Presenta su primera exposición en Madrid con un conjunto de obras a medio camino entre el cuadro y la escultura, realizadas fundamentalmente con miscelánea doméstica enterrada entre escayola y laca.

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Naturalezas muertas trabajadas como assemblage, con elementos formales propios del cubismo y del surrealismo, y también de la "abstracción excéntrica" americana. Piezas aparentemente destruidas donde se adivinan formas orgánicas y aparecen pájaros y animales que observan al espectador. Los diferentes tonos de blanco envuelven todas las formas, y rompiendo la uniformidad cromática hay una capa de pequeños puntos de color que forman estampados ordenados sobre las superficies irregulares.

Muchas referencias confesas que intentan actuar como vacuna ante la idea de que todo tenga que ser siempre nuevo y sorprendente.