos estaba bastante extendido fuera de Girona. Diseñó una gran cantidad de modelos. Eran piezas únicas, en cuya realización intervenían un carpintero y un cerrajero, y después él las tallaba, a veces las pintaba, aplicaba el metal y el nácar, pirogrababa el nombre con el que las distinguía, la fecha y la firma en la base, y solía forrar de seda el interior. El valor de la pieza única, artesana, era muy remarcado por los críticos, y esta calidad lo convirtió en el mítico “monje artesano” que hacía milagros con las manos. Entre 1918 y 1932 fue muy reconocido por la crítica y por otros artistas y escritores, mujeres y hombres, que admiraban su obra y se convirtieron en prisioneros de su aura. Fargnoli, además, diseñó piezas de cerámica, de terracota con cocción reductora y pátina argerata, de tono bronceado, y con una personal decoración incisa, no lejos de los motivos decorativos de las cajitas. Destacan una serie de jarrones —él los llamaba gerricons— cocidos por Marcó, una obra poco conocida hasta ahora, que presentó en alguna exposición y que tuvo una gran difusión, si bien su autoría, como era habitual entonces, no constaba en ellos. Diseñador gráfico: del Noucentisme a la vanguardia, 1918-1933 La carrera expositiva de Fargnoli fue intensa. El periodo de 1918 a 1933 representa su etapa de esplendor creativo, cuando fue reconocido en Cataluña y mucho más lejos. Desde la primera exposición individual en las Galeries Laietanes de Barcelona, en enero de 1918, hasta la última que tuvo lugar allí, en octubre de 1933, se cuentan una cincuentena en las salas más diversas. No solo las numerosas que hizo en Barcelona, Girona, Vic, Sitges, Olot, Igualada, Mataró..., sino también unas cuantas en Madrid y una en Buenos Aires, en 1922, que le reportaron gran fama. Además, la participación en exposiciones internacionales, en París (1925), Monza (1927) y Milán (1936), y en algún concurso de ámbito hispánico, en el que fue premiado, es una muestra de la actividad intensa y del reconocimiento local e internacional, visible también en la venta de obras en Nueva York, ciudad codiciada que, pese a algunas oportunidades, no llegó a visitar. Pero Fargnoli, además de ser un buen proyectista y tallista de cajitas y cruces de madera y metal y de jarrones cerámicos, era también un buen conocedor de las artes gráficas y la tipografía, un aspecto desconocido hasta ahora. Los catálogos de las exposiciones hasta 1933 y la publicidad de la marca D’Annali, que creó posteriormente, son buen testigo de ello. Los catálogos de las primeras todavía dejan entrever la huella de Rafael Masó y la forma de hacer de la imprenta familiar, tan característica del Noucentisme gerundense, con el uso de grabados xilográficos antiguos. Pero, poco a poco, sobre todo desde 1924, Fargnoli se encaminó hacia una nueva línea gráfica ornamental Art Déco para llegar, a partir de 1929, a las tipografías de tendencia racionalista, vinculadas a la vanguardia gráfica europea. Cabe remarcar que para hacer realidad sus proyectos, singulares formal y cromáticamente, Fargnoli debía conocer el mundo de la imprenta y debió hacerse respetar por los operarios, porque sabía qué pedirles para conseguirlo. Asimismo, las imprentas gerundenses disponían de fondos tipográficos de plena actualidad. Del Fargnoli artesano al diseñador de la marca D’Annali. ¿Un espejismo? En verano de 1933, ya en Barcelona, Fargnoli cayó en una profunda depresión vital. A finales de ese año realizó la última exposición en las Galeries Laietanes, donde mostró unas creaciones en metal cromado —unos retratos de personajes y algunos marcos— y solo dos cofrecillos, y aprovechó para presentar la marca D’Annali. Este proyecto, pretendidamente desvinculado de la firma Adolfo Fargnoli de las cajitas, revela a un artista organizado, previsor, que elaboraba estudios de mercado y creaba estrategias comerciales para poder hacer realidad su sueño. Es decir, dejaba de ser el artesano de la calle de la Força para convertirse en diseñador, como diríamos ahora, que proyectaba no solo unas creaciones en serie, sino también un sistema de difusión y venta. D’Annali venía de enlazar el nombre de Anna, su esposa difunta, a la que nunca olvidó, y la terminación de su apellido, li. Fargnoli se concentró en un catálogo de piezas de bisutería, todas de nombres poéticos, como, por ejemplo, un misterioso talismán de simpatía, un colgante para el cuello, unos brazaletes, unas piezas denominadas el beso, la perla de tu rostro, la estrella del pensamiento y los pececitos de colores, actualmente todas ellas desconocidas, aunque el anuncio de sus novedades parece que despertó cierta curiosidad en Barcelona. También fue el autor del diseño gráfico de la publicidad. Unas pequeñas tarjetas, sobrias y refinadas, con tipografía de palo seco o algún tipo de Bodoni, a dos o tres tintas, con la firma