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Soledad Lorenzo. Colección

Exposición / Centre del Carme Cultura Contemporània / Museo, 2 / Valencia, España
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Cuándo:
17 ene de 2014 - 28 abr de 2014

Inauguración:
17 ene de 2014

Comisariada por:
Felipe V. Garín Llombart, Salvador Carretero Rebés

Organizada por:
Centre del Carme Cultura Contemporània

       


Descripción de la Exposición

La muestra que se inaugura ahora en el Centro del Carmen de Valencia la componen casi 50 obras, muy importantes piezas entre pinturas, esculturas, dibujos, fotografías y videocreaciones, obras de artistas que la coleccionista ha defendido en su trabajo como galerista y consecuencia del mismo. La muestra se distribuye en el brillante espacio valenciano -la antigua iglesia del convento carmelitano rehabilitado- magno proyecto expositivo presidido por una imponente pieza escultórica de Julian Schnabel. En su nave principal y en los distintos y generosos ámbitos del gran espacio, se distribuye el medio centenar de obras seleccionadas para esta ocasión, proyecto expositivo muy diferente al organizado en el MAS de Santander: los comisarios de la exposición, Carretero y Garín, directores de las respectivas instituciones, han entendido que la enorme diferenciación espacial y su diferente concepto prácticamente obligaba a concebir dos proyectos que si no totalmente diferentes, sí tuvieran un consistente distinto contenido. Para esta ocasión se han vuelto a elegir muy importantes obras de arte contemporáneo nacional e internacional pertenecientes a los artistas Txomin Badiola, Jorge Galindo, Soledad Sevilla, José María Sicilia, José Manuel Broto, Pablo Palazuelo, Juan Uslé, Guillermo Pérez Villalta, Antoni Tàpies, Miguel Barceló, Ana Laura Aláez, Adriana Varejão, Pello Irazu, Adrià Julià, Juan Ugalde, Robert Longo, George Condo, Phillip Fröhlich, Perejaume, Tony Oursler, Vicky Civera, Iñigo Manglano-Ovalle, Jerónimo Elespe, Julian Schnabel, Jon Mikel Euba, Sergio Prego y David Salle. Con motivo del proyecto expositivo se ha editado un importante catálogo con textos de Rosa Olivares, Salvador Carretero y Felipe Garín, con la reproducción de todas las obras presentes en ambos espacios expositivos (MAS de Santander y Centro del Carmen de Valencia).

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En 2011 Soledad Lorenzo (Santander, 1937) anuncia su retirada. Para ello organiza en ese mismo año una cena que fue muy emotiva reuniendo a dos centenares de invitados: coleccionistas, directores de museos, de centros y fundaciones, comisarios, críticos de arte, amigos, familiares, artistas y 'sus artistas', que presidían uno a uno, cada mesa en representación de la galería y de la propia galerista. Pasado más de un año, en diciembre de 2012, Soledad Lorenzo cierra efectivamente su galería con una muestra de Vicky Civera y que había abierto en 1987 con una exposición de Alfonso Albacete. A ese cuarto de siglo largo como galerista -de labor tenaz, con mucha personalidad, transversal, ciertamente, al saber compaginar a algunos artistas 'clásicos' siempre frescos y poderosos con creadores de nuevas generaciones, entonces- hay que añadirle algunos años más, previos, hasta cuarenta de ejercicio profesional, donde los nombres de Paloma Altoaguirre, Fernando Guereta, Elvira González o Europalia 86, tuvieron fuerte protagonismo y hasta impacto en la vida y trayectoria de Soledad Lorenzo.

 

Desde el anuncio del cierre de la galería, dos instituciones le proponen un expreso reconocimiento (Santander), y un justo homenaje (Valencia). Las dos propuestas diferentes afloraron de forma prácticamente simultánea materializadas en sendas exposiciones primero en 2013 en su ciudad natal y después en 2014 en Valencia; el orden ha estado supeditado a los distintos calendarios expositivos de cada institución. Fue ella misma quien puso en contacto a ambas, al MAS (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria que pertenece al Ayuntamiento de Santander) y al Centro del Carmen de Valencia (Consorci de Museos Valencianos de la Comunidad de Valencia), a los dos comisarios que hemos compartido este trabajo, para llevar a buen término el presente proyecto expositivo bicéfalo sumando objetivos y esfuerzos. Las dos partes, inicialmente desconocedoras de esa simultaneidad, hablamos a instancias de Soledad Lorenzo. Rápida y fácilmente nos pusimos de acuerdo.

