Descripción de la Exposición
Kepa Garraza (Berango, 1979) materializa en este proyecto un relato cronológico, de hito en hito, sobre un personaje autocomplaciente con el que comparte nombre, profesión y aspecto, nacido en los años 50, que sucumbe a los halagos y la inercia del entramado de fuerzas económicas y de poder fáctico y mediático que lo convierten en un mito. Nos presenta a este alter ego, auténtico socialité, en compañía de conocidos personajes de la política, el arte, los negocios, el rock o el papél couché, al más alto nivel. El artista, que ha crecido bajo el signo del bombardeo mediático, utiliza la posmoderna práctica de apropiación de imágenes, cuidadosamente seleccionadas, e introduciéndose en ellas, sustituye al personaje menos significativo y procede a una doble acción performativa. En primer lugar, se somete a un proceso de caracterización para integrarse en el contexto y adaptarse cronológicamente a los diferentes momentos. En segundo y más importante, construye una identidad a la que presta su imagen. Transformado en este otro Kepa Garraza, del que no se nos da a conocer ninguna muestra de su trabajo, se embarca en un viaje espacio-temporal que lo sitúa en unas coordenadas que en ningún caso se corresponden con las del Kepa Garraza de carne y hueso, cuya obra se exhibe por primera vez en esta galería; por el contrario, carente de una vida social pública y notoria. Jose Luis Brea en su ensayo 'Fábricas de identidad (retóricas del autorretrato)' afirma que no hay territorio para la autobiografía fuera del entorno de lo colectivo, sin el cruce con el otro. Así mediante unas 'instantáneas', en las que el personaje aparece rodeado por otros individuos del star system, compañía que avala el status que goza, se fabrica esta identidad. Iniciado asimismo su creador en el conocimiento de la inexistencia del sujeto previamente a su comparecencia en los espacios de representación (Brea), toma de los medios unas referencias visuales explícitas que manipula para la realización de esta serie de autorretratos escenificados que emplea como arma arrojadiza contra el modelo de artista-estrella, más ocupado en las relaciones sociales y las apariciones en público y los medios que de su trabajo, cuya actitud ante la vida y la profesión carecen del rigor suficiente. Productos de la industria cultural, tan denostada por Adorno, con algunos de cuyos iconos se deja ver: Warhol, Hirst o Koons, y que Garraza, 'el joven', pone en entredicho, como la dejación de la responsabilidad política que el arte debiera asumir (Benjamin) en lugar del vacuo espectáculo para consumo masivo que nos ofrecen. El nuevo personaje, a través del cual el artista real se inviste de notoriedad y respeto generacional, podría actuar como Caballo de Troya para que el artista verdadero emprenda la lucha desde dentro.
El autorretrato, género que eclosiona en el renacimiento, con algún precedente en la estatuaria gótica, es fruto, por un lado del pensamiento antropocéntrico y la toma de conciencia del artista como tal. Algunos lo practicaron de forma excepcional, como Leonardo, o a modo de 'cameos', sin otorgarse gran protagonismo en retratos o composiciones colectivas, posibles casos de Velázquez o El Greco, aún sin confirmación fehaciente, mientras que en otros se reconoce una voluntad manifiesta de hilvanar una narración autobiográfica. A veces se pone de manifiesto una personalidad puramente narcisista, como con Courbet, y otras, las más, parece buscarse una terapia de autocatarsis conjuradora del dolor y la soledad: Van Gogh, Egon Schiele, Frida Khalo, Bacon o Lucian Freud, Ejemplos de ejericio dilatado a lo largo de una vida son Rembrandt o Picasso, quien, además, prestó su fisonomía al mito mediterráneo del Minotauro, con el que frecuentemente se identificó. Modalidad menos frecuente, el Autoretrato con pelliza de Alberto Durero, que algunos ven como representación de un Ecce Homo, podría ser el primer ejemplo de esta variante escenificada, que con Cindy Sherman adquiere categoría de eje central de toda una obra. Adscrita al movimiento posmoderno, del que es la máxima representante en fotografía, junto a Francesca Woodman, Nam Goldin, o Thomas Ruff, entre otros, levan a cabo la recuperación crítica del espacio del autorretrato en la era de la imagen técnica(Brea). Sin embargo, es por esta mediación y 'anonimato que otorgan los medios técnicos que desde algunos sectores de la teoría se cuestiona el carácter de autorretrato producto de las tecnologías de la imagen que sin duda alguna poseen aquellas representaciones que el artista hizo de si mismo exclusivamente por su propia mano y sin más auxilio que el de un espejo. Para Brea, en el espacio de la representación uno es siempre otro, así, puesta en debate su auténtica naturaleza, el autor se abisma en un barroco laberinto de diferentes estratos identitarios, evidenciando, en la estela de Baudrillard, cómo en la sociedad de consumo la realidad queda reducida a un juego de apariencias y ficción, en el que el arte genera universos simulados.
Serialidad, cronología y escenificación, son algunas de las carácterísticas que podrían definir la obra de nuestro Kepa Garraza, junto a la hibridación de los medios y un realismo fotográfico, elementos que entablan un paralelismo con la obra de Jose Ramón Amondarain.
El objeto de reflexión de todo su trabajo es el mundo del arte en sus más diversas facetas: la historia del arte y el concepto romántico del artista en Angeles caídos; En BIDA (Brigadas Internacionales para la Destrucción del Arte) el guión introduce en diferentes espacios de exhibición a un supuesto grupo terrorista que pretende destruir el sistema del arte tal y como ha alumbrado la contemporaneidad, con el propósito de recuperar otra escala de valores que contribuyan a la regeneración de la sociedad.
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