Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Esta exposición, organizada y producida por la Obra Social 'la Caixa', se enmarca en la voluntad histórica de la entidad de contribuir a aumentar la capacidad de generar conocimiento y sensibilidad hacia el arte más actual. Dar a conocer la creación contemporánea rompiendo las barreras que a menudo la separan del público es uno de los objetivos de la Obra Social 'la Caixa'. Así, la programación cultural de la entidad presta especial atención a las manifestaciones artísticas más recientes, sea desde las distintas exposiciones que programa -como han sido, hace poco, El efecto del cine. Ilusión, realidad e imagen en movimiento, La modernidad desplazada: treinta años de arte abstracto chino o las muestras dedicadas a Hannah Collins, Omer Fast y Pierre Huygue-, sea mediante adquisiciones de su propia colección de arte contemporáneo. La Colección de Arte Contemporáneo Fundación 'la Caixa' está formada en la actualidad por más de 900 obras, y en sus fondos se encuentran trabajos de los artistas más importantes de los últimos treinta años. La Colección es hoy un punto de referencia artístico, como lo demuestra el constante préstamo de algunas de sus obras para exposiciones en todo el mundo, así como la organización de numerosas muestras en sus centros CaixaForum y otras itinerantes en España, Europa y el resto del mundo. La entidad también promueve alianzas estratégicas con grandes centros museísticos del mundo -como el Museo del Louvre y el Museo del Prado-, a fin de intensificar su acción cultural. En esta línea se enmarca el acuerdo con el Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA) para la gestión coordinada de los fondos de arte contemporáneo de ambas instituciones y una política también coordinada de adquisición de obras, así como la coproducción de exposiciones a partir de los fondos de sus colecciones. En esta ocasión, la Obra Social 'la Caixa' parte de un concepto universal en la presentación de su nueva apuesta en arte contemporáneo: la necesidad humana de entender y representar nuestro entorno. La voluntad última de la exposición es, por lo tanto, observar cómo los artistas contemporáneos han usado el lenguaje cartográfico para subvertir los sistemas de representación tradicionales, ofrecer nuevas fórmulas o cuestionarse la propia imposibilidad de representación de un mundo globalizado y cada día más caótico. Cartografías contemporáneas. Dibujando el pensamiento reúne más de 140 obras entre instalaciones, videoinstalaciones, pinturas, dibujos, proyecciones, arte digital, mapas, etc., procedentes de un amplio abanico de instituciones y galerías, entre ellas el MOMA, el Centro Pompidou, el Museo Reina Sofía, el IVAM, el MUSAC, el MACBA, la Fundación Joan Miró, el Hirshhorn Museum o la propia Colección de Arte Contemporáneo Fundación 'la Caixa'. La exposición, que se abre con las reflexiones del cartógrafo Franco Farinelli y finaliza con una entrevista al filósofo Alexander Gerner, también muestra algunas cartografías manuscritas del siglo XVIII procedentes de la Biblioteca Nacional. Además, en algunos ámbitos promueve el diálogo entre artistas contemporáneos y maestros de otras disciplinas, como Santiago Ramón y Cajal, Carl Gustav Jung o Lewis Carroll. Territorios físicos, mentales y emocionales El ser humano siempre ha necesitado proyectar y construir estructuras para entender el caos que es la vida. Los mapas fragmentan la realidad y nos permiten presentarla en forma de tablas. De esta manera, traducimos y codificamos el espacio físico, pero también el conocimiento, los sentimientos, los deseos y las experiencias vitales. Representar la Tierra en un plano, proyectar un objeto tridimensional en dos dimensiones, constituyó una formidable transformación. Con este proceso adquirimos la idea de espacio, que ha dado forma al pensamiento europeo. Como señala el geógrafo Franco Farinelli, desde los inicios del conocimiento europeo no existe otra forma de conocer las cosas que no sea a través de su imagen. Difícilmente podemos ir más allá de su apariencia, de su representación. En el siglo XVII empiezan a dibujarse sobre un plano clasificaciones y fenómenos. Los conocimientos cartográficos se combinan con las habilidades estadísticas. De este modo surgen los mapas de datos, que ayudan a visualizar el conocimiento y lo transforman en ciencia. Un siglo más tarde, vinculada a la expansión colonial de los países europeos, se desarrolla la cartografía científica. Al mismo tiempo, en los