Descripción de la Exposición
El dibujo
Una línea, una zona de color, no es realmente importante porque registre lo que uno ha visto, sino por lo que le llevará a seguir viendo.
John Berger
La exposición “Acciones, sistemas y afectos” propone un recorrido en el tiempo que se presenta actualizado, brota de las configuraciones gráficas del dibujo. La propuesta visual abre y engendra una figura de lo temporal que insiste, mancha e imprime sensaciones, experiencias y vínculos con la materia. Marie Bardet escribe: pensar es estar siendo plegadxs por una línea del afuera – que puede ser lo muy adentro; no hay distancia geométrica, es pura topología. Podríamos parafrasear a la autora francesa, y suplantar pensar por dibujar, alienar ambas acciones en sus significaciones cognitivas diciendo y asumiendo que dibujar es conocer el mundo en su singularidad. En la medida que esa singularidad se expande, se muestra u ofrece a la mirada, habita las geografías intermediales donde la intimidad y la exterioridad, se encuentran. El pensar y el dibujar contemporáneo dan cuenta de nuestra cosmovisión, lo incompleto y lo impredecible, trazan las coordenadas de un sistema vertiginoso y en expansión que difiere de la calma homogénea y regular de la matemática moderna. Dibujamos los gestos de nuestro cuerpo en sintonía con la mente, damos cuenta de la historia, relevamos nuestro contexto o lo intervenimos; inventamos mapas, paisajes y cuerpos, reescribimos y construimos. Esas derivas, y otras, configuran la dimensión multifacética de “Acciones, sistemas y y afectos” con los artistas Majo Arrigoni, Juan Juares, Lucía Contato, Daniela Córdoba, Ana Milía, Yiyi Etchemendy, Carbonillas Projekt (Luciano Giménez, Nicolás Monsú, Nacha Vollenweider), Gastón Goulu, Marisol San Jorge, Juan Longhini, Ariel Archina, Lucas Aguirre y Rubén Menas. La narrativa dibujística, articulada por Dante Montich curador de la exposición, acontece en ese horizonte experiencial donde cada mirada gestual, se revela como bucle material. Así, el dibujo expande nuestro mundo, tejiendo un entramado de imágenes complejas, en el vasto reino de las posibilidades.
Mariana Robles
Área de Investigación - MEC
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En el contexto actual del arte contemporáneo, cuyos debates acerca de su identidad parecen interminables, y sus manifestaciones artísticas inclasificables, resulta interesante pensar el dibujo como una disciplina que, con sus múltiples desplazamientos y significados, sigue siendo un medio cada vez más utilizado para la construcción de sentido de los artistas de hoy.
La misma autoconciencia que en el arte actual conduce a continuas contradicciones y reconfiguraciones, reivindica también ciertas estrategias a través del potencial crítico del dibujo. Pongo en consideración la noción de “estrategia” en palabras de Gómez Molina: “su valor está en ser interpretada como línea de fuerza, como un movimiento que ha de realizarse en función de los problemas presentados, además de mantener una mayor adecuación con las formas de incertidumbre que envuelven las decisiones del sujeto”.
Pensar en el dibujo es pensar en información, texto, documento, archivo, registro y gesto; es también ser testigo, proyecto, campo de experimentación, plan y prueba; memoria, dibujo, obra.
De la superficie del papel a la dimensión del arte: dibujar la palabra, dibujar lo indecible, lo subversivo, lo académico. El dibujo como emergencia, el boceto, la cita, la referencia; el dibujo que narra, el que desnuda su sistema. El dibujo obsceno (el que salió de escena), el que escapó del plano, el de observación irónica... todos los dibujos.
LA EXPOSICIÓN
El proyecto concibe un recorte en un panorama mayor en el que ésta disciplina, lejos ya de su rol subsidiario, ha mostrado su actual protagonismo e independencia. La selección de un grupo acotado de artistas cordobeses (por los 10 años de Bitácora de Vuelo) es incompleta y por momentos injusta, pero de alguna manera justifica ese conjunto de actitudes, identidades y diferencias sobre el abordaje del dibujo en esta última década. No se trata de mostrar “dibujantes”, por el contrario, es una selección que se plantea en función de sus distancias, de sus modos de actuar y establecer posiciones; en otras palabras, intenta mostrar aspectos conceptuales propios de la disciplina que los artistas asumen como poéticas reflexivas.
