El galerista Miguel Marcos advierte que extranjero no significa internacional

Actualidad 01 feb de 2009

por ARTEINFORMADO

       

Libro de la Galería Miguel Marcos

Libro de la Galería Miguel Marcos

Apasionado de la pintura, y particularmente de los pintores de su generación, y de su función de galerista, el aragonés Miguel Marcos ha presentado en los últimos meses " El Libro de la Galeria Miguel Marcos 1977-2005" como un libro que refleja el proyecto de su galería ("mi epitafio" ha confesado el galerista a ARTEINFORMADO).

Apasionado de la pintura, y particularmente de los pintores de su generación, y de su función de galerista, el aragonés Miguel Marcos ha presentado en los últimos meses " El Libro de la Galeria Miguel Marcos 1977-2005" como un libro que refleja el proyecto de su galería ("mi epitafio" ha confesado el galerista a ARTEINFORMADO), contextualizado en el desarrollo del arte contemporáneo en España y en la escena internacional, en las últimas décadas.

Según explica el propio Miguel Marcos, el fundamento del libro se sustenta en tres pilares: "mi pasión por la pintura; mi visión de las actividades de una galería como proyecto de difusión de las artes plásticas, dirigido a promocionar el arte contemporáneo, en general, y la obra de los artistas vinculados con la galería, en particular; y mi idea de dignificar la profesión de galerista". Y añade: "No puedo concebir la galería como un mero comercio de compraventa de obras de arte. Como tampoco es un criterio válido para dirigir una galería convertirla en una actividad snob, en un estar a la ''última'' siguiendo cualquier tendencia, por el mero hecho de ser ''nueva'', a la búsqueda del último hallazgo, persiguiendo sin tregüa la ''modernidad''".

Miguel Marcos, admirador de Kahnweiler, explica su trayectoria tras señalar "que una galería debe tener un proyecto factible y eficiente. Por ello, la trayectoria de la galería se ha centrado en la promoción del arte contemporáneo español y, muy especialmente, en la pintura. Este posicionamiento sé que ha sido reiteradamente criticado, considerado por muchos como poco ''cosmopolita'' o calificado como ''provinciano''. Las críticas serían asumibles si no me hubiera preocupado de lo que sucede allende de los Pirineos o hubiera sido por cobardía el no seguir una línea más ''internacional''. Nada de ello es cierto. Mi proyecto ha sido pensado y estructurado a partir del conocimiento de los avatares del arte contemporáneo en el mundo. Mi elección obedece a varios motivos, entre los cuales, dentro de esa idea de eficiencia, de utilidad social, considero especialmente relevante el hecho de que los artistas europeos y americanos tienen más que suficientes plataformas de promoción en las potentes galerías centroeuropeas y norteamericanas, lo que no sucede con los españoles, aun cuando su nivel de calidad es más que equiparable. Por ello he dedicado la mayor parte de mi esfuerzo a su promoción, a todos los niveles, acudiendo a las más importantes ferias de arte internacionales con los artistas de la galería, casi siempre a contra corriente. Por lo demás, en lo que se refiere a las mencionadas críticas, hay que recordarles a los defensores a ultranza de lo ''extranjero'', que extranjero no significa internacional. Internacional es la obra homologable, que ''se aguanta'' en cualquier lugar, con independencia de la nacionalidad del artista".

 

Desde sus inicios a Barcelona

Miguel Marcos se inició como galerista en Tarragona, dirigiendo la Galería Xiris. De ahí saltó en 1977 a organizar las dos últimas temporadas de la galería zaragozana Atenas, que había abierto en 1971 de la mano del pintor Antonio Fortún y que llegó a ser el espacio de arte contemporáneo más importante de la década de los setenta en Zaragoza. En 1981 inauguró su propia galería de arte contemporáneo en Zaragoza, que aún no ha cerrado definitivamente. Entre tanto, ha abierto y cerrado galería en Madrid y abrió galería en Barcelona, donde permanece.

A finales de 1987 abrió su galería en Madrid con una exposición del austriaco Gerhard Naschberger en un bajo en la calle Villalar, muy cerca de la Puerta de Alcalá. Cinco años después, en 1992, vuelve a Zaragoza, aunque no tarda en abrir galería en Barcelona, lo que ocurre en1998, tres años después de presentar en las Reales Atarazanas de la ciudad condal su exposición "Los años pintados (1995)", comisariada por Juan Manuel Bonet. Presentaba su colección personal y será el punto de arranque de la apertura del establecimiento barcelonés.

 

Barcelona, un proyecto contracorriente

Según explica el crítico de arte catalán Jaume Vidal Oliveras en uno de los textos del libro, "Miguel Marcos ha explicado en alguna ocasión que, al presentar su colección en Barcelona, se percató de un vacío, a saber: la ausencia de pintura y de aquellos artistas que le resultaban tan familiares y que hasta entonces habían alumbrado su proyecto. De alguna manera, la propuesta de Miguel Marcos era una oferta de importación, la de traer a Barcelona una serie de artistas que hasta entonces no se habían visto o no se habían prodigado especialmente".

