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Geografía animal y carne de paso

Exposición / Siboney / Santa Lucía, 49 / Santander, Cantabria, España
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Cuándo:
05 jul de 2012 - 06 ago de 2012

Inauguración:
05 jul de 2012

Organizada por:
Siboney

Artistas participantes:
Daniel Verbis

ENLACES OFICIALES
Web 

       


Descripción de la Exposición

Es su primera exposición en Santander y con la que inicia su relación con la galería Siboney.

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El jueves día 5 de julio, inaugurará en la Galería Siboney DANIEL VERBIS, quien expone por primera vez en Santander, y que además inicia su relación profesional con la galería, con esta muestra que nos aproxima al complejo universo creativo del artista leonés, e incide en varios aspectos de su trabajo como la deconstrucción del lenguaje pictórico, la experimentación con materiales extrapictóricos y el cuestionamiento del soporte.

 

La exposición supone un breve y sinuoso recorrido, que invita al espectador a sumergirse en una atmósfera cargada de estímulos, podrán verse desde esculturas, pinturas y piezas con estructuras mas complejas.

 

Daniel Verbis (León, 1968) ha concebido desde siempre su obra como un proceso de investigación sobre los procedimientos materiales y formales de la pintura en primera instancia, sobre los problemas del lenguaje en segundo término. A lo largo de la década de los noventa ha estado muy interesado por los artistas conceptuales: desde Marcel Duchamp a Joseph Kosuth o Bruce Nauman, y articuló sus proyectos en torno a vocablos: redonda, párpado, charco... Desde comienzos del presente decenio, su obra ha intensificado su exploración sobre los nuevos comportamientos de la pintura: desde su confección con materiales extrapictóricos como la plastilina, los botones o las hilaturas, hasta el cuestionamiento del soporte, revisando lo que ya había sido suscitado por los pintores del Support-Surface en los años setenta, o intensificando la complejidad de la pintura sobre el muro mediante una formulación retórica y neobarroca consistente en convertir la pintura en instalación, al generar una atmósfera envolvente.

 

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GEOGRAFÍA ANIMAL Y CARNE DE PASO

 

La pintura misma hiere la mirada y nos atrapa sin descubrir todas sus cartas. La pintura descubre un espacio insondable pues los artistas en última instancia no saben lo que hacen, van de lo desconocido a lo desconocido. El deseo de ser (alguien) les tienta como la ilusión de un bucle que orada en la tierra un agujero del que no pueden escapar. El artista vive anudando formas, no tiene escapatoria. Puede cambiar las reglas de juego, hacer ajustes o equilibrios que dejen las cosas tal como se las va encontrando, impidiendo que la verdad del deseo aflore. Puede obstaculizar la aparición del objeto anhelado, borrar ese objeto, obstaculizar la manifestación grotesca de su cuerpo, de todos los cuerpos, enmascarar el egoísmo descarnado del pensamiento interior..., puede, en definitiva, disimular la expresión verdadera, que no sería otra que la pintura en el límite de la mala pintura, de la pintura grisalla, de la pintura embarrada, pintura antes del lenguaje, pintura antes del gusto, pintura que no ha instaurado la cadena mano-ojo, es decir, pintura que satisface la pulsión performativa de la mano sin pensar en que eso se va a ver... Puede, como decíamos, usar nuevas reglas pero no puede evitar enfrentarse con la verdad de la vida, su mutabilidad, con la verdad de la muerte, su inmutabilidad.

 

La serie Papillon pertenece a una categoría más amplia de mi trabajo, se encuadra en lo que he denominado Mundo Submarino. En esta serie trato el tema del estado preliminar de la materia antes del estallido de la belleza, es decir, antes de su organización natural, lógica, conceptual, cultural, ideal. Según esto, el estadio inicial de la naturaleza visual sería la papilla de la materia a la espera una acción azarosa o intencional que la fije. La expresión, lo que se dice queda sintetizado en una especie de exhibicionismo visual en el límite de su definición figurativa, en algo tan perecedero como el brioso aleteo de una mariposa. Foto fija de un instante.

 

Demos cuenta de que plasticidad es lo mismo que transformación, demos cuenta de que las artes plásticas muestran en última instancia una imagen fija que registra la grabación de esos procesos de transformación; como si en el resultado final fuera siempre el recuerdo de un proceso. Y eso es lo que me parece interesante de la pintura frente a la imagen en movimiento, precisamente cómo solventa con naturalidad esa desventaja temporal. La transformación no se manifiesta en toda su extensión temporal, viene replegada en la imagen inmóvil. Es como la pintura consiguiera un imposible, un más difícil todavía, como si el espació fuera la consecuencia del tiempo. Paradójicamente, lo que yo veo en la pintura es un mecanismo de comunicación muy sofisticado, más sofisticado que cualquier imagen en movimiento, porque no hace el retrato de la vida misma tal cual es en su extensión temporal sino que dibuja una especie de mapa emocional, esquema permeable, palimpsesto o registro gráfico.