Con el carácter de un ensayo que relativiza lo legible, aparece el montaje como una forma continuamente abierta. El relato curatorial, a partir de los otros relatos, no concreta ni legitima nada, solo hace posible que se establezcan relaciones afines y vacilantes en el juego nómade de las imágenes y sus enunciados. Se apunta a la duda como un principio clave que tensiona lo que acontece en los bordes. La experiencia estética no solo estaría en el encuentro directo con la obra, sino en los intercambios entre un territorio con otro, entre una poética con otra, o entre un propósito con otro. Cabe aclarar, que la sala 1 del Museo Caraffa, direcciona, por su cualidad de “galería”, ciertos cuidados con la propuesta.
La representación cuestionada, el simbolismo de lo privado, la estrategia de lo político, las operaciones dibujísticas, la problemática de género, la extensión de los límites, el entorno sentido, etc. encuentran en esta disciplina las posibilidades necesarias, discutibles y urgentes en un proceso eminentemente reflexivo.
Los dibujos, señalan operatorias diversas de acuerdo a propósitos particulares. Dichas intenciones establecen identidades ya reconocidas más que encuentros provisorios.
ACCIONES, SISTEMAS Y AFECTOS. LOS ARTISTAS
En un mundo saturado de información, donde todas las preguntas y todas las respuestas tienen cabida, muchos artistas apuestan por “el enigma”, como un lugar en que la racionalidad se estanca.
En sintonía con una nueva sensibilidad romántica, aún se percibe en la naturaleza el resplandor vacilante de la utopía, en ella rige la promesa y el dibujo es ausencia o cuando menos anhelo.
En la obra de Daniela Córdoba, el paisaje más que fenómeno perceptivo del mismo, actúa como una identidad incontrolable que ha eliminado a su autor y ha asumido vida propia. Vemos refugios, espesura y escondrijos. Aquí, la naturaleza y (el dibujo), como un monstruo inasible, reaparece y subyuga. Es el deseo imperioso de la artista: la naturaleza ha tomado venganza.
El paisaje de Yiyi Etchemendy se dice anclado en la memoria, que lo aloja en un punto que está más allá de la consciencia. En ese “paisaje” esta la construcción de su propia identidad, sus anhelos y su transitar. Lo visible es lo oculto y su trabajo, una construcción afectiva. Mientras que en la propuesta de Córdoba el monte se revela como un cuerpo físico que se lo traga todo, la obra de Etchemendy apunta a la fragilidad del cristal gastado de un espejo.
Para sorpresa del artista, lo desconocido es también parte fundamental del proceso. Lo desconocido, como el territorio en el que ya no podemos teorizar. La genuina experiencia estética (Adorno) pasa por la toma de conciencia de una dificultad: la de nuestras propias limitaciones.
El dibujo de Rubén Menas es extensión de su pensamiento y de lo que no puede controlar. Su trabajo expone un suceso, a veces como parte de un desvío; y descansa no tanto en lo anecdótico de la imagen (ciertas acciones y actitudes en sus figuras y paisajes), sino en la insistencia de encontrar lo que se resiste a ser dibujado. Las líneas que conforman sus representaciones irradian su presencia.
Para Juan Longhini el dibujo disimula su propia incógnita a la cual el artista se asoma “con la curiosidad de un animal ciego”.
Disimular es fingir no tener lo que se tiene, por lo que implica una presencia. Su dibujo es consciente de esta acción, ¿será entonces que su esencia se oculta tras su apariencia formal? La puesta en tensión de sus signos plásticos y su síntesis constructiva atrapan nuestra percepción. Lo otro es algo que solo podemos sospechar.
El alto grado de extrañeza en la imagen de Lucía Contato, moviliza la apacible “escena” de carácter fotográfico. Sus formas (figuras humanas) son altamente visibles, el ojo reconoce lo que ve, pero no puede acceder a él. Su trabajo no deja ver las formas que evoca, porque lo que evoca se encuentra en un permanente estado de espera. La inquietud es la gran protagonista y esta justamente detrás de sus máscaras.
Más allá de ciertos aspectos tradicionales como formatos, técnicas y posibilidades de montaje, descubrimos en los dibujos cierta condición del arte que pasa fundamentalmente por su estado conceptual, que se distancia de intenciones representativas y/o expresivas para focalizar la atención en los modos en que el arte se analiza a sí mismo y se propone. Parte de esta producción compromete más la mente del observador que sus emociones, sin embargo, nunca desatiende en este caso, sus aspectos formales.
La acción de dibujar, como dispositivo de normas precisas a seguir, le confieren a la obra de Gastón Goulu, una actitud procesual y performática. Impecable y obsesivo, el artista pone en discusión, la posibilidad del dibujo como resultado literal de un tiempo estipulado. No sabemos hasta donde es consciente la intensión de su trama: posibles formas y posibles espacios.
