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Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El paisaje en la Colección Carmen Thyssen

Exposición / Fundación La Caixa - CaixaForum Lleida / Blondel, 3 / Lleida, España
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Cuándo:
16 may de 2013 - 28 jul de 2013

Inauguración:
16 may de 2013

Comisariada por:
Juan Ángel López Manzanares

Organizada por:
Fundación La Caixa - CaixaForum Lleida
Etiquetas
Pintura  Pintura en Lleida 

       


Descripción de la Exposición

Exposición sobre la evolución del paisajismo catalán moderno y su íntima relación con las grandes tendencias del arte internacional de su tiempo. La muestra hace un recorrido por la historia del paisaje en la pintura catalana y europea: desde el romanticismo de Rousseau o Rigalt hasta los paisajes espectrales de Cuixart y Tàpies; pasando por el impresionismo y el postimpresionismo de Monet, Gauguin, Mir y Rusiñol, el retorno al orden de Derain, Matisse y Sunyer y la visión vanguardista de Braque, Léger o Torres-García.

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El romanticismo convirtió el paisaje en tema pictórico y desde entonces artistas de todas las tendencias y movimientos han pintado campos, bosques, marinas y panoramas urbanos. Unos, para exaltar las relaciones de los hombres con la naturaleza; otros, para estudiar los efectos de la luz, los volúmenes o la geometría. Paisajes realistas, que retratan minuciosamente el mundo visible, y paisajes de vanguardia, en los que la pintura adquiere autonomía respecto a la realidad de las cosas. Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El paisaje en la Colección Carmen Thyssen realiza un recorrido por la historia del paisaje en la pintura catalana y europea: desde el romanticismo de Théodore Rousseau y Lluís Rigalt, hasta los paisajes espectrales de Modest Cuixart, Joan Ponç y Antoni Tàpies, que, en la época de Dau al Set, a través del surrealismo, entroncaron con la tradición romántica. En medio, el simbolismo de Maximilien Luce y Modest Urgell; el impresionismo y posimpresionismo de Claude Monet y Paul Gauguin, Joaquim Mir y Santiago Rusiñol; el retorno al orden de André Derain, Matisse y Pierre Bonnard, de Joaquim Sunyer, Rafael Benet y Josep de Togores; y la visión vanguardista de Georges Braque y Joaquín Torres-García. Tal variedad de soluciones plásticas evidencia que el paisaje, lejos de una simple imitación del entorno natural, es una construcción cultural acorde con los anhelos y creencias de cada época. La exposición pretende poner de relieve los contactos entre la pintura catalana y las grandes tendencias del arte de su tiempo, y muestra la estrecha relación que siempre han mantenido, desde los primeros viajes de Martí i Alsina a París, en la década de 1850, hasta el éxito internacional de Miró o Clavé.

 

Con el objetivo de promover el conocimiento y entendiendo la cultura como una poderosa herramienta para fomentar la cohesión social, la Obra Social 'la Caixa' programa un amplio abanico de propuestas, entre ellas las exposiciones que acogen los centros CaixaForum, con obras que van desde los maestros de la pintura hasta las últimas tendencias del arte contemporáneo.

 

La entidad presta especial atención al arte de los siglos XIX y XX, época determinante para entender nuestra actual cultura. Así, por ejemplo, la entidad ha acogido recientemente la exposición Impresionistas. Maestros franceses de la colección Clark, un conjunto excepcional de pintura francesa del siglo XIX y principios del XX procedente de esta colección americana.

 

Ahora, la Obra Social 'la Caixa' presenta esta exposición que propone ilustrar la evolución del paisajismo catalán moderno a través de una selección de los fondos de paisaje moderno pertenecientes a la Colección Carmen Thyssen- Bornemisza.

 

Con tal fin han sido seleccionados no solo lienzos clave de Martí i Alsina, Vayreda, Urgell, Rusiñol, Meifrèn, Sunyer, Togores, Miró y Tàpies, sino también paisajes de artistas extranjeros, principalmente franceses, que ejercieron una fuerte impronta en el arte catalán.

 

La pintura de paisaje -tal como evidencia la muestra Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El paisaje en la Colección Carmen Thyssen- se convirtió en el principal motor de la renovación artística del siglo XIX. Los paisajistas, libres de la rígida reglamentación de otros géneros, ensayaron nuevos procedimientos en constante diálogo con la naturaleza y con los descubrimientos científicos de la época.

 

Si los pintores románticos y los realistas de mediados de siglo ejecutaron a menudo bocetos al aire libre, los impresionistas fueron los primeros en concluir sus obras íntegramente fuera del estudio. Pero este método de trabajo pronto dejó claras sus limitaciones al supeditar al artista a las inclemencias del tiempo y al restringir su creatividad imaginativa.