Y añade: "La nueva galería se localiza en la calle Jonqueres número 10, en un rehabilitado edificio conventual del siglo XVI, una situación que la aparta de los centros tradicionales de galerías en la ciudad. Si se tienen que elevar a categoría las anécdotas, diría que su ''desubicación'' en el mapa galerístico de la ciudad es paralelo a su oferta como galerista: un proyecto a contracorriente". "Una galería de pintura en Barcelona, la capital del conceptual", concluye Vidal Oliveras.

"Miquel Marcos define el espíritu de su galería como una apuesta por la pintura", señala el crítico, que matiza a continuación: "De todos modos, si se observa la relación de exposiciones en Barcelona, se verán artistas ajenos a ella que en absoluto constituyen anécdotas en la trayectoria del galerista y que además poseen un peso significativo en el microcosmos de la galería. Pienso especialmente en Joan Brossa y Bernardí Roig y en otro registro, más circunstancial, Ricardo Cotanda, el tandem José Arturo Martín y Javier Sicilia, Pierre Gonnord y Joana Pimentel".

"¿Por qué la incorporación de estos creadores? -se pregunta Vidal-. Y contesta: "Brossa inauguró la galería Miguel Marcos de Barcelona y además se incorpora a la nómina de sus artistas. Ello responde -aunque no únicamente- a una intención de integración de la galería en el contexto de Barcelona. La prensa habla de fichaje, ya que hasta entonces Brossa estaba vinculado a otras galerías. En efecto, Brossa, además de ser uno de los símbolos del catalanismo, era un creador muy popular y con un particular poder de convocatoria, aspectos que lo hacían especialmente atractivo para Miguel Marcos. Una galería puede definirse como una defensa de la pintura, pero ello no niega que sea sensible a otras posibilidades".

Y sobre Bernardí Roig señala: "es otra apuesta fuerte de la galería. Y curiosamente es un artista que, por lo menos en la actualidad, es ajeno a la pintura. Cuando pregunto a Miguel Marcos por Roig, aquél me contesta que este artista, independientemente de su trabajo en vídeo o instalaciones, posee una calidad pictórica".

 

Importante coleccionista

Pero Miguel Marcos es mucho más que un galerista que busca la eficiencia. Es también un importante coleccionista: en uno de los textos introductorios del libro se lee: "La colección Miguel Marcos es un simple acto de fe, constatado en la adquisición de una pieza de todas y cada una de las exposiciones que ha organizado. Con los años, dicha colección constituye una oportunidad única para estudiar un importante periodo de la mejor pintura española". Una colección que se ha expuesto sucesivamente en los últimos años mediante exposiciones monográficas: "Por la pintura" (1991), "Los años pintados" (1994, 1995 y 2001) y "Miguel Marcos. 25 Años y Memoria Gráfica" (2004).

"Fiel a los preceptos de Michel de Montaige -adalid de ''para ser universal hay que ser ultralocal''-, -se señala en otro momento- Miguel Marcos ha apostado por la pintura española de vanguardia, y ha conseguido algo en apariencia tan sencillo como en otros tiempos imposible, que la pintura española triunfara en España, y, partiendo de este hecho, su reconocimiento internacional. No hay más que recordar que los grandes valores patrios que precedieron, como Picasso, Miró o Dalí, e incluso Tàpies o Saura, debieran lograr su primer reconocimiento gracias a galeristas -y coleccionistas- extranjeros".

 

Una colección de pintura, que debería institucionalizarse

Pero Miguel Marcos ha preferido que sea Enrique Juncosa, director del IMMA (Museo Irlandés de Arte Moderno) de Dublín, quien hable de su colección, que advierte de entrada: "Pese a quien pese, cuando se habla de arte en los años ochenta se tiene que hablar de pintura. No sólo en España, sino que también, y sobre todo, en países como Alemania, Austria, Dinamarca, Italia, Francia, EEUU o México. La excepción principal de esta década es el Reino Unido, donde entonces se desarrolló, especialmente, una importante generación de escultores". A continuación, define la colección de Miguel Marcos como "una colección de pintura -con la salvedad de algunas obras de Joan Brossa- y que no sólo es un buen resumen de los años ochenta, sino que da constancia también de las prácticas más recientes de algunos de sus protagonistas". Y define también al galerista del que dice: "Descubrí entonces (en 1995 con motivo de la primera exposición de su colección) que Miguel Marcos -que fue pintor en su día- es uno de esos raros galeristas con los que se puede hablar de arte apasionadamente. Yo diría que mientras que los galeristas extranjeros prefieren hablar de cifras y subastas, los españoles prefieren criticar a los responsables de las instituciones públicas".

Y concluye en este texto: "Miguel Marcos tiene cierta fama de ser difícil, quizás porque le guste llevar a cabo su trabajo con una corrección muy rigurosa. Pienso que es, en todo caso, y junto a Juana de Aizpuru, Soledad Lorenzo, Elvira González, Helga de Alvear y el fallecido Salvador Riera, uno de los más carismáticos galeristas españoles de las últimas décadas. Desde luego es, con los dos últimos mencionados, uno de los pocos que son además grandes coleccionistas, y uno espera que su colección -y también la de Helga de Alvear, tal y como ya pasó con la de Salvador Riera que compró la Generalitat de Cataluña-, llegue a institucionalizarse".