salones franceses regidos por mujeres aparecen las cartografías sobre sentimientos. Desde entonces, los mapas representan y hacen visibles todo tipo de territorios físicos, mentales y emocionales. Ya en el siglo XX, la representación del mundo cambió con los adelantos técnicos, como el avión y la fotografía, que permitieron reproducir la realidad con exactitud. Por otro lado, la comunicación inmaterial -el telégrafo y el teléfono- produjo «la crisis del espacio», que tan bien reflejó el cubismo. Con Internet se anulan definitivamente los conceptos tradicionales de tiempo y espacio. El espacio contemporáneo es un espacio heterogéneo. Somos conscientes de que vivimos dentro de una red de relaciones y flujos materiales e inmateriales, pero todavía no tenemos un modelo que represente esa articulación invisible y en red. Vivimos en tensión entre lo que fuimos y podemos pensar y lo nuevo que no sabemos representar. Esta exposición presenta un tema de ramificaciones inabarcables. Partiendo del arte, un microespacio de libertad donde repensar y replantear los modelos de conocimiento, propone un mapa -arbitrario, subjetivo e incompleto, como todos los mapas- de las cartografías elaboradas por artistas del siglo XX y de la actualidad que nos invita a interrogarnos sobre los sistemas de representación que usamos y las nociones que subyacen en ellos. ÁMBITOS DE LA EXPOSICIÓN El lenguaje cartográfico La reducción de la Tierra a una imagen gráfica de dos dimensiones constituyó una revolución técnica y cultural. Permitió transmitir los conocimientos que iban adquiriéndose sobre el territorio y, al mismo tiempo, interponiéndose entre nosotros y el mundo, cambió nuestra relación con la realidad y dio forma al conocimiento europeo. Para poder representar el mundo y las cosas, los proyectamos sobre el espacio abstracto de la geometría, que no tiene en cuenta los matices y diferencias cualitativas de los lugares. En este proceso, el espacio geográfico asume las propiedades que pertenecen a su soporte material, el mapa. Como dice Karl Schlögel, en los mapas cartográficos no puede haber nada parecido a una figura correcta; las coordenadas rectangulares del mapa le quitan al mundo sus arrugas. El lenguaje de la cartografía traduce la realidad del mundo, pero, como todo lenguaje, impone sus reglas y establece límites. La representación transforma el caos del mundo en su contrario, en un espacio lógico. Desde principios del siglo XX muchos artistas han jugado con el lenguaje cartográfico (surrealistas), con su sintaxis y su gramática (Lewis Carroll, Art & Language), provocando un aparente sinsentido de su lógica (Stanley Brouwn, Artur Barrio). Tipos de espacio El conocimiento del espacio, la reflexión sobre su naturaleza como representación colectiva y la necesidad de clasificar y definir los distintos tipos de representaciones espaciales son características de nuestra época. La noción de espacio, que dio forma al conocimiento europeo, ha impregnado todas las áreas de nuestro pensamiento. Hablamos de espacio personal, público, simbólico y tantos otros. El espacio es, hoy, la metáfora más repetida de nuestros discursos. Seguramente porque sentimos que a través de él nos liberamos de la linealidad del lenguaje y la escritura. El pensamiento encuentra en el espacio una expresión de su pluralidad y su dinamismo. Michel Foucault definió la transformación de las nociones de espacio y tiempo a través de la idea de los espacios «otros», que no están ni aquí ni allí: la llamada de teléfono o el espacio de Internet, y también el espacio del espejo o el espacio sonoro. La comunicación inmaterial ha modificado nuestra noción del espacio-tiempo. Paulatinamente vamos encontrando en las imágenes que nos rodean distintas formas de relación entre tiempo y espacio. Este apartado muestra trabajos de artistas donde los espacios y tiempos se anudan de distintas formas. Existen espacios sociales fuera del tiempo (Constant), países mentales (Evru), dislocaciones de espejos (Robert Smithson), espacios invisibles (Giovanni Anselmo), espacios vacíos generados durante el tiempo que dura una película (Hiroshi Sugimoto), espacios sonoros (Milan Grygar), un millón de años ordenados en un espacio (On Kawara) y otros muchos. Cartografías sociales y políticas Lejos de ser meramente descriptivos, los mapas imponen una estructura sobre el mundo, lo describen en términos de relaciones de poder y de prácticas culturales. En la época moderna, los mapas topográficos y de datos han desempeñado un importante