 

Con el fin del siglo XIX la búsqueda de un orden interno del cuadro se antepuso a la imitación veraz de la naturaleza. La concepción del cuadro como una superficie plana cubierta de colores anticipó los descubrimientos formales del siglo XX. Estos vinieron de la mano de las vanguardias, con las que el paisaje perdió parte de su anterior protagonismo. Pese a todo, los surrealistas dieron un nuevo impulso al género al hacer de sus lienzos verdaderos paisajes del subconsciente.

 

Así, Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El paisaje en la Colección Carmen Thyssen permite realizar un recorrido por la historia del paisaje en la pintura catalana y europea a través de 49 obras que retratan esta evolución: desde el romanticismo de Théodore Rousseau y Lluís Rigalt, liderando una visión naturalista, hasta los paisajes espectrales de Modest Cuixart, Joan Ponç y Antoni Tàpies, que, en la época de Dau al Set, a través del surrealismo, entroncaron con la tradición romántica.

 

En medio, el simbolismo de Maximilien Luce y Modest Urgell; el impresionismo y posimpresionismo de Claude Monet y Paul Gauguin, Joaquim Mir y Santiago Rusiñol; el retorno al orden de André Derain, Matisse y Pierre Bonnard, de Joaquim Sunyer, Rafael Benet y Josep de Togores; y la visión vanguardista de Georges Braque y Joaquín Torres-García.

 

El montaje de la exposición pone de relieve los contactos entre la pintura catalana y las grandes tendencias del arte de su tiempo. Y muestra la estrecha relación que siempre han mantenido, desde los primeros viajes de Martí i Alsina a París, en la década de 1850, hasta el éxito internacional de Miró o Clavé. La exposición está organizada cronológicamente en torno a cinco apartados: «Naturalismo», «Del posromanticismo al simbolismo», «La mirada impresionista», «Nuevos clasicismos» y «Vanguardias». El recorrido se abre simbólicamente con la demolición de las murallas de la ciudad de Barcelona en 1854 y se cierra con la posguerra. Entre ambas fechas, el paisajismo catalán evolucionó desde el naturalismo de Martí i Alsina hasta el carácter fuertemente introspectivo de los lienzos de Tàpies, Cuixart y Ponç, pasando por el luminismo de Rusiñol y la imagen arcádica de Cataluña en la obra de Sunyer.

 

Tal variedad de soluciones plásticas evidencia que el paisaje, lejos de una simple imitación del entorno natural, es una construcción cultural acorde con los anhelos y creencias de cada época. No en vano es el paisaje el que da forma a nuestra imagen de la naturaleza, y no a la inversa.

 

ÁMBITOS DE LA EXPOSICIÓN

 

Naturalismo

 

La pintura de paisaje se convirtió a lo largo del siglo XIX en uno de los principales motores de renovación artística. A principios de siglo todavía era considerada como un género menor, supeditado a la pintura de historia. Sin embargo, su escasa reglamentación y sus amplias posibilidades de desarrollo al margen de otros géneros facilitaron su rápida evolución.

 

Varios factores contribuyeron a que este cambio tuviese lugar. El primero de ellos fue la crisis del modelo ideal del paisaje italiano y la nueva atención prestada a los rasgos peculiares del paisaje de cada región. Al tiempo que esto ocurría, el «paisaje histórico» o «heroico» fue progresivamente sustituido por composiciones cuya única protagonista era la naturaleza. Por último, la práctica de la pintura al aire libre -inicialmente concebida como simple ejercicio- fue impregnando con su libertad y frescura las composiciones destinadas a los certámenes oficiales.

 

En Cataluña esta evolución se gestó de forma algo más tardía que en otras regiones de Europa. Su principal impulsor fue Martí i Alsina, artista que conoció de primera mano la obra de Courbet y de los paisajistas de la Escuela de Barbizon. Durante los años sesenta del siglo XIX, Martí i Alsina formó en su taller a una nueva generación de paisajistas entre los que cabe destacar a Joaquim Vayreda, creador de la Escuela de Olot, también conocida como el «Barbizon catalán».

 

Del posromanticismo al simbolismo

 

El naturalismo fue criticado por los propios artistas por restringirse exclusivamente a la realidad observada. Modest Urgell halló una alternativa en la recuperación del romanticismo de origen germánico, con lo que logró hacer compatibles las novedades plásticas del naturalismo con una concepción espiritual del paisaje. Para los pintores simbolistas, asimismo, el paisaje debía aspirar a un nuevo idealismo, opuesto al materialismo y utilitarismo de la época.

 

Uno de los motivos predilectos de los pintores citados fue la noche. Los paisajistas de Barbizon ya habían mostrado interés por los cambios de luz a distintas horas del día. Pero ahora, tanto Urgell como los pintores simbolistas dotaron a sus paisajes de un nuevo halo de misterio. Los paisajes crepusculares de Urgell ofrecieron una imagen de Cataluña contrapuesta al mundo bucólico de Vayreda.

