Descripción de la Exposición A veces hay suerte, no es frecuente pero a veces la suerte hace acto de presencia. Mediada la década de los cincuenta, un joven que media la veintena se aficiona a la fotografía, y lo hace de una manera deliciosamente inocente y tangencial; inconcebible para quien en este punto no sea capaz de cerrar los ojos y meditarlo un poco. Pero Teo no es un tipo común, él es un científico de incógnito, con una enorme capacidad para autoenseñarse las cosas, y tiene además una dimensión romántica que le ha señalado lo que él llama 'valor de una foto', ya se sabe, esa cosa intangible aunque coleccionable. A Teo le gustan las fotografías, y su razonamiento es que si logra hacerlas en persona no sólo se ahorrará comprar las de los demás, sino que podrá vender las que el dispare, comenzando por sus amigos los ciclistas; puesto que andamos mal de 'grasa', hay que buscarse la vida. Teo hace su primer click a mediados de los cincuenta, y se jubila entrados los ochenta del siglo pasado. Ante el objetivo de Teo transcurre la historia: los políticos se van deschaquetando, la falda de las muchachas se acorta al tiempo que los obispos pierden posiciones en las tribunas, y los omnipresentes militares van desapareciendo de un paisaje cada vez más civil. Vemos cómo los deportistas amateurs se profesionalizan y cómo aquella España carpetovetónica, tenebrosa y pintoresca, va dando lugar a ésta, un punto más fina y algo más aburrida. Visto desde el mundo actual, en el que se exige una carrera universitaria hasta para ser idiota, sorprende cómo un señor educado por su cuenta alcanza con semejante facilidad ese don intuitivo y etéreo que sirve para resumir toda una historia en un simple gesto; para hacer que toda la información de sus instantáneas sea legible, bien organizada, interesante y muy personal. Dice Teo que alguien le contó que la fotografía es nostalgia y vanidad, y el, tras su humor socarrón y definitivamente bueno, nos muestra hoy su propia nostalgia y nuestra eterna vanidad. Hemos tenido suerte.