Felipe Alarcón Echenique. El hispano-cubano hace de vehículo de un mundo dinámico de dibujo fértil e imaginativo, suelto e intuitivo, que es como un redoble de cortejos, historias, realidades y vivencias. Tonos suaves o retumbantes, monocromos también, convierten sus obras en poesía hecha visión sobre los acertijos y secretos, que se consuman como asaltantes del amanecer.

Alfonso Bravo Piña: Madrileño, confiere su obra como una cosmovisión espesa de la que obtiene capas y signos, grafías, rasgos que son los propios de una matriz plástica que tuvieses en ese lenguaje su forma de expresar todo lo que es por sí misma y que ha definido a través de esas imbricaciones cromáticas apagadas que juegan a ser personajes relatores con voz y voto.

Pedro Antonio Salido Morillo. Para S. Morillo, manchego, la materia, en sus ... distintas facetas, no interesa en su estado de quietud, sino en condiciones de perenne mutabilidad. Artista de morfologías en continua génesis, tanto destaca campos cromáticos como se acompaña de seres fabulosos que dan la expresión justa de un éxtasis que habíamos dejado atrás, como un cometa remoto parado en medio de su tierra.

Humberto de Jesús Viña García. Para este cubano, la pintura es el medio para ubicarse en la penumbra de un corazón sin latido. Su imaginario plástico, con sus habitantes, sus balsas, sus casas, conforman un planeta de luz negada. Al final, la representación de esa melancolía cabalga hacia la luna has oír la espiral del canto del sapo. Y vuelve a estar solo con el azul empapando de nuevo la tela.