Dicen que cuando un artista cambia también lo hace su pintura, en cambio a Antonio no le ha ocurrido esto: ha sido capaz de cambiar su forma de pintar y no su personalidad: enhorabuena por seguir siendo tan humilde y cercano.

En esta ocasión, y basándome en la observación del trabajo de sus últimos años, ha preparado para esta exposición una selección de obras cargadas de contenido, técnica, y lo más importante: el diálogo entre cuadro y pintor, el alma. Y eso sabrá verlo el visitante de esta exposición.

Antonio Palazón se ha tirado al suelo, para plasmar a vista de ratón todo lo que invade su interés: curvas, sombras, árboles en el camino, piedras, y la incertidumbre de lo que encontraremos al final del camino. Obras que parecen estar hechas con recortes de pintura plana, con degradaciones de colores para conseguir el efecto de la tercera dimensión, difícil tarea. Él no necesita utilizar plomadas, ni cálculos de distancia, ni líneas del horizonte, ni el tiempo que tarda en pintar un cuadro. Sus cuadros hablan por sí solos, sin más.

Para mí, observador en la distancia pero atento a su trabajo, ahora que ha elegido esta andadura tan difícil, a veces desagradable y hermosa a la vez, sólo me queda desearle mucha paciencia. Tengo la certeza de que a este artista le quedan muchos caminos por recorrer, que ha sido muy inteligente empezar a ras del suelo. Pronto desplegará sus alas y nos deleitará nuevamente con su pintura.

Dejémosle volar.