 

No solo el mundo rural atrajo el interés de los pintores: también la ciudad fue objeto de representaciones nocturnas. En ellas, el fragor de muelles y factorías dio paso al silencio y la melancolía. A su vez, las luces artificiales tiñeron calles y edificios con nuevas y sutiles armonías. Al papel precursor de Urgell en el paso del posromanticismo al simbolismo en Cataluña hay que añadir la contribución de Meifrèn y Graner.

 

La mirada impresionista

 

En el último tercio del siglo XIX se produjo una de las transformaciones más profundas de la historia del paisajismo. Los pintores impresionistas, en lugar de finalizar sus obras en el estudio -tal como venía siendo habitual-, extendieron la práctica de la pintura al aire libre al conjunto de su actividad artística. Rechazaron la tradicional construcción del paisaje a partir de una escala de medias tintas -del claro al oscuro-, recurriendo a todos los tonos del espectro cromático. Al mismo tiempo que eliminaban el negro de su paleta, también dejaron a la vista amplias pinceladas de color.

 

Además de desarrollar una técnica novedosa, los impresionistas fueron los primeros en introducir en sus lienzos escenas de la vida moderna. Entre sus paisajes, son abundantes las representaciones de parques públicos y jardines. De hecho, artistas como Monet cultivaron sus propios jardines para que les sirviesen de motivo en sus composiciones.

 

La influencia del impresionismo francés no tardó en llegar a otros países. En Cataluña se hizo palpable ya desde 1890 en la obra de Casas y Rusiñol, mezclada junto a otros elementos tomados del naturalismo. También Meifrèn se aproximó al impresionismo en su última etapa, en la que pintó numerosas vistas de jardines mallorquines.

 

Nuevos clasicismos

 

A principios del siglo XX empezaron a sonar voces a favor del clasicismo, como la del poeta griego afincado en París Jean Moréas, o la de los artistas Puvis de Chavannes y Aristides Maillol. La propia pintura de Paul Cézanne fue interpretada como un retorno a lo estructural tras años de predominio del sensualismo impresionista.

 

Esta primera oleada clasicista se vio pronto eclipsada por el nacimiento de las vanguardias. En Cataluña, sin embargo, arraigó con gran fuerza de la mano del novecentismo de Eugeni d'Ors, movimiento a la par estético y nacionalista.

 

Tras unos inicios vacilantes, el novecentismo halló su expresión distintiva en los paisajes de Sunyer, imágenes de una Cataluña rural estructurada y racional en la que las personas conviven en armonía con la naturaleza.

 

Cuando el novecentismo empezaba a perder protagonismo en el panorama artístico barcelonés, una nueva oleada clasicista europea afianzó su posición: el retorno al orden. Surgido de la necesidad de recuperar los principios fundacionales de la cultura occidental tras la conmoción de la Primera Guerra Mundial, el retorno al orden se opuso al subjetivismo y a la radicalidad plástica de las vanguardias. En Cataluña, uno de sus principales defensores fue Josep de Togores, aunque también influyó en los paisajes tardíos de Sunyer, Rafael Benet e Iu Pascual.

 

Vanguardias

 

La recepción de las vanguardias constituyó un hecho tardío en Cataluña. El primer eco de los ismos franceses llegó de la mano del galerista Josep Dalmau, quien en 1912 organizó una muestra cubista con fondos procedentes de París.

 

No obstante, no fue hasta la Primera Guerra Mundial -coincidiendo con la llegada a Barcelona de artistas que huían de París- cuando los propios pintores y escultores activos en Cataluña ensayaron nuevos lenguajes plásticos. Entre ellos cabe destacar la figura del uruguayo Joaquín Torres- García, quien, junto a su compatriota Rafael Barradas y a Celso Lagar, pintó paisajes urbanos con un lenguaje sincretista, mezcla del fovismo, del cubismo y del orfismo de Robert y Sonia Delaunay.

 

Miró también se inició en los lenguajes plásticos modernos a finales de la década de 1910. Apoyado por Dalmau en su proyección a París, Miró dedicó parte importante de su obra al género del paisaje y se convirtió -junto a Dalí- en figura clave del surrealismo, movimiento que arraigó con verdadera fuerza en la Cataluña de los años treinta.

 

La influencia del surrealismo pervivió después incluso de la Guerra Civil a través de la obra de los miembros del grupo Dau al Set. Muchos de los lienzos de Tàpies, Cuixart y Ponç de finales de la década de 1940 son en realidad paisajes del inconsciente. Su negación de la realidad exterior manifiesta el distanciamiento crítico de sus autores respecto al franquismo.

 


Imágenes de la Exposición
Paul Gauguin, Una huerta bajo la iglesia de Bihorel, 1884

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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