Y pasa a describirla así: "La colección de Miguel Marcos es una colección de arte español específicamente, con nombres que se dieron a conocer en los setenta y ochenta, y centrada en la pintura. Eso le da una gran coherencia y ya hasta cierta perspectiva histórica. Esa perspectiva hace que podamos decir que tiene obras muy importantes de casi todos los artistas que colecciona, especialmente aquellos con los que ha trabajado: Carlos Alcolea, Carlos Franco, Antón Patiño, Ferran Garcia Sevilla, Luis Gordillo, Xavier Grau, Joan Brossa, Manolo Quejido, Menchu Lamas, Victor Mira, Santiago Serrano, José Manuel Broto, ..."

"La colección de Miguel Marcos -añade Juncosa- es clave para la comprensión cabal de ese periodo, habiendo coleccionado a artistas con los que no trabaja como Juan Navarro Baldeweg, José María Sicilia o Juan Uslé, y conservado las de otros con los que ha dejado de trabajar como José Manuel Broto. Ciertamente, ese momento tiene que completarse con la obra de los escultores mencionados, y de otros pintores como Miquel Barceló -parcialmente representado- o Guillermo Pérez Villalta. Esto no resta importancia al conjunto al que hay que añadir nombres muy bien representados en la colección y que son los de Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete, Miguel Angel Campano, Anton Lamazares o Arranz-Bravo & Bartolozzi".

 

Una colección para un museo ...

El referido Jaume Vidal Oliveras sentencia: "La suya es una colección digna de un museo; más aún, está concebida con la ambición de transformarse en un museo... Y estuvo a punto de hacerlo... Pero los avatares de la política son complicados y la propuesta de compra para la creación de un centro de arte contemporáneo en Aragón fue finalmente abortada".

Quiza sea esta circunstancia la que explica el comentario de Alfredo Romero, dentro de un largo documento, inserto en el libro, sobre el qué y el quién del arte contemporáneo en Aragón en las cuatro últimas décadas del siglo XX. "En Aragón, sin embargo, todo intento de estas características -dice Romero en referencia a los IVAM, Guggenheim, ...- se ha quedado reducido a la creación de un futuro Centro Aragonés de Arte Contemporáneo, más conocido como ''Museo Beulas'', cuyo pequeño y moderno edificio ha construido en la capital oscense el arquitecto Rafael Moneo, para albergar una discutible donación de irregulares obras de artistas contemporáneos realizada por el pintor José Beulas. El carácter menor de este centro no suple, de ninguna manera, la ausencia de un proyecto de mayor enjundia y calado como en su día lo hubo. A este respecto, en 1993, fue presentado un contrastado proyecto museístico de arte contemporáneo, avalado por la presencia, entre otros, de Antonio Saura, Valeriano Bozal, Tomás Llorens o José Luis Borau en su Patronato que, tras un espurio cambio de poder en el Gobierno de Aragón, con tránsfuga político incluido, fue abortado y liquidado contundentemente por políticos oportunistas y algunos de sus detractores, que se sintieron excluidos del mismo al no participar en su elaboración y modelo. La que fue nueva consejera de Cultura del Gobierno de Aragón, la socialista Pilar de la Vega, al poco de acceder al poder, acabó de un plumazo, en 1994, con todo este proyecto, incluido el concurso internacional para la arquitectura del edificio, que ya se había fallado. El equipo y asesores que rodearon a esa consejera, reducido e interesado núcleo opositor al proyecto, es el mismo que diez años después, instalado de nuevo en el mismo poder, e incluso con más, no han sabido dar una alternativa honrosa para la creación definitiva de un verdadero museo de arte contemporáneo, tan demandado en Aragón, sino que, todo lo más, se van bastando con la ironía de camuflar el ''Museo Beulas'', sin saber para qué y para quien, con ostentosas y equívocas siglas, que pretenden desviar la atención mediática y ciudadana sobre su errático proceder y sobre su manifiesta incapacidad para gestionar el arte contemporáneo".

 

Miguel Marcos: "la tarea de una galería no es la simple compraventa de obras"

¿Dice Alfredo Romero lo que piensa Miguel Marcos? Está claro que el galerista ha explorado también los campos de la colaboración institucional, aportando contenidos, coordinación e incluso labores de comisariado a una serie de exposiciones institucionales (la ultima en la reciente ExpoZaragoza), hecho que demuestra -en su opinión- que "la tarea de una galería no es la simple compraventa de obras, sino la de agente activo de la sociedad civil en permanente diálogo con los múltiples mecanismos de ésta".

Y con este objetivo se planteó este libro gigantesco (dos tomos, más de 1.400 páginas), del que hemos extraído lo más interesante que hemos visto. ARTEINFORMADO


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