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Conocí a Julie Baird por primera vez el 28 de enero de 1993. Estaba en el vestíbulo del hotel Ambassador, descalza, con los pantalones desabrochados y con una criatura de ocho días en brazos. Vivía en un barrio de comedores sociales y habitaciones baratas. El primer recuerdo de Julie con su madre es, a los seis años, emborrachándose juntas y sufriendo abusos sexuales por parte de su padrastro. Huyó a los 14 años y se convirtió en drogadicta a los 15, se enamoró y tuvo un hijo a los 18. Julie decía: «Rachael me ha dado una razón para vivir». Durante 21 años, he documentado la vida de Julie y la historia de su familia. Una historia de pobreza, drogas, VIH, relaciones, nacimientos, muertes, pérdidas y reencuentros.