Descripción de la Exposición Tiene Christophe Prat una trayectoria un tanto singular. Nacido y formado artísticamente en París, no será sin embargo hasta su llegada a Madrid, como pensionado en la Casa de Velázquez en 2004, y cumplidos por entonces ya los treinta y cuatro, cuando arranque al fin de un modo plenamente efectivo su andadura pública como pintor. Pues será, de hecho, en nuestro país donde realice las principales exposiciones personales hasta la fecha, publique los primeros catálogos sobre su obra, y acumule además, en corto tiempo, un impresionante abanico de distinciones ?Primera Medalla en Valdepeñas, la de Honor del Parlamento de la Rioja, Primer Premio del Salón de Otoño de Plasencia, del Gobierno de Cantabria y de Tudela? y entre ellas, como es obvio, la condición de becario de Endesa que determina su presencia en esta muestra. Un balance espectacular, sin duda, del lustro que alcanzó su estancia entre nosotros, que consolidaría un notable interés de nuestra crítica y coleccionismo por su trabajo pictórico, lo que hace que, en la actualidad, habiendo retornado el artista, allende los Pirineos, a su tierra natal, su apuesta profesional siga estando en buena parte asociada a la escena española, que tan estimulante y propicia había de resultarle. Por lo que evoca Juan Manuel Bonet, que vio su obra en París justo en el momento en que le fue concedida la beca de la Casa de Velásquez, ya entonces estaban acuñadas las claves elementales que identificamos como distintivas de la sintaxis pictórica de Prat, en lo fundamental las mismas que el artista sigue modulando actualmente en la granja de Normandía donde vive y tiene su estudio. Un entorno sereno, apartado y silencioso, escenario ideal para la génesis de una pintura serena por igual, ensimismada e impregnada de silencio. En cadencia siempre ortogonal, los campos y bandas de color expansivo acotan, en frágil y rumoroso equilibrio, el espacio de la tela. Pero ese diálogo entre la vertical y la horizontal persigue no tanto, en su empeño, un código de articulación constructiva, como esa destilación de lo sensible que tiende a indagar, tras el desvanecimiento del mundo aparente, aquella deriva de la abstracción desgranada a partir de la estirpe visionaria asociada a lo sublime. De ahí, claro está, la mención recurrente a los vínculos tan obvios que ligan el trabajo de Prat a paradigmas como el de Rothko o el Mondrian neoplástico, a modelos más coetáneos, como Federle e incluso si me apuran, ¿por qué no?, incluso, aunque en este caso sin ortogonales de por medio, al último Iturralde. Pero de un modo, si quieren, un tanto paradójico, a menudo la contemplación de las composiciones de Prat no evoca en mí tanto asociaciones que remitan al legado de lo pictórico, como otras que le son bien ajenas, lo que no deja de ser bien sorprendente tratándose de alguien tan devoto de la pintura como medio, de su sustancia específica y su ejecución laboriosa. Ya que aún así, con mayor fuerza, ante sus telas me viene en ocasiones a la mente como un eco de la irradiación espacial que determinan los neones de Flavin o las estancias de Turrel, estrategias donde objeto o escenario finalmente acaban desvaneciendo su materialidad en favor de la pura impregnación luminosa del espacio. Pues algo, de hecho, cercano a la condición de esos ?lugares de luz?, y del consiguiente eclipse del objeto, tienen para mí también los cuadros de Christophe Prat. Algo que nuestro artista consigue a partir del umbral tan sutil y evanescente que alcanza infundir al latido de sus nacarados campos cromáticos, de tonalidad tan tenue. De ahí, por tanto, que en el tiempo todavía por excelencia de la reproducción técnica de la obra artística, sus telas resulten irreductibles a una recreación impresa mínimamente satisfactoria. Pues en su caso, no cabe en el proceso término medio. Si percibimos claramente la composición, los colores resultan planos e inertes; si, por el contrario, se persigue acercar a estos últimos a su gradación y temblor original, la imagen desaparece. Pocas veces resulta tan cierto y letal aquello de la pérdida del aura de la que hablaba Benjamín. Perdiendo el aura al ser reproducida, la pintura de Prat, sencillamente, se torna invisible. Y bien pudiera ser que ese hecho revele a la postre algo decisivo en relación al sentido de la tarea asumida por nuestro artista. Que sea precisamente eso, lo que no se ve en la imagen reproducida de los cuadros, lo que en definitiva estos pretenden hacernos visible. No, por supuesto, meramente la mecánica y artificiosa articulación ortogonal de los planos de color, sino, por el contrario, el susurrante enigma que en el quedo temblor de esa membrana resuena. Justo aquello que es en definitiva invisible. El alma del mundo, acechada en la epifanía que deriva de la materia la pulsión inefable de esos lugares de luz. Fernando Huici March
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España