 

La muestra podía haberse desarrollado tomando como esencia, por supuesto, a los artistas de su galería, pero seleccionando piezas emblemáticas y de referencia de cada cual que podrían estar aquí y allá, dispersas, en manos de los propios artistas -que suelen quedarse con piezas relevantes- o, más normal aún, en multitud de colecciones privadas nacionales e internacionales consecuencia a su vez del trabajo de galería de Soledad Lorenzo. Hasta aquí todo muy bien, pero no era eso lo que en realidad queríamos: necesitábamos conocer más el territorio personal de ella, arribar a su intimidad como mujer, como galerista, como amante perdida del arte...; necesitábamos saber qué es lo que, en el transcurso de tan intensa trayectoria, ella había podido ir quedándose en propiedad, bien por gusto, bien como resultas de una exposición, bien por un arrebato, bien por azar, bien por algo meditado o premeditado; necesitábamos conocer si era posible un proyecto sobre la de una presunta colección que tuviera.

 

La cuestión era clara: necesitábamos que la propia Soledad nos explicara si lo que ella atesoraba, podía ser motivo de trabajo de cara a una coherente, sería y rigurosa selección para erigirse en importante exposición temporal. Y no solamente esto: si hecha esa labor, la consecuencia era o tenía que ser, por fuerza, un espejo de su trabajo como galerista y, a la vez, que estuvieran representados todos o casi todos los artistas con los que había trabajado en su intensa trayectoria, al menos con continuidad. El objetivo era poder organizar una exposición temporal tomando como base la obra que era propiedad de Soledad Lorenzo, y justamente esto, desde el primer instante, era lo que entendíamos podía ser lo perfecto, pero no sabíamos si era posible cualitativa y cuantitativamente. Es decir, lo que se intentaba curatorialmente era que varios conceptos claves en la vida y trabajo de Soledad Lorenzo tuvieran coincidencia y presencia.

 

'Yo no soy coleccionista' nos decía y sigue diciendo con sinceridad la propia Soledad Lorenzo, y es cierto. Esta frase es la primera que nos trasladó a nuestra propuesta seguida de un silencio que interpretamos: estaba reciclando mentalmente lo que tenía. No tardó mucho en advertir que era posible, si bien, de forma prudente, elegante e inteligente -cualidades que le adornan- nos invitó a evaluarlo de forma directa. Antes de ello, y en nuestras primeras conversaciones, cuando se lo preguntamos y nos contesta prudentemente que podía ser posible, que tenía un puñado de interesantes piezas, y que aflora la posibilidad real y clara de que dichos reconocimiento y homenaje pudieran tener forma de exposición temporal fundamentada en su particular colección, se comienza a dar vueltas al asunto de forma muy balbuceante. Las visitas a los almacenes, las horas y jornadas de trabajo allí invertidas, fueron claves para la toma de decisiones; en todo caso, lo habitual en este tipo de trabajo en general, pero de forma particular, con el desvelamiento propio de un corpus que poco a poco se iba abriendo a nuestro conocimiento, producto del cual podíamos plantear un discurso.

 

Incluso a la propia Soledad Lorenzo le venía bien, porque una vez cerrada la galería, una vez devueltas las obras que se habían quedado sin ubicar y que no eran de su propiedad si no de sus artistas, una vez cerrada una ímproba labor de clausura administrativa y de papeleo del negocio, siempre inacabable, coincidente a su vez con otros proyectos editoriales poderosos en marcha todavía inconclusos que verán su luz en breve, y entre otras mil cuestiones, ella necesitaba saber su realidad patrimonial artística. El curioso e imprevisto desborde de su nueva vida, impedía arrancar con más agilidad. De vez en cuando nos pedía 'auxilio', comprensión, ya que nos trasladaba que había cerrado la galería, pero que estaba trabajando lo mismo o más, sin parar. Todo esto hizo que incluso las habituales labores de cara a desarrollar los proyectos expositivos planteados en Santander y Valencia, el habitual trabajo curatorial de cara a conformar su contenido, se demoraran un poco, porque ella estaba sencillamente desbordada de trabajo. ¿Retirada?: un eufemismo.