D’Annali y, en el reverso, el escudo de la marca y perfumadas con Diamant Noir, de la casa parisina D’Orsay. Muchos de estos impresos incluían la lista de tiendas y galerías en las que se podían adquirir sus creaciones: Barcelona, Madrid, París, Buenos Aires, Nueva York. A menudo había eslóganes con referencias al mundo elegante de Hollywood y París, y algún texto de Fargnoli en español o catalán. Se conservan miles de notas manuscritas con textos publicitarios de ese tipo. En cambio, en cuanto a piezas D’Annali hasta ahora solo se conoce un marco de fotografías cromado, perteneciente a la colección familiar. Un auténtico misterio. El crac de la guerra y el último resurgimiento de la posguerra La vida barcelonesa de Fargnoli, tras el fracaso de D’Annali, se agravó todavía más cuando el 17 de marzo de 1938 una bomba dirigida a un edificio vecino destruyó el taller que compartía con su hermano Benet en la calle de la Riereta. Fargnoli perdió todas sus herramientas y materiales, y pese a que se trasladó con su hermano a la calle Aurora, 12, este percance sería determinante para su futuro. De 1937 a los primeros años cuarenta fue una etapa de escasez y privaciones. Asimismo, empezaron a salir algunos imitadores de su obra, lo que lo hundió. Pero todavía hizo alguna exposición, y en la primavera de 1945 reapareció con sus dos marcas, Adolfo Fargnoli y D’Annali. Un folleto que llevaba por título “Reaparece Adolfo Fargnoli Iannetta con su delicado arte” justificaba el aislamiento de los últimos años y explicaba su regreso, aunque presentó sus creaciones en privado en un nuevo espacio de la calle de Muntaner, 24. Fue su último resurgimiento, visible en algunas piezas que seguían los modelos conocidos, más algunas de nueva creación, generalmente más sencillas, mientras se dedicaba a escribir, con una personal prosa poética, pensamientos, reflexiones y anécdotas que quería convertir en una serie de libros. Sin haber olvidado nunca sus orígenes italianos, el momento álgido de esta etapa corresponde a la exposición de homenaje organizada por el Instituto de Cultura Italiana, del 16 al 26 de marzo de 1950, donde se mostraron 33 piezas, la mitad, de colecciones privadas. Joan Estelrich, en el texto del catálogo, hacía la semblanza del artesano gerundense de personalidad inconfundible, capaz de elevar sus creaciones a la categoría de arte, y recordaba su vínculo con Masó, autor de una “noble purificación estética” de la ciudad. Fue el último canto del Fargnoli de las arquetas y su amada Girona, porque moriría en Barcelona el 17 de marzo de 1951. Los imitadores o la escuela de Fargnoli Las cajitas de Fargnoli se reconocen por el hecho de ser generalmente de madera de nogal, tallada con motivos ornamentales geométricos y con placas de cobre trabajado, a menudo con aplicaciones de nácar o pintadas, el interior forrado de seda y cerradas con una pequeña llave. El éxito de Fargnoli hizo escuela. Lluís Rodríguez Torrent, colaborador y amigo suyo, realizó algunas similares. Pero el primer verdadero imitador fue Santiago Rodríguez Saltó, hijo del anterior, que llegó a copiar su forma y motivos decorativos, dotándolas de nombres propios, como las de Fargnoli. En 1933, ya en Barcelona, Fargnoli había decidido no participar en más exposiciones porque tenía muchos imitadores. La exposición de Santiago Rodríguez en Girona en enero de 1941 lo conmocionó profundamente. Al fin y al cabo, Fargnoli no vivía en la ciudad desde hacía años, y en las colecciones locales se conservan cajas y cruces de otros autores gerundenses como los Rodríguez o Joan Gironella. Cajitas y cruces muestran la habilidad de Gironella, aunque solía trabajar con madera de árboles frutales o de pino, más blandos, y la talla y el pirograbado son menos refinados, las aplicaciones, de latón, y la firma, grabada o a menudo pintada en rojo en la base. Sabadell es otro centro de autores de cajitas. Fargnoli había expuesto en la Academia de Bellas Artes en 1925 y en 1929. Frimari Burguès, ebanista y tallista, hijo de Marià Burguès, fundador del Faianç Català, podía haber visto sus exposiciones, pero sus cajas, de 1930 a 1937, tienen identidad propia: la talla es de motivos geométricos circulares y elípticos, muy limpios, normalmente sin aplicación de metales y firmadas en la base con el nombre tallado. Marcel Centellas, también de Sabadell, se dedicó a las cajas en los años treinta hasta la guerra, y expuso en las Galeries Laietanes de Barcelona, como M. Pilar Fatjó Turull, también sabadellense, con un texto de presentación del propio Fargnoli. Fogués, J. Gómez, Sumsi, J. Garcia y Josep Sarró, médico barcelonés, amateur de gran destreza, son otros nombres, casi desconocidos, que probablemente se inspiraron en la obra de Fargnoli.

 

 

Entrada actualizada el el 13 jun de 2024

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