rol en la constitución de los estados nación y los imperios. Los mapas tipográficos, que reducen el mundo a un plano, ofrecen un espacio «ideal» donde el estado territorial moderno y sus políticas colonizadoras trazan líneas rectas: unas, para dibujar fronteras abstractamente, y otras -líneas de tren y carreteras-, para atravesarlo e incrementar la velocidad del intercambio de mercancías. Todavía tenemos enraizada la misma idea del espacio territorial, mientras que los procesos globalizadores disminuyen las barreras espaciales. Por otro lado, los datos de los patrones de actividad y relaciones capitalistas planetarias -flujos de capital, concentraciones empresariales y sus ramificaciones geográficas y políticas- son tan abundantes que estamos perdidos en un magma de información. Vivimos percepciones complejas. Inmersos en mercados mundiales de bienes materiales, mensajes y migrantes, necesitamos acotar y definir la singularidad del territorio que habitamos, construyendo discursos de corte nacional. Los estados los necesitan para articular un valor cultural diferenciado, y nosotros, para sentir y construir nuestra identidad. A través de la crítica del discurso geográfico, algunos artistas cuestionan el orden político y social existente. Otros se enfrentan a la gran cantidad de datos sobre flujos de capital, relaciones de poder y acontecimientos políticos, tan difíciles de entender, organizando diagramas y cartografías que los hagan visibles. Cartografías del cuerpo El cuerpo es para nosotros la medida del mundo. Con él percibimos y acotamos el espacio a nuestro alrededor. Medimos en pies o en palmos y hablamos de cuerpos celestes o de las arterias de la ciudad. A lo largo de la historia abundan los mapas cartográficos con formas humanas. La equivalencia entre Tierra y cuerpo se desarrolló socialmente en el siglo XVIII como parte del nuevo ideal de representación del territorio topográficamente. El Romanticismo, en cambio, busca en la naturaleza, sublime e inquietante, los ecos de sus sentimientos y las imágenes del yo. Para el sujeto, la equivalencia cuerpo-Tierra se establece partiendo del cuerpo como parte del sentido cósmico de la existencia. En el siglo XX, la fusión cuerpo-Tierra nos ha dejado imágenes de huellas encarnadas en el barro (Ana Mendieta), de cuerpos marcados por el mapa (Adriana Varejão) y del rastro del cuerpo en movimiento sobre la tela (Yves Klein). Pero la cartografía topográfica es siempre el dibujo de una forma sin vida, que no representa lo que respira y se mueve, como tampoco el territorio o la ciudad transitada y experimentada. Cuando recorremos el espacio, se rompe la fijeza del sujeto de la cartografía, que al desplazarse despierta su emoción. Las cartografías realizadas mediante el movimiento del cuerpo (Bas Jan Ader), como el baile (Loïe Fuller) o la performance (Carolee Schneemann), dibujan mapas evanescentes, en tiempo real, en el espacio de la representación. Cartografías de experiencia y vida Si intentamos levantar una cartografía de nuestra vida y acudimos a la memoria, encontramos una mezcla de casas y ciudades, hechos cotidianos y acontecimientos sociales, miedos y deseos, fundidos en una amalgama etérea donde resuenan los ecos de nuestras relaciones. Al intentar ordenarla sobre el tiempo lineal que rige el mundo o dibujarla en un plano, nos damos cuenta de que los límites entre dentro y fuera, personal y social, que establecemos para separar el ser humano del mundo, devienen porosos o desaparecen. En los mapas que representan nuestra vida no hay fronteras entre lo sentido y lo real, ni se distinguen los territorios sociales de los personales. Por eso muchos artistas pliegan el tiempo vivido en los espacios de mapas topográficos comunes (Grayson Perry, Zarina Hashmi, Guillermo Kuitca) o utilizan postales corrientes para registrar sus movimientos cotidianos y repetitivos (On Kawara). Otros dibujan los paisajes de su viaje interior en busca de América (Raimond Chaves y Gilda Mantilla) o levantan una cartografía interna de desolación filmando los lugares vacíos del exterminio en Uganda (Zarina Bhimji). Cartografías de lo intangible Borrados por la racionalidad europea y clasificados como esoterismo, la astrología, el misticismo y el ocultismo, entre otros, han permanecido durante siglos en el limbo de la cultura oficial, junto a todo aquello que sobrepasaba los límites espacio-temporales o que no podía ser demostrado empíricamente. Para el filósofo esotérico Rudolf Steiner, el objeto del conocimiento