 

Con cada nueva forma descubrimos una expresión de la diferencia, de algo que siendo nuestro no alcanzábamos a saber que teníamos, descubrimos que atesoramos mucho de los otros en nosotros mismos. Con cada nueva forma nos conocemos. Con cada nueva forma nos reconocemos. Cuando dos personas reaccionan exactamente igual ante un estímulo, podemos sospechar que esas dos personas comparten la misma realidad sin haberse dicho una sola palabra. Porque cuando vemos una forma y la entendemos, cuando el artista la ha articulado de forma comprensible se produce una comunicación independientemente del lenguaje, una comunión. En ese sentido la forma nos descubre que nuestro espacio es también un lugar donde caben los otros; un montón de gente que es (como) uno mismo. Las formas articulan el paisaje de una sociedad y crean los patrones visuales que nos identifican y en los que podemos reconocernos, tener la sensación de pertenencia a esa cultura o sociedad. La función del arte, o una de sus funciones, es crear formas nuevas que se puedan incorporar en le tejido social a pesar de su extrañeza. Yo creo que este aspecto (entendido como mirar hacia, pero también como esa pinta, esa facha, esa forma que nos identifica) es importante porque aceptar unas u otras formas implica reconocimiento y reconocer significa entender. Y cuando entendemos algo podemos ponerlo en valor, servirnos de eso, usarlo consecuentemente, distinguirnos. El arte discurre por una especie de camino de ida y vuelta de las formas que yo veo como algo imprescindible, como algo ético.

 

   En el arte y sobre todo en la pintura todos los actos son plásticos porque transfieren emociones, no sé como explicarlo, es como si cada acto o cada decisión fuera un síntoma. ¿De qué...? De algo que está porvenir, de algo que no se puede alcanzar, algo terminado, algo redondo. Una unidad de conciencia, una identidad, un yo sin superyó, un yo sin ello ni aquello. Parafraseando a Catherine Malabou, la plasticidad es el medio del que se vale el sujeto doliente para salvaguardar su desnudez, su debilidad, su inconsistencia.

 

Cierta figuración animal es consecuencia de una indudable censura o autocensura de cualquier imagen explícita de la figura humana, del retrato o del autorretrato. Esto incentiva una implantación generalizada del sujeto, de uno mismo tal como es o de cualquier semejante, hombre o mujer, en toda manifestación formal. Esto, lógicamente, desencadena un pensamiento y el sentido de la forma sufre una especie de incremento. Esta amplificación connotativa mediante la iconografía animal o vegetal se revela no sólo en la identificación de las semejanzas externas, también en las homología interna y en la dispersión y recreación de los mecanismos que conducen a manifestaciones de semejante cariz, pues inducir una aparición no consiste necesariamente en copiar algo. La consecuencia es una sedimentación de lo corporal que hay que localizar en los mecanismos miméticos que dan acceso a esa apariencia más que en representaciones concretas o referentes ideales.

 

Pintura compleja que transgrede el concepto tradicional del cuadro para desvincularse de cualquier imagen definitiva, de cualquier idea cabal o total. Imágenes ovales, ovulares, esferas... Agujeros, tramas, redes, pieles... Imágenes de lo que aún está por llegar: un sujeto (un pensamiento, una entidad, un ser racional).

 

Esta vuelta a la pintura, este clasismo es una especie de necesidad personal, una especie de cura frente al terror de la inanidad, frente al terror de sentir que vas dejando de existir en la fragmentación que impone una cierta contemporaneidad canónica. Hoy en día siempre queda un trocito del pastel para alguien que sepa manejar sus cartas y no sea excesivamente ambicioso en lo que se refiere a su ambición formal (a su moral artística). La cuestión es si uno está dispuesto a sacrificar su propio yo en beneficio de las ideas que circulan por las autopistas regladas de la res social, de lo curatorial, de lo políticamente correcto, del entretenimiento, de cierta economía personal, de lo global, de lo figural, de lo actual, etc. El precio es muy alto porque automarginarse puede ser tanto una protesta como una coartada. [Protesto ante la invisibilidad que sufro pero también me escudo en ella para alejarme de la realidad, para eludir mi responsabilidad]. El arte como relato total o experiencia individual necesita una obra reconocible con distintos niveles de lectura, es decir, una apuesta final. El artista asume un riesgo vital, sobre todo si no reacciona cuando es ignorado. Creo que esta vuelta a la pintura, aunque yo diría más bien esta vuelta a un formato tradicional, porque nunca he abandonado la pintura, responde a una necesidad de legibilidad. A la necesidad de completar un rompecabezas en el que vengo trabajando desde hace años. Aunque las ideas no se aclaran del todo porque el resultado se complica, la cuestión de la pintura está bastante definida.

 

Danielverbis

 


Imágenes de la Exposición
Daniel Verbis, 3 Eiffel voyeur, 2010

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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