La propuesta de Marisol San Jorge especula sobre su carácter lingüístico y se interroga sobre la posibilidad del signo y sus interpretaciones. Su imagen provoca una excitación creciente, un máximo contraste, tan distante por su ascetismo gráfico como inmediato. Las relaciones entre los signos visuales que la conforman (lo cotidiano, la moral, lo político, la cultura, las creencias, etc.) construye como metáfora el diseño de un explosivo.
Juan Juares, establece bajo la idea de “remake” una maniobra que recupera su espacio simbólico y narrativo. Reconfigura mediante pequeñas alteraciones los códigos de su propia imagen, siempre bajo la consigna del lenguaje. En relación a los posibles “originales” cabe la duda si el artista despoja ciertas emociones con el fin de privilegiar el código de su propia poética.
Ana Milía recupera ciertas intenciones que, a partir del llamado Minimalismo, empiezan a afectar las relaciones entre obra, espectador y espacio circundante. Es el espectador quien a partir de su propuesta (una intervención en un muro de la sala) se encarga de descubrir esa “presencia”, un dibujo imperceptible.
El tema de las “dualidades” deviene escurridizo entre la simpleza y organicidad de sus composiciones. La clave está en cómo el interés de la obra pasa al proyecto operativo de este.
Nos comenta Chul-Han en “La salvación de lo bello” que la actual sociedad positiva elimina cada vez más la negatividad de la herida; como si el señalamiento crítico quedara congelado o latente en su cualidad de diseño. La “estetización” de ciertas manifestaciones tensiona el sentido de lo que tengo que ver como objeto bello y objeto crítico.
Desde esta perspectiva, los retratos de Majo Arrigoni, no tienen fisuras, no parecen vulnerables; al contrario, se presentan como imágenes permanentes, en primer plano, inalterables en su posición. Dicho enfoque (conceptual) reivindica el rol y la problemática de las artistas en la actual escena local: eso sí, bajo la engañosa pureza de la forma.
Ariel Archina se sitúa en el presente inmediato. Trabaja a partir de un proceso de representación mimética de lo que un artefacto en movimiento puede registrar, todo como una cuestión de percepción y una aprehensión del tiempo a la vez. Sin embargo, algo se cuela o se esconde bajo esta imagen alterada (la controversial Galería Norte en pleno centro de Córdoba como motivo no es una elección inocente) ¿Qué es lo que el artista irónicamente oculta? Detrás de su destreza, el artista introduce una sospecha.
A veces, las prácticas y sus estrategias ponen en duda nuestra forma de percibir “la realidad”. La relación del trabajo de Lucas Aguirre con la categoría de “ambigüedad” sigue siendo perceptiva.
En sus propuestas no podemos determinar cuál es el género ni la técnica de su realización. Dicha intranquilidad no es otra que el cruce y las paradojas de nuestro entorno cultural. Su imagen no imita ni pretende una representación, más bien pone en evidencia que lo real puede ser remplazado por sus propios signos, por un sistema operativo autónomo, hasta convertirse en una realidad paralela.
La apropiación del espacio público no solo potencia el sentido comunicacional del dibujo sino también su naturaleza precaria y urgente. Generalmente, encontramos en estas manifestaciones una intención que en principio es pública, política incluso y luego artística. Carbonillas Projekt es un colectivo de artistas integrado por Nacha Vollenweider, Nicolás Monsú y Luciano Giménez. El grupo reflexiona (en un intento utópico) sobre la falta de orientación de nuestra realidad inmediata en el marco de pandemia mundial. Las acciones clandestinas del grupo se ven cuestionadas como estrategias al pasar de la dimensión política de las intervenciones callejeras a la posibilidad de la mirada estética del espacio museístico. ¿Dónde queda entonces el potencial subversivo de la imagen, al quedar su intención mediatizada por el espacio de exhibición en el que lo producido se presenta como “obra”? La reflexión de Carbonillas Projekt es ahora una reflexión sobre el contexto.
En síntesis, las inquietudes abordadas en esta muestra se centran, sobre todo, en el dibujo como acontecimiento, como síntoma crítico, en la potenciación del sujeto; se perfila en los bordes de la propia disciplina, en el señalamiento conceptual de su lenguaje y en el carácter experiencial de la obra: a veces como algo no consciente que no puede ser completamente contenido dentro del discurso.
Dante Montich
Curador general de la muestra
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España