 

Por supuesto que este proyecto expositivo le venía bien, porque revisitaba y rehabitaba 'su colección', comenzaba también a poner en orden esta cuestión nada anecdótica, por cierto. Las lógicas dudas de la galerista se tornan en ilusión al constatar que el proyecto era realizable; en él iban a confluir multitud de aspectos muy diversos en pos de una muy precisa definición de una mujer y un trabajo, el suyo, muy bien hechos. El tiempo invertido en los almacenes fue importante, como importante fue la visita a los espacios, y vuelta a los almacenes y documentación para comenzar a dar forma a otra obra de arte, su exposición, que se iba a desdoblar con grandes diferencias, con personalidad propia cada una. La sorpresa fue grande, al evidenciar que poseía una magnífica colección, con total y absoluto fundamento en su trabajo como galerista, íntimamente vinculada en su contenido a su trayectoria llevada a cabo desde la calle madrileña de Orfila. Es decir, su colección estaba y está íntimamente ligada a los artistas de su galería, algo que, por otra parte, no nos podía extrañar. Además de ello, teníamos la oportunidad de poder llevar a cabo una selección importante de todos ellos; y además, podíamos hacerlo bien por el excelente contenido, a través de obras importantes, relevantes o, en su caso, magníficas. Con ese trabajo básico, las tres partes ya teníamos claro qué queríamos y cómo lo íbamos a hacer pero, lo más importante, era la propia Soledad Lorenzo la que ya tenía claro que esto era posible y, sencillamente, ya estaba ilusionada, nuevo compromiso desde su cierre, nuevo lío que ella no veía cercano pero que cuajó pronto y bien. Al pánico iniciático, le siguió la ilusión, la convicción de que la idea era no ya buena, si no estupenda en todos los sentidos. Naturalmente, ninguna de las tres partes nos hubiéramos embarcado si el resultado no cubriera todas nuestras expectativas, si no lográbamos un producto riguroso, coherente, poderoso, importante, de calidad y bien hecho, si no conseguíamos que el proyecto bicéfalo fuera fiel espejo de ella y su trabajo. Todo tenía que encajar por completo.

 

La, llamémosle así, primera de las muestras iba a tener lugar en el MAS, en sus plantas 0 y 1; su continuidad, en el Centro del Carmen de Valencia, en su gran, majestuoso y emblemático ámbito. Lo primero fue hacer una revisión, artista a artista, de quiénes iban a protagonizarla, los creadores que habiendo sido fieles compañeros de viaje de la galerista, con continuidad y fidelidad, tenían que estar por fuerza. Tuvimos que omitir algunos con cierta pena porque el factor espacio obligaba a ello, artistas que aun siendo importantes, habían tenido menos continuidad con la galería. Lo que sí se hizo es que todos los que tenían que estar, estuvieran. Cuidada la nómina y su número acorde los espacios, se abordó la selección de piezas, lo que en muchos momentos, no fue nada fácil, consecuencia del buen número de excelentes obras que Soledad posee de casi todos sus artistas, por calidad, formato, series, cronologías, iconografías, oportunidad del momento...

 

Como ahora veremos, destaca la impecable e importante presencia de la pintura de los ochenta y noventa del pasado siglo, aunque haya también obra realizada en la primera época del nuevo siglo-, sobre todo española, acompañada de muy buenas obras escultóricas, fotográficas, videocreativas... Son muchas las cuestiones que han destacado en el trabajo como galerista de Soledad Lorenzo, pero una de ellas, y clave, es su querencia por y para la pintura, incluso en momentos en que ésta no estaba precisamente de moda, y sobre todo, cuando se volvía a decir ese torpe tópico de que 'la pintura ha muerto', que ella en el día a día se encargaba de desmentir.

 

Soledad Lorenzo siempre y en todo caso ha organizado constantes y grandes exposiciones de pintura de sus artistas, de gran formato ya que su espléndido espacio así lo permitía y sin miedo a no poder venderlo, compaginándolo a su vez con tamaños medianos y pequeños. En todo caso, el objetivo primero de su tenaz trabajo era vender, haciéndolo con seriedad. Fruto de ese trabajo ha sido la génesis y continuidad de un serio coleccionismo nacional, que consideramos fundamental para la cultura de nuestro país. Si a ello se le suma la aplicación de un sistema laboral anglosajón, siempre moderno, responsable, teniendo siempre al día de cobros y pagos a sus artistas y a su equipo, hace de ella un referente en el galerismo español de todos los tiempos.