no es repetir de forma conceptual algo que existe, sino crear una esfera completamente nueva que, combinada con el mundo que nos llega a través de los sentidos, constituye y completa la realidad. En el siglo XX, el psicoanálisis abrió la primera grieta en la concepción del ser humano como sujeto racional al otorgar protagonismo a los sueños y al inconsciente. Paralelamente, la teoría de la relatividad formulaba que el tiempo y el espacio dependen de la velocidad y la masa, y la cuántica, la imposibilidad de medir con precisión absoluta. En la actualidad, médicos y neurólogos investigan la influencia de los estados mentales y emocionales sobre el cuerpo. Y la física propone modelos de difícil ratificación experimental, como la teoría de las cuerdas, que con 10 y hasta 26 dimensiones rompen con nuestra percepción tridimensional del espacio. Este apartado ofrece cartografías que hacen visibles aspectos intangibles. Muestran estructuras de dimensiones no siempre indagadas, mapeando lo vibracional, lo suprasensible, lo multidimensional, el inconsciente y los sueños. Cartografías conceptuales Cuando dibujamos mapas conceptuales o diagramas, buscamos dar una estructura a preguntas y problemas no resueltos. Ordenamos nuestras formulaciones dibujando una lógica de relaciones, con puntos de intersección, nudos, vacíos, conexiones y desconexiones; de este modo vamos articulando nuestro pensamiento hasta darle forma y hacerlo visible. Las relaciones entre ideas o cosas aparecen más claramente porque establecemos una dinámica y señalamos las fuerzas de cambio entre las mismas, lo que nos permite entender el efecto de unas sobre otras. Si la cartografía topográfica es estática, estos mapas registran cambios y transformaciones. Los mapas conceptuales realizados mediante imágenes (cuyo mito de origen en arte es el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg) son instrumentos que ayudan a pensar nuevas relaciones reticulares y a construir nuevos modelos de ordenaciones y sentidos. El pensamiento diagramático y reticular se ha potenciado con la aparición de las redes tecnológicas. Internet ha acentuado la producción de conocimiento y su difusión, y la interacción permite crear nuevas realidades personales y colectivas. En la actualidad utilizamos los mapas conceptuales y los diagramas como herramientas para entender la complejidad de las transformaciones de nuestro entorno. En un momento de cambio acelerado, innovaciones técnicas, metamorfosis urbanas, transformaciones sociales y conflictos políticos, necesitamos nuevos mapas que nos ayuden a visualizar dicha transformación.
Desde siempre, los mapas han representado, traducido y codificado todo tipo de territorios físicos, mentales y emocionales. La representación del mundo ha evolucionado en los últimos siglos y, ahora, con la globalización e Internet, se han transformado definitivamente los conceptos tradicionales de tiempo y espacio así como los métodos de representación del mundo y el conocimiento. Los artistas contemporáneos se cuestionan los sistemas de representación y ofrecen nuevas fórmulas para clasificar la realidad. La exposición está formada por más de 140 obras de formatos muy diversos. Artistas: Ignasi Aballí, Francis Alÿs, Efrén Álvarez, Giovanni Anselmo, Art & Language, Zbynék Baladrán, Artur Barrio, Lothar Baumgarthen, Erick Beltrán, Zarina Bhimji, Ursula Biemann, Cezary Bodzianowski, Alighiero Boettti, Christian Boltanski, Marcel Broodthaers, Stanley Brouwn, Trisha Brown, Bureau d Études, Los Carpinteros, Constant, Raimond Chaves y Gilda, Mantilla, Salvador Dalí, Guy Debord, Michael Drucks, Marcel Duchamp, El Lissitzky, Valie Export, Evru, Öyvind Fahlström, Félix González-Torres, Milan Grygar, Richard Hamilton, Zarina Hashmi, Mona Hatoum, David Hammons, Thomas Hirschhorn, Bas Jan Ader, On Kawara, Allan Kaprow, William Kentridge, Robert Kinmont, Paul Klee, Yves Klein, Hilma af Klint, Guillermo Kuitca, Emma Kunz, Mark Lombardi, Rogelio López Cuenca, Richard Long, Cristina Lucas, Anna Maria Maiolino, Kris Martin, Gordon Matta-Clark, Ana Mendieta, Norah Napaljarri Nelson, Dorothy Napangardi, Rivane Neuenschwander, Perejaume, Grayson Perry, Santiago Ramón y Cajal, Vahida Ramujkic, Till Roeskens, Rotor, Ralph Rumney, Edward Ruscha, Carolee Schneemann, Robert Smithson, Saul Steinberg, Hiroshi Sugimoto, Willy Tjungurrayi, Joaquín Torres García, Isidoro Valcárcel Medina, Adriana Varejao, Oriol Vilapuig, Kara Walker y Adolf Wölfli.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España