 

Como apuntábamos, la transversalidad ha sido otra de sus virtudes. Ha trabajado con Louise Bourgeois (París, 1911-2010), Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) y Pablo Palazuelo (Madrid, 1916-Galapagar/Madrid, 2007), por ejemplo, junto con el resto de artistas que ella iba seleccionando, artistas de otras generaciones, más jóvenes o mucho más jóvenes. Y sin embargo, ese contraste generacional no generaba extrañeza, porque había una integración espontánea: a la inteligente y siempre fresca modernidad comprometida de los tres citados le fue sumando, con toda autonomía, la contemporaneidad de otros. Al principio y al final, emergía una única modernidad y compromiso: el de Soledad Lorenzo.

 

Tàpies y Palazuelo son, pues, punto de partida obligado de las exposiciones y de su trabajo, y por supuesto tanto de la colección como de la vida personal y profesional de Soledad Lorenzo: Estora (1994) que viene a erigirse todo un perfecto resumen de un completo Tàpies, y De somis II (1997), son obras emblemáticas de la colección. 'Complemento' pictórico son los lienzos del resto. De Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957) tuvimos dificultades a la hora de su selección, dada la calidad de las obras, optando finalmente por las almendras sin titular de 1990 para el MAS y la brillante G.A.O. de 1989 para Valencia, dos poderosas pinturas generosas en su empaste y trabajo, acompañada la segunda para el Centro del Carmen de Valencia de dos piezas escultóricas (Animal de pintor de 1993 y Sans Titre de 1993). José Manuel Broto (Zaragoza, 1949) está representado en Valencia por Personaje en la noche (1988) y en Santander por la sensible y epidérmica Albi (1989) que curiosamente ya estuvo expuesta en el MAS en enero de 1991, en la I Bienal Tanqueray de Artes Visuales. José María Sicilia (Madrid, 1954) presidió uno de los ámbitos de la planta 1 del MAS con La luz que se apaga (1997), una de sus características y bellas flores en cera y óleo sobre madera que también visitó el Palacete del Embarcadero de Santander en los noventa; para Valencia cambiamos y viaja el delicado tríptico El instante (2012), una obra flotante llevada a cabo en tinta sobre papel japonés y que para el espacio valenciano entendimos que iba a tener un suave diálogo. Jorge Galindo (Madrid, 1965) expuso en el MAS hace bien poco con pinturas, papeles arrancados y capós de coches intervenidos, arribando de nuevo en la exposición con la magnífica y sensual Poupette (2003) que viaja a Valencia acompañada de otra obra de la serie urbana Papeles arrancados (2009) de reciente creación. Juan Uslé (1954) santanderino aunque formado en Valencia, también expuso en el MAS un proyecto muy completo no hace muchos años, razón por la cual se ha intentado no repetir de entre las varias y magníficas pinturas de la colección de Soledad Lorenzo; al final optamos por 96 pasos detrás de la realidad (1996) y Casita del Norte (656) (1992) para Santander; y Soñé que revelabas (SAJA) (1996) de su magnífica y ensoñadora serie de fundamento en las celosías árabes, y Rizoma´s (1992), brillante arabesco en desarrollo horizontal, para el Centro del Carmen. Vicky Civera (Puerto de Sagunto, Valencia, 1955) emerge con Hacia Lucernaria (2009), pintura volátil y delicada que en Valencia está acompañada de Blanquita (2008) pieza escultórica que fue todo un delicado impacto en ArtBasel, donde la descubrimos en el año de su realización. Juan Ugalde nos narra irónicamente sus Cuentos chinos (2004), que en Valencia se complementa con un pequeño, bello y extraordinario retrato femenino. El resto de pintores españoles ya coinciden con las piezas electas en uno y otro espacio: Soledad Sevilla (Valencia, 1944) con Quizás más tarde (2006), invitándonos a mirar más allá de ella, como si fuera una ventana; el brillante y muy personal tondo de Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, Cádiz, 1948) titulado Artista meditando mientras contempla (2008), pintura muy especial; y las cuatro delicadas y pequeñas -a veces minúsculas- pinturas sobre aluminio de Jerónimo Elespe (Madrid, 1975) de 2010 y 2011 (Midnigth cardening, M.H., O y Pasillo). Todos ellos -y los que siguen- siempre están representados en la colección y en la muestra con pinturas poderosas en formato y calidad, salvo cuando el concepto del artista esté buscando otra cosa, caso naturalmente de Elespe.

 

Este poderío pictórico español se complementa con otro pictórico internacional, destacando el puñado de artistas americanos con que trabajó la galerista, y que en España supuso entonces todo un acontecimiento además de novedad. Sin duda, el gran Julian Schnabel (Nueva York, 1951) destaca con luz propia, representado en el proyecto con dos fantásticas piezas pictóricoobjetuales sin titular de 1988 de la serie La banana e buona; el Centro del Carmen recibe además la gran escultura Epitaph (jp) (tomb panel I) (1989) del artista americano, magna obra que preside todo el espacio expositivo, eje alrededor del cual se distribuye la parte expositiva valenciana. Eric Fischl (Nueva York, 1948) está presente con The Sunday painter (1992); George Condo (Concord, USA, 1957) con cinco pinturas de 1993, que resumen perfectamente todo el ideario e iconografía del artista americano; David Salle (Norman, USA, 1952) con Normal Sentences (1982); Ross Bleckner (Nueva York, 1949) con Pedestal (1992); y Robert Longo (Nueva York, 1953) con dos extraordinarios dibujos al carboncillo, ambas de 2003, Bikini y April, de acusado erotismo. Americano también, pero que se sale ya del soporte pictórico es Tony Oursler (Nueva York, 1957), videocreador/escultor representado con una magnífica obra de 2009. Más pintura internacional se presenta con una gran témpera sobre lienzo de 2009 de Philipp Fröhlich (Schweinfuert, Alemania, 1975). Y el cosmopolitismo de la galería se completa entre otros motivos, con la brasileña Adriana Varejao (Río de Janeiro, 1964), de quien hemos seleccionado para este proyecto la visceral obra Ruina de o Charque Cordovil (2002).

 

Por último, tenemos el llamado 'grupo vasco' y algo más. De un lado Aláez, Euba, Irazu, Badiola y Prego, que nunca fueron un colectivo programático y de otro Manglano-Ovalle, Julia y Perejaume. Pero no es baladí que Soledad Lorenzo seleccionara para su galería a los cinco primeros, también presentes en esta exposición. Ana Laura Aláez (Bilbao, 1964) lo está con La bestia (2009), pesada obra realizada en bronce y tintada de negro mate. Pello Irazu (Andoain, Guipúzcoa, 1963) con una de sus características esculturas, sin titular, de 1988, que compagina la sordidez del acero visto con un plano constructivo pintado al óleo. Txomin Badiola (Bilbao, 1957) con un sorprendente tríptico fotográfico de la serie La guerra ha terminado (1996), de concepto pictórico, lumínico y compositivo barroco, y finalmente los dos videocreadores: Jon Mikel Euba (Bilbao, 1967) con Gowar (2005) y Sergio Prego (Fuenterrabía, Guipúzcopa, 1969) con Testuo, Bound to fail (1998).

 

Los catalanes Julia y Perejaume con quienes también ha trabajado, también están presentes en este proyecto. Adriá Julia (Barcelona, 1974) con The passengers 3 (2002), una fotografía de una gran serie; y Perejaume (San Pol de Mar, Barcelona, 1957) con una pequeña instalación fotográfica titulada RAM (2010) de reciente creación, a modo de libro vertical de pared. El cúmulo nimbo Clod prototype Nº 4 (2006) de Iñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961) es pieza volátil y brillante en fibra de vidrio y aleación de titanio suspendida en el espacio.

 

Y este proyecto hemos pretendido que fuera un exacto espejo de Soledad Lorenzo, consecuencia de su seducción e inteligencia, su universo, pequeña y sana coronación - siempre injusta en comparación a su labor- a su trayectoria, especialmente como una poliédrica galerista, generadora de un 'templo de sueños'. Su colección es particular, como 'el patio de su casa' de la canción infantil, producto fiel de su trabajo. Es fiel espejo de su galería, donde aflora el azar y la necesidad, la labor pragmática, la supervivencia, la inteligencia natural y por contacto, la tenacidad, la energía arrolladora, la modernidad, el sentido de responsabilidad, la seriedad, la exigencia, la transversalidad, la génesis de coleccionismo profesional, el vivir siempre el presente, el perpetuo fomento de la emoción..., y siempre, siempre, la elegancia.

 

Salvador Carretero Rebés y Felipe V. Garín Llombart.

Comisarios de las exposiciones en el MAS de Santander y en el Centro del Carmen de Valencia

Santander-Valencia 2014

 


Imágenes de la Exposición
